Para valorar el nuevo bachillerato de la Lomloe en Catalunya hay que diferenciar dos aspectos. El primero, el diseño de su ordenación curricular y enfoque pedagógico (repartido al 50% entre Estado y Generalitat). El segundo aspecto es el proceso de implementación en centros y la formación docente para aplicarlo (una competencia exclusiva del Departament). La Lomloe facilita un diseño más flexible y competencial que transforma dos ejes tradicionales del aprendizaje: la clasificación (el conocimiento empaquetado en asignaturas) y el marco (el sentido y la relación educativa). En relación a esto último, por primera vez, se define un perfil de salida del alumnado con los ocho bloques de competencias clave considerados como imprescindibles y como metas de aprendizaje y demostración.
Además de preparar para las PAU, el bachillerato tendrá un sentido y propósito competencial que no está reñido con el conocimiento, pero sí con la erudición academicista de la que hace gala cierto sector docente. Conviene matizar bien para no confundir a las familias. La identidad del bachillerato no puede seguir petrificada por apego a su origen (el trivium y el quadrivium ). El sociólogo Edmond Goblot ya publicó en 1925, La barrera y el nivel demostrando cómo el bachillerato funcionaba como cierre social en base a una sobreexigencia erudita del “nivel” y la burocratización de la cultura y el aprendizaje.
Hoy, solo el 55% del alumnado del bachillerato sigue trayectorias lineales y sin ninguna interrupción hacia los estudios universitarios. El resto sigue en grados superiores de la FP o necesita más tiempo para titular, o repite, o abandona o cambia de opción. Un bachillerato incluyente supone desarrollar el potencial no solo del “alumnado ideal” sino el de todos en su compleja pluralidad. Es un cambio cultural y nada fácil que exige policy educativa muy fina y bien organizada.
El alumnado saldrá ganando con un currículo más diversificado, más interdisciplinar, más contemporáneo y conectado al mundo real y sus desafíos. Son positivos cambios como la modalidad general, la mayor optatividad pero temática, el entronque con materias externas y el bachillerato progresivo de hasta cuatro años. Sin embargo, todo se va a jugar en el proceso de implementación que es el punto débil de toda reforma sistémica. Desde que se aprobó la Lomloe, Educació ha tenido un año para formar a los equipos docentes, bajar ratios allí donde urge y apoyar a los centros con recursos. Ahora vienen las prisas.