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Robert y Ghislaine Maxwell: “De tal palo tal astilla”

El poderoso barón de la prensa amarilla nunca se resistía a los caprichos (un nuevo BMW, unas vacaciones en St. Moritz) de la novena de sus hijas, su ojito derecho 

Robert Maxwell con su hija preferida Ghislaine y su esposa Elisabeth 

Mirrorpix / Getty

Tras ser condenada a 20 años de prisión, Ghislaine Maxwell, la madame del financiero Jeffrey Epstein fue trasladada hace tan solo unos días a un centro penitenciario de Tallahassee (Florida) donde podrá vivir en un régimen más benigno que otras cárceles de alta seguridad. Sus antiguos amigos (desde Bill Clinton a Bill Gates pasando por Donald Trump) quizás piensan que eso evitará la publicación de la lista de famosos que participaron en las fiestas que la han condenado como traficante de menores. No olvidemos que Trump calificó a Epstein como “un tipo fantástico”.

Era la hija preferida del extravagante propietario del Daily Mirror en Londres y el Daily News de Nueva York, que murió en extrañas circunstancias mientras navegaba en su yate ‘Lady Ghislaine’.

Maxwell, un bruto y poderoso barón de la prensa amarilla, nacido en lo que entonces era un villorrio de Checoslovaquia, ahora parte de Ucrania era conocido por eso como “checo sin fondos”. Sus restos mortales reposan en el cementerio judío del Huerto de los Olivos en Jerusalén donde fue enterrado en un casi funeral de estado.

Robert Maxwell murió en 1991 cuando, cerca de Tenerife, su cuerpo se precipitó al mar mientras navegaba en su yate 

No le conocí personalmente, pero si recuerdo la vivísima descripción que del personaje me hizo Jean Schalit, periodista francés con quien quiso lanzar en Francia Le Grand Paris .

 “Su despacho era una locura. Decidía portadas y titulares, hablaba con ministros y vedettes, firmaba cartas y cheques, entraban y salían las secretarias… cuando se hizo la calma me preguntó qué necesitaba para lanzar Le Grand Paris , periódico que se imaginaba sería de izquierdas y podría contar con la simpatía de Mitterrand; yo no sé quién pudo haberle simplificado las cosas de esa manera porque Le Gran Paris quería ser todo lo contrario en un país donde sobraban periódicos politizados y faltaba lo que ya no era France-Soir : un gran diario popular de masas. Pero lo más cómico fue cuando le dije que lo que de verdad necesitaba para hacer un diario nacional con multi-impresión eran rotativas. ¿Cuántas, me preguntó? Y sin esperar a que le contestara llamó al mayor fabricante de rotativas en Europa. Pidió hablar con su CEO, que se puso inmediatamente al teléfono, y le dijo: ¿cuándo puedo disponer de 20 rotativas para imprimir un diario sábana a todo color y en cuatro cuerpos en Francia?”

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En noviembre de 1991, agobiado y deprimido, vuela a Gibraltar y embarca, solo con la marinería, en un yate originalmente construido para Kashoggi. Navega hacia Madeira y luego Canarias. Está muy acatarrado y duerme mal. A las 5 de la madrugada del 5 de noviembre y cerca de Tenerife su cuerpo se precipita al mar. A las 8 de la tarde encuentran a un hombre desnudo de 1’90 de altura, 140 kilos y una cicatriz junto a su ojo derecho. Es Maxwell. La primera autopsia dirá que sufrió un infarto, pero el capitán español que rescató su cadáver afirma: “He sacado muchos cuerpos del mar y puedo decirles con certeza que no se ahogó”.

Nace entonces la sospecha de que fue asesinado por el Mosad o por traficantes de armas. Una segunda autopsia descubrió que los músculos del hombro izquierdo estaban desgarrados y que tenía hematomas en el lado izquierdo de su columna, lo que respalda la tesis de que se cayó de la embarcación y quedó colgado de un costado todo el tiempo que pudo. La hipótesis del accidente casual se basa también en su hábito de hacer sus necesidades directamente sobre el mar.

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El “gran defraudador” desaparece en plena quiebra de sus negocios y pronto las autoridades policiales y judiciales descubren que deja una deuda de millones de libras y, sobre todo, la evidencia de que se había apropiado de todos los fondos de pensiones de sus empleados.

La novena de sus hijas, Ghislaine, era su ojito derecho y nunca se resistía a sus caprichos (un nuevo BMW, unas vacaciones en St. Moritz). Acosada por la prensa y demandas judiciales contra la familia, marchó a Estados Unidos y allí socializó con lo mejor y peor del país hasta que la también amiga del príncipe Andrés de Inglaterra, manipuladora como su padre, fue detenida por su vinculación en el escándalo de Jeffrey Epstein, que se suicidó hace tres años tras ser arrestado por el FBI.

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En 2017, Ana, la antigua esposa de Rupert Murdoch (su gran enemigo), quiso comprarse un yate. Con la ayuda de su hijo James, que es un buen navegante, encontró uno de segunda mano que le gustó, el ‘Lady Mona K’ y por el que pagaron unos 14 millones de dólares. Poco tiempo después supieron que se trataba del antiguo ‘Lady Ghislaine’.

El yate estuvo muchos años atracado en Mallorca, donde Maxwell, cuentan dos de sus biógrafos, tuvo al Rey Juan Carlos como invitado cuando quiso que el monarca español intermediara en la compra del 25% de uno de los nuevos canales privados de televisión española.

Y es que los Maxwell eran, y siguen siendo, una mina para la misma “prensa amarilla” que los hizo tan ricos como miserables.