Román corta la única oreja en la deslucida corrida de Cebada Gago
Toros
Juan Leal, que mató cuatro toros por lesión de Isaac Fonseca, pasa en blanco
La historia de los sanfermines, en lo que a los toros se refiere, (sin ellos no se entienden, pero esa es otra cuestión) lleva en sus páginas alegrías y sinsabores, glorias y tragedias. Corredores del encierro convertidos en estrellas mediáticas; parte de bajas (contusiones, lesiones, cornadas...) al minuto; toreros (Ordóñez, Espartaco, Emilio Muñoz, Padilla, El Juli...) ídolos de la sombra y el sol; sangre en el ruedo (ayer mismo, tributo de Borja JIménez para el triunfo)... Todo eso y más, mucho más, subyugante atractivo para gentes de todas las geografías y condición que llegan a Pamplona en peregrinación pagana para transformarla, durante nueve días y sus noches, hasta que el “pobre de mi” marca la vuelta a la rutina.
En las fechas negras de los sanfermines también hay una que se fraguó en el ruedo pero no tiene que ver con el toreo.
Ocurrió tal día como hoy de 1978, tiempos convulsos recién iniciada la Transición. Al acabar la corrida las peñas, como siempre, bajaron al ruedo y no en una de sus pancartas se reivindicaba la amnistía para los presos etarras, mientras en los tendidos se dividían las opiniones, a voces y gritos. Al poco llegó la policía, mucha ya mucha policía, disparando pelotas de goma y fuego real. La tensión se desbordó en las calles y en una de ellas cayó herido de muerte por los disparos Germán Rodríguez. Y se acabó la fiesta..
Un recuerdo trágico que cada año no puedo evitar porque- perdón por la autocita- estaba allí.
Fonseca se resintió de la lesión en el brazo que arrastra desde hace días
Hoy, 8 de julio de 2024, tocaba corrida de Cebada Gago, ya un clásico en Pamplona. Y tres valientes ante sus astifinas cornamentas (otro clásico de esta divisa): el francés Juan Leal; el valenciano Román y el mexicano Isaac Fonseca.
A su aire y sin fijeza tomó el capote de Juan Leal el toro que abrió plaza, que no andaba sobrado de fuerzas y apenas fue picado antes de que Román entrara en su turno con un quite por tafalleras.
Brindis al público y de rodillas en los medios pase cambiado por la espalda y una tanda en redondo coreada desde los tendidos de sol. De pie, otro tanto. Naturales asentadas las zapatillas y de largo trazo que el de Cebada tomó con fijeza, como siguió haciéndolo cuando cambió de mano y, ya al final, de rodillas tal como empezó. La espada y el descabello se atascaron.
Volvía a vestirse de luces Román tras el grave percance en Vic Fezensac y su primero no le permitió estirarse con el capote, mientras las peñas atronaban con su repertorio habitual.
Inicio de faena con la mano derecha y genuflexa la figura a la que siguieron una tanda en redondo y otra de naturales con el toro saliendo desentendido, signo de mansedumbre ya definitivamente probada cuando se fue a terrenos de chiqueros y allí Román tiró de repertorio. Estoconazo de efecto fulminante y oreja al canto.
Con la cara alta y sin fijeza alguna embistió el tercero al capote de Isaac Fonseca, antes de arrancarse veloz al caballo, donde - novedad- recibió un puyazo en regla y ya menos en el segundo encuentro.
Doblándose por bajo inició la faena Fonseca pero el toro siguió con los defectos manifestados ya de salida.
El torero mexicano lo intentó a derechas e izquierdas pero el lucimiento era imposible y que se arrancase La Pamplonesa a tocar y nada menos con “Nerva” resultó un sin sentido. Al entrar a matar, Fonseca se resintió de la lesión en el brazo que arrastra desde hace días sufrida en la plaza de toros peruana de Cutervo y no tuvo otra que pasar a la enfermería, encargándose Juan Leal de la estocada definitiva.
Corrida sin mayor historia. Otras vendrán
Dos guadañas astifinísimas lucía el toro de la merienda que a poco estuvo de arrollar a Juan Leal en su toma de contacto con el capote. Entre la indiferencia del personal, dedicado al condumio, pasaron los primeros tercios y de rodillas se puso el diestro francés al inicio de faena, que, ya de pie, resultó insulsa pues así eran las embestidas, pese a los efectismos de Leal, que acabó de rodillas y con desplantes, pero ni por esas.
Sin opción al lucimiento con el capote Román en el muy serio quinto, que tomó dos puyazos bien administrados.
La faena tuvo sus mejores momentos en el toreo en redondo, con un toro que no regalaba las embestidas y en la que Román fue todo determinación. Entró a matar con la posibilidad de la puerta grande rondando pero la travesía de la espada lo impidió.
Trasladado a un centro hospitalario Isaac Fonseca, Juan Leal se las vio con el que cerraba plaza, otro galán.
Nada reseñable en los primeros tercios y tercer brindis al público de Leal, que dos pases cambiados por la espalda para iniciar faena, pero el eco en los tendidos fue escaso. Y así siguió la cosa, pases aquí y allá, miradas, gestos y, de cuando en cuando, algún muletazo.
Corrida sin mayor historia. Otras vendrán.