Una correcta audición es mucho más que poder escuchar la televisión en un volumen que no moleste al vecino. Oír bien hace posible poder mantener una conversación fluida con tu pareja, con tu jefe o con ese cliente tan quisquilloso. También es lo que te permite escuchar al bebé durmiendo plácidamente en la cuna o saber si se ha despertado y llora. O percibir las señales de alerta del tráfico, las indicaciones por megafonía en el aeropuerto o volverse cuando un amigo grita nuestro nombre por la espalda. Una buena salud auditiva, en definitiva, es la clave para percibir con claridad los estímulos auditivos que nos rodean y poder interactuar en condiciones de tranquilidad y seguridad.
A pesar de estos consejos de salud poblacional, cerca de 3,5 millones de españoles, un 8% de la población, puede tener problemas de audición, según el Estudio de Salud Auditiva en España realizado por GAES. Unas cifras preocupantes que la sitúan como la tercera afección en importancia, después de la artrosis y de la hipertensión. Como aquellas, se asocia al envejecimiento de la población y se agudiza con un mal estilo de vida. El mismo estudio remarca que el 40-50% de los mayores de 55 años en España reconoce cierta pérdida de audición. Sin embargo, la sobreexposición al ruido entre los más jóvenes está acelerando el deterioro en edades muy tempranas.
Una buena salud auditiva es clave para percibir con claridad los estímulos auditivos que nos rodean
¿Por qué no escucho bien todas las sílabas?
Salvo que suceda un accidente traumático, como una explosión, un golpe grave que afecte al oído o una enfermedad, la pérdida de audición asociada a la edad o presbiacusia avanza lenta, pero implacable. “Afecta inicialmente a las frecuencias agudas, no a las graves. En las fases iniciales, los pacientes no son conscientes de que oyen mal. Suele ser la familia la que lo percibe y le insta a acudir al especialista”, explica Mª José Lavilla Martín de Valmaseda, presidenta de la Comisión de Audiología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC). Con los años, esa pérdida se extiende a las frecuencias medias y graves y la persona ya es plenamente consciente del problema.
Las primeras señales de alarma se disparan cuando la persona no es capaz de seguir bien una conservación. “Nos dicen que ‘oyen, pero no entienden’. Sucede porque, en los primeros estadios, se pierden los sonidos agudos, que corresponden a consonantes como la ‘s, que necesitan muy poca intensidad de voz. En cambio, no escuchan las vocales fuertes, como la ‘a”, añade la experta. La situación empeora en ambientes muy ruidosos o en conversaciones donde hablan con varios interlocutores a la vez. Empiezan a sentir que no son capaces de controlar el ritmo de la conversación en un almuerzo de trabajo, que no terminan de entender las charlas en un cumpleaños o que no son capaces de entender a alguien que susurra. También hay dificultades para escuchar el timbre de la puerta o el tono de llamada del teléfono.

Las primeras señales de alerta aparecen cuando una persona tiene dificultades para seguir una conversación con claridad
El aislamiento invisible que separa
La pérdida de audición comienza a aislar al paciente de su entorno. Es un aislamiento tan invisible como atroz. No oyen bien, se despistan, pero les incomoda pedir que se repitan las frases. Se encuentran torpes, cuando no, incómodos. “Puede aparecer ruidos o zumbidos en los oídos que, además de ser molestos, interfieren y dificultan aún más la audición”, añade.
Todo esto hace que se sientan inseguros y que aumenten las discusiones por malos entendidos. Poco a poco, esa mezcla de aislamiento y sensación de no ser comprendidos deriva en episodios de estrés, tristeza o depresión.
Pueden aparecer ruidos o zumbidos en los oídos que, además de ser molestos, interfieren y dificultan aún más la audición
Prevenir para conservar una buena audición
En el marco del mes de la audición es un buen momento para reforzar la importancia de la anticipación. Antes de llegar a esa situación, Lavilla Martín de Valmaseda recuerda la importancia de la prevención. “Aproximadamente la mitad de la variabilidad de la pérdida auditiva relacionada con la edad se puede atribuir a factores hereditarios, al igual que el inicio temprano de la misma. El resto son factores ambientales y de estilo de vida”, apunta. No fumar y evitar la exposición pasiva al humo, vigilar el consumo prolongado de ciertos fármacos antiinflamatorios, como el paracetamol, y mantener en niveles saludables otros marcadores cardiovasculares, como el colesterol, la tensión arterial o la diabetes, “pueden atenuar el riesgo, incluso en personas genéticamente predispuestas”.
Entre los más jóvenes, la estrategia pasa por no abusar de los auriculares, en especial, de los que se insertan en el pabellón auditivo. Escuchar música durante horas con los auriculares a un volumen desmedido (por encima de los 85 dB) “favorece que esa pérdida auditiva aparezca a edades más tempranas. Estamos adelantado la aparición de problemas auditivos 20 años, manifestándose los trastornos típicos de personas de 60 años ya a los 40 años”, advierte la experta.
Aproximadamente la mitad de la variabilidad de la pérdida auditiva relacionada con la edad se puede atribuir a factores hereditarios
Como nunca se puede saber cuándo comenzará a notarse la pérdida de audición, sería conveniente realizar una revisión auditiva anual a partir de los 45 años. Dichas revisiones son gratuitas en los centros auditivos. En caso de detectar alguna pérdida auditiva, por leve que sea, conviene abordarla desde el primer momento con un especialista otorrinolaringólogo. “En el caso de las hipoacusias neurosensoriales, más habituales con la edad, podemos paliar el déficit auditivo con un audífono, implante coclear u otros sistemas implantables”, concluye Lavilla Martín de Valmaseda. Avances tecnológicos cada vez más precisos que devuelven la calidad de vida robada por la pérdida de audición.