La guerra de Ucrania acaba en Zaragoza
El otro frente
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Con sus ojos claros y algo caídos, el ucraniano Oleksander, paramédico de 58 años herido en el frente, observa cómo dos fisioterapeutas le vendan los muñones que cuelgan donde antes estaban sus piernas. “Tenéis las manos de oro”, les susurra de manera espontánea. Las sanitarias, traductora mediante, se lo agradecen y prosiguen con su tarea. Si todo va bien, en unos meses regresará a casa con dos prótesis para seguir colaborando en la lucha contra los rusos. “¡Y para casarme con mi novia!”, apunta entre risas.
Su caso, que también incluye cuatro dedos amputados de la mano derecha, es uno de los más delicados del último contingente de heridos de guerra ucranianos llegados al Hospital de la Defensa de Zaragoza. Desde el inicio de la invasión, aquí han recalado 53 pacientes en diferentes tandas, de los que 25 ya tienen el alta. Rostros desfigurados, troncos sin extremidades, músculos desgarrados.... el muestrario de los horrores de la guerra convive en el ala norte de la tercera planta.
El general Juan Antonio Lara, de 58 años, hace todo lo posible por ofrecerles la mejor atención posible. Al frente del hospital desde 2020, cuenta que seleccionan a los internos de entre un listado que les remite el Ministerio de Sanidad ucraniano. Descartados hemipléjicos o tetrapléjicos (no tienen los medios) y heridos por un balazo limpio (demasiado sencillos), se decantan por los afectados por la onda expansiva de una explosión. Casos “más complejos” que requieren la atención de distintos especialistas y varias intervenciones.
Los escogidos viajan desde la frontera con Polonia en un avión A400 medicalizado hasta la Base Aérea de Zaragoza, y de ahí en ambulancia al hospital. A partir de ese momento, se inicia un duro proceso que dura meses. El otorrino les trata posibles perforaciones del tímpano. El oftalmólogo se cerciora de que no haya fragmentos de metralla en el ojo. Algunos pasan por las manos del cirujano maxilofacial o el plástico. “Pero quien se lleva la palma es el traumatólogo”, subraya Lara.
La mayoría entra a quirófano entre cuatro y seis veces. La primera suele ser para romper de nuevo algún hueso que se ha soldado mal después de haber sido sometidos a una cura de emergencia. Luego llega la recomposición y, en los casos de amputaciones, la toma de medidas e implantación de prótesis. Al final, rehabilitación y vuelta a casa.
“Al llegar siempre dicen que se quieren curar cuanto antes para seguir peleando”, afirma Lara. Es el caso de Denis, uno de los ingresos más complicados que han tenido. Sin nariz, con el malar hundido y heridas en el hombro, lo trataron durante meses antes de que pudiera regresar al frente. “Le operó Victoria Simón, jefa de maxilofacial del hospital Miguel Servet (Zaragoza). Los médicos ucranianos dicen que le ha hecho una obra de arte”, señala orgulloso Lara.
La sala de rehabilitación es una estación clave en todo el proceso. Allí se encuentra Oleksander, el paramédico que ayudaba a rescatar heridos del frente de Donetsk cuando un misil le voló las piernas en agosto. “Al salir del refugio, una bola de fuego me engulló”, recuerda sobre aquel momento. Este hombre jamás pensó que acabaría enfrentado al país vecino, donde hizo la mili y tenía buenos amigos. “Tenía”, recalca. Hace unos días, se le practicó una prueba de esfuerzo farmacológica para confirmar que es apto para llevar las prótesis bioeléctricas a medida que piensan implantarle. “Se vio renacer cuando llegó a Zaragoza, pero ahora empieza lo realmente duro”, confirma Lara.
En esa misma sala está Igor, ferroviario de 57 que perdió un brazo en un atentado. En Zaragoza desde octubre, su caso es complicado ya que lo pequeño de su muñón dificulta la instalación de la prótesis. Aún así, su recuperación avanza gracias a su esfuerzo y buen estado físico, que demuestra haciendo flexiones con un solo brazo. O Dmytro, antiguo peón de 34 años al que masajean una pierna que la metralla carcomió en octubre. La incertidumbre sobre su estado le pesa, y no quiere hablar de planes de futuro hasta que no sepa cuál es su situación exacta.
Ahí entra en juego la labor del equipo de psiquiatría y psicología del centro. Muchos pacientes llegan con estrés postraumático, insomnio... En estos casos, la tecnología juega un papel contradictorio. Por un lado, les tranquiliza estar en contacto con los suyos y aligera las horas muertas. Pero por el otro, les condena a seguir la guerra minuto a minuto, fuente inagotable de ansiedad y nervios.
Otorrinos y oftalmólogos tienen mucho trabajo aquí, pero quienes se llevan la palma son los traumatólogos”
Aquí brilla con luz propia el papel de Alina, intérprete y responsable de la Asociación Ucraniana de Residentes en Aragón (AURA), cuyo equipo ejerce de enlace entre el personal médico, la administración y los pacientes.
Alina es todoterreno. Traduce las instrucciones de las fisioterapeutas y las enfermeras. Atiende las peticiones de los pacientes, desde cambiar la fecha de un informe a conseguir unos pantalones nuevos. Cuadra actividades para entretenerlos, como la visita al acuario o un concierto en el centro. Recauda fondos para enviar material a Ucrania (ya van 19 camiones con 18 toneladas cada uno). Y cuando puede, ayuda a traer a los familiares de los enfermos
Así lo hizo con Sasha, obrero de 38 años gravemente herido en una pierna, al que en octubre acompañaron su mujer e hijos, de entre 9 y 13 años. “Para él son un gran apoyo, aunque se quieren volver cuanto antes”, desliza Alina mientras le curan las heridas. La seriedad de su mujer, sentada en un sillón cercano, contrasta con el buen ambiente de la habitación contigua, donde otros dos heridos, de nombre Yuri ambos, toman café y juegan a cartas sobre la cama. “¡Mejor si pudiéramos ir al bar!”, bromean.
De cara al futuro, Lara espera que el programa temporal que posibilita su llegada se prolongue los próximos años. Para ello, acaban de reforzar su plantilla con la contratación de 21 nuevos trabajadores, incluidos cinco doctores, seis enfermeras y dos fisioterapeutas. “Esto nos permitirá traer a más gente y que la sala de rehabilitación esté abierta dos turnos para todos los pacientes”, concluye.