¿El sector audiovisual debe elegir entre prestigio o viabilidad?

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Las pantallas tradicionales proporcionan mayor relevancia cultural, aunque los grandes beneficios son para las plataformas de ‘streaming’

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Plataformas y pantallas tradicionales buscan su espacio

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L os cierres de salas de exhibición de cine por culpa de la pandemia de la covid-19, las huelgas de los sindicatos de guionistas y actores en Hollywood, las ovaciones -sarcásticas- a las chapuzas de la inteligencia artificial en grandes producciones de la industria norteamericana y del resto del mundo…

Tras esta cadena de desgracias y despropósitos, la conclusión de los participantes en la última edición de la Convención internacional de radiodifusión fue que los profesionales del audiovisual necesitan recuperar su confianza y su autoestima. Solo de este modo podrán afrontar los retos que les plantean el presente y el futuro digitales. Y estos desafíos no son menores.

El encuentro en cuestión se celebró en Ámsterdam (Países Bajos) en 2023, sin embargo, hasta hace muy poco los foros especializados no han empezado a re/difundir el mensaje, muy probablemente con la esperanza de iniciar la remontada tras la paliza apabullante que los sistemas virtuales supuestamente les están propinando a quienes llevan años dedicándose a esta actividad en el entorno real y tangible.

Hoy por hoy, el sector de las pantallas únicamente crece en aquellos mercados donde ya lo estaba haciendo antes del coronavirus. Observadores sin intereses sobre el material proyectado en cualquier tipo de soporte, como los analistas de la compañía Omdia, se están esforzando por presentar propuestas para solucionar el atasco en el que están atrapados el cine y la televisión tradicionales.

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Por ejemplo, David Hancock, ejecutivo de esta consultora, considera que el frenazo durante el confinamiento evidenció que los cines “crean un valor” que no pueden proporcionar las plataformas de streaming. No obstante, el volumen de la inversión en marketing, publicidad y relaciones públicas a escala global no le da la razón, más bien lo contrario.

Como mucho, la exhibición estándar consigue una “relevancia cultural” superior a la obtenida por estrenos en servicios a demanda tan diferentes como Netflix, Max, Disney+, Prime Video, Apple TV+, Movistar Plus+, Filmin o Rakuten TV, entre otras operadoras. Es en este punto donde emerge un debate -o una paradoja- de gran enjundia.

Hace tiempo que los expertos lo están insinuando, aunque el asunto no se había expresado con toda su crudeza en los foros más selectos. ¿Cuál es el dilema, entonces? La respuesta es sencilla. Los inversores y los directivos de estas empresas deberían elegir entre el prestigio o la viabilidad, entre gozar del elogio de la crítica o disfrutar de los beneficios económicos.

A pesar de la fe del vicepresidente del Fórum europeo del cine digital, Julian Pinn, en propiciar un cierto equilibrio, la opinión mayoritaria entre los integrantes de este colectivo es la opuesta. Por esta razón, incluso Hancock habla abiertamente de una industria que ha sufrido “un golpe” que le ha dejado “cicatrices”. Según él, este trauma explicaría el “poco amor” por la tecnología en determinados canales y productoras.

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