Dinero a espuertas y regulación a la carta. Elon Musk es el hombre del momento en la futura administración de Donald Trump. Entre tuits sobre viajes a Marte y fotos comiendo hamburguesas y nuggets de McDonalds en un avión con el presidente electo —puede que el dinero dé la felicidad, pero no garantiza comer sano—, el multimillonario sudafricano encuentra huecos para obtener más dinero con el que ampliar Colossus, su descomunal centro de datos para inteligencia artificial recién construido en Memphis. Esta semana cerrará una ronda de financiación con la que espera obtener 6.000 millones de dólares para xAI, la empresa de IA conectada a la red social que un día se llamó Twitter.
En el plano regulatorio, las ideas de Musk-Trump son claras. En este momento existe una orden ejecutiva de Joe Biden para imponer cierta regulación a las compañías de inteligencia artificial a la espera de que una normativa federal avance por el Capitolio, un escenario improbable con las mayorías republicanas en el Congreso y en el Senado. El programa de Trump considera que esa norma actual “obstaculiza la innovación en IA e impone ideas de izquierda radical al desarrollo de esta tecnología”. Para justificar su derogación, la nueva administración republicana apoyará “el desarrollo de la IA basado en la libertad de expresión y el florecimiento humano”. Es decir, hagan lo que quieran. (“¡Viva la libertad, carajo!”, diría Javier Milei).
Esa falta de control administrativo es lo que más necesita Musk, pero también sus rivales. Un marco regulatorio laxo que les deje hacer. Las demandas energéticas y las políticas de control de emisiones tienen serias incompatibilidades con desarrollos como el del supercentro de datos Colossus. El operador de la red estatal Tennessee Valley Authority (TVA) acaba de conceder a xAI permiso de acceso a 150 MW de energía adicional. En estos momentos sólo puede acceder a 8 MW y, de momento se las apaña con 14 grandes generadores de combustible para tener el centro en marcha.
La misma entidad propuso el año pasado utilizar generadores de gas para poder atender la creciente demanda de su población, pero las necesidades van a crecer, porque Musk planea duplicar en Colossus el número de GPUs, el tipo de chip especiales de Nvidia para la IA, con un coste de 30.000 dólares cada uno de ellos, pasando de 100.000 a 200.000 procesadores. Los ecologistas protestan por el coste medioambiental del proyecto. Que no esperen que la próxima administracion Trump les eche un cable. El argumento que repiten en las filas republicanas es simplista y agita el fantasma del enemigo exterior para justificar una desregulación que puede tener consecuencias negativas: hay que reducir las restricciones a las compañías de IA para poder competir con China.
OpenAI también se ha alineado con el discurso republicano en incluso ha presentado un plan de infraestructuras de IA para Estados Unidos. El vicepresidente de Asuntos Globales de la empresa, Chris Lehane, dibuja un gran escenario de prosperidad que define como una “oportunidad imperdible para revitalizar el Sueño Americano y reindustrializar EE.UU”. “Las inversiones para ampliar el actual liderazgo de EE.UU. en IA producirán decenas de miles de puestos de trabajo cualificados y de otro tipo, crecimiento de la productividad y del PIB; una red modernizada que incluya energía generada por energía nuclear; una red de vanguardia de instalaciones de fabricación de semiconductores; y una nueva generación de empresas y emprendedores impulsados por la IA”.
En esa orgía de miles de millones de dólares, billones de datos y miles de megavatios participa Microsoft con el proyecto probablemente más ambicioso. Otro nombre de película de ciencia ficción o de experimento del Pentágono, Stargate, es un supercomputador que costaría 100.000 millones de dólares y que debe ser la base para los modelos más avanzados de OpenAI. El debate tiene elementos muy definidos: dinero, energía y seguridad. Y todo apunta en una misma dirección.
Una IA antes que Shakespeare
Un estudio publicado por Nature sobre dos experimentos ha descubierto que los lectores participantes eran más propensos a considerar más los poemas escritos por IA como de autoría humana que los que sí habían sido escritos por personas. Los autores descubrieron que los poemas generados por IA “tenían una valoración más favorable en cuanto a cualidades como el ritmo y la belleza, y que esto contribuía a que se identificaran erróneamente como de autoría humana”. El posible motivo de este fenómeno es que “la simplicidad de los poemas generados por IA puede ser más fácil de entender para los no expertos, lo que les lleva a preferir la poesía generada por IA”. Por el contrario, la complejidad de los poemas escritos por humanos puede ser interpretada como una incoherencia de la IA.
La francesa Mistral, líder en modelo avanzado
La startup francesa de IA Mistral ha lanzado su modelo multimodal Pixtral Large, su sistema más avanzado, que supera a muchos modelos punteros, rebasando incluso las capacidades de Gemini 1.5 Pro de Google y GPT-4o de OpenAI en comprensión de datos y documentos. La plataforma Le Chat dispone de nuevas funciones, como búsqueda web, análisis de documentos y generación de documentos. Durante su fase beta (de prueba) es gratuita.
La Basílica de San Pedro en una IA
El Vaticano ha presentado esta semana nuevos servicios turísticos apoyados en una IA que permitirán a los visitantes explorar virtualmente la Basílica de San Pedro. El interior de la inmensa nave ha sido escaneado con láseres, cámaras y drones. Una IA se ha encargado de volver a montar todo el interior del edificio para recrear su gemelo digital.