“Solo deseo que una injusticia como la mía no le pase nunca a nadie”

Fin de un grave error judicial

El Supremo anula la condena por violación de un marroquí que pasó 15 años en la cárcel

Ahmed Tommouhi salió en el 2006: no quiso indultos y cumplió toda su pena

Ahmed Tommouhi en Martorell (derecha), donde reside desde que salió de prisión. Actualmente vive con un hermano

Ahmed Tommouhi en Martorell (derecha), donde reside desde que salió de prisión. Actualmente vive con un hermano

Mané Espinosa

Pasó 15 años en la cárcel acusado de diversos delitos de violación que no cometió. El Tribunal Supremo dió a conocer ayer la sentencia que pone punto y final al martirio judicial del ciudadano marroquí Ahmed Tommouhi, de 73 años, que ayer solo tenía en su casa de Martorell una petición: “Solo deseo que una injusticia como la mía no le pase nunca a nadie”. “Pero no puedo decir que este reconocimiento judicial me haga feliz, nadie me va a devolver 32 años”, explicó por teléfono a La Vanguardia. “Yo tenía razón y lo dije siempre y ahora se demuestra”.

La sentencia reconoce algunos de los clamorosos errores judiciales que llevaron a condenar a Tommouhi y Abderrazak Mounib; éste murió en presidio en el año 2000: el juicio se celebró sin que el tribunal –que presidía la actual ministra de Defensa, Margarita Robles– analizara un informe pericial con el análisis de restos de semen obtenidos en una víctima que no eran de Tommouhi y por tanto no pudieron ser valorados, y tampoco se llamó a declarar a los dos miembros de la policía científica que habían elaborado el informe.

En 1997 ya se anuló una condena contra Tommouhi porque los restos de semen hallados en las ropas de una víctima eran en realidad de Antonio García Carbonell, un ciudadano español que guarda un gran parecido físico con Tommouhi.

En la sentencia fue clave el reconocimiento ocular, prueba jurídicamente muy cuestionada

García Carbonell, de etnia gitana, fue detenido en 1995 y fue condenado a diversas penas que sumaron 228 años de prisión por seis agresiones sexuales. En algún caso, las víctimas relataron particularidades en el idioma del violador. El castellano de Tommouhi es precario.

El dato del parecido es clave: los procedimientos penales en contra de Tommouhi se basaron en el reconocimiento ocular de algunas de las víctimas de aquellas violaciones, sin tener en cuenta que su fotografía había sido difundida por los medios de comunicación y que coincidió en un edificio judicial con alguna de ellas. Tommouhi y García Carbonell son extraordinariamente parecidos. No se conocen de nada.

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Ahmed Tommouhi, fotografiado en Martorell

Mané Espinosa / Propias

La condena anulada ayer por el Supremo se basaba en el reconocimiento ocular por parte de la víctima, prueba de cargo que el caso Tommouhi pone en cuestión de un modo genérico: “En mi opinión no deberíamos suprimir el reconocimiento ocular, pero creo que habría que ponderar con mayor precisión la importancia que se le da a este tipo de prueba. Estoy convencido de que hay inocentes en prisión preguntándose que están haciendo allí, sabedores de su inocencia, y sabedores de que han sido acusados en un reconocimiento erróneo. Debemos pinchar ese souflé de que el derecho se acerca a una verdad ontológica. Creo que es muy importante eliminar la idea de la infalibilidad de la justicia, hay que romper ese dogma, porque se administra derecho, pero no justicia”, reflexionaba ayer, a instancias de La Vanguardia, el abogado y doctor en derecho Marc Molins.

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Ahmed Toummouhi, en Martorell, en el 2003

Estamos en el año 1991, y Catalunya sufre una oleada de brutales violaciones, todas con un modus operandi parecido. Dos hombres en coche buscan potenciales víctimas en lugares apartados, donde las abordan, donde amordazan a sus acompañantes (si los hay) y las violan, primero uno y luego el otro. Una fuente judicial que trabajó en la época explica que en pocos meses se llegó a contar 17 casos en circunstancias parecidas. La mayor parte de ellos no llegaron a judicializarse, básicamente porque las víctimas desistieron, o carecían de pruebas, y la oleada quedó reducida a cinco o seis casos.

Uno de ellos sucedió en Tarragona, donde la pareja de violadores abordó a un grupo de adolescentes de 14 o 15 años, chicos y chicas, en un vehículo. Iban armados y agredieron sexualmente a dos de las chicas. Otro de los casos fue en La Secuita, donde abordaron a una pareja en un coche y violaron a la chica, de 21 años, después de reducir al chico.

“Es muy importante eliminar la idea de la infalibilidad de la justicia”, opina el penalista Marc Molins

En Esplugues de Llobregat obligaron a dos muchachas de 14 años que esperaban un autobús a subirse en su coche, las llevaron un solar y las agredieron sexualmente. La alarma social era enorme. Urgía encontrar a los culpables. ¿Cómo se llegó a Tommouhi y Mounib?

En el juicio por una de las violaciones, un subinspector de policía explicó que una noche estaba de guardia y recibió una nota alertando de la oleada de violaciones que estaba sufriendo diversas poblaciones catalanas. Mientras la sostenía en la mano izquierda aquella nota le llegó otra, que sostenía en la derecha, del registro de clientes de hoteles y pensiones, y se fijó en la identidad de un hombre que acababa de alojarse en una pensión en Terrassa, donde había habido una agresión sexual de aquel tipo. Era un marroquí: Ahmed Tommouhi. Ni corto ni perezoso, el agente organizó un dispositivo para la detención de aquel hombre, entonces de 40 años y empleado en la construcción. Cuando a las pocas horas lo llevaron a declarar al juzgado pasó ante las muchachas que habían denunciado una violación. No había en aquel momento en aquellas dependencias judiciales un acceso diferenciado para víctimas y presuntos agresores.

Tommouhi fue acusado junto a su compatriota Abderrazak Mounib, a quien siempre negó conocer. Mounib padecía una atrofia testicular que –alegó en su día su defensa– le impedía mantener relaciones sexuales. Tommouhi negó siempre saber conducir, pero ese fue siempre un extremo difícil de demostrar en un juicio.

En total fueron involucrados en cinco procedimientos judiciales. En dos de ellos (ocurridos en Tarragona y Terrassa) la policía científica no pudo obtener restos biológicos del agresor. Un quinto caso resultó con la absolución de Tommouhi y Mounib, justamente, porque las víctimas no sólo no les reconocieron sino que alegaron que, aunque se parecían razonablemente, no eran los culpables. Los distintos casos colocaron sobre Tommouhi y Mounib decenas de años de cárcel, aunque la legislación dejaba en 30 el máximo de cumplimiento, que quedó en 15 con las redenciones vigentes en la época.

Tommouhi, a la izquierda, fue confundido con Antonio García Carbonell (derecha), con varias condenas por violación

Tommouhi, a la izquierda, fue confundido con Antonio García Carbonell (derecha), con varias condenas por violación

LV

La víctima sobre la que dejó restos García Carbonell, y que inicialmente reconoció a Tommouhi, admitió años después en una entrevista en El País que se había equivocado, y pidió perdón a Tommouhi. Mounib ya había muerto. Su testimonio, y el del periodista Braulio García Jaén, que publicó una extensa investigación sobre el asunto, han sido clave en la decisión del Supremo.

En teoría, Tommouhi podría plantearse ahora la exigencia de un resarcimiento económico por el tiempo pasado en prisión erróneamente, si bien en 2001 ya cobró una indemnización cuando se anuló la condena al descubrirse la autoría de García Carbonell en uno de los casos que se le atribuían.

“Este caso abre una perspectiva inédita”, explica un abogado barcelonés, “porque el tiempo en prisión es el mismo, pero los errores son dos: ¿deberá el estado pagar de nuevo? El error existe”. Tommouhi cobró aquella vez alrededor de 108.500 euros, una tercera parte de los cuales fueron a pagar a sus abogados.

“Yo ya no tengo vida ni nada”, explicó al damnificado a este periódico, “vivo con mi hermano y él me mantiene, yo no he podido trabajar nunca más desde que salí de la cárcel”. Tommouhi tiene 4 hijos. Su mujer y su hija, a quienes no ve desde hace treinta años, viven en Nador, en Marruecos, donde nació no sabe exactamente qué día. Fue en 1951, “pero gobernaba Franco y eso no se cuidaba, no tengo día de nacimiento”. Desde que salió de prisión, ha vivido también con su hijo Khalid, que tenía 11 años cuando ingresó en prisión por primera vez, en 1991. “Yo sólo estoy enfadado con los jueces, han destruido mi vida”, añadió.

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“Bajo mi perspectiva, la aparición en prensa de la imagen de un acusado debería dejar viciada la prueba del reconocimiento ocular”, explica una letrada penalista barcelonesa, “pero son un método útil y fiable policialmente si no hay contaminación.

El también penalista David Aineto opina que “la rueda de reconocimiento está establecida en la ley de enjuiciamiento Criminal, es una herramienta útil y legalmente establecida, pero en mi opinión más para el proceso de instrucción que para el establecimiento de condena. No es una prueba objetiva por sí sola. Bajo mi punto de vista debería ser una prueba de apoyo”. Un catedrático de derecho penal que prefiere mantener el anonimato coloca un espejo: “Se da la pequeña casualidad de que aquel hombre era árabe, posiblemente aquí jugó un papel el sesgo racial. ¿Habría actuado igual la justicia, sin aquella presión social de aquellos momentos, si el acusado hubiera sido por ejemplo cualquier profesional de clase media del Eixample?”.

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