Parir con la boca tapada
El reportaje
La pandemia y el miedo sufrido por los profesionales ha endurecido el parto de muchas mujeres, obligadas a llevar mascarilla
“A pesar de la PCR, no pude sacármela. La mascarilla te impide concentrarte en el trabajo del parto. Te has preparado durante todo el embarazo para ese momento, vas con mucho trabajo hecho desde casa y no puedes hacerlo como pensabas porque la mascarilla te tapa la boca y no puedes respirar como te habías preparado, para ayudar a reducir el dolor de las contracciones”, explica N. K. que tuvo su tercer hijo en el hospital Quirón de Barcelona en julio, en plena quinta ola.
La situación se ha repetido en prácticamente todos los hospitales que atienden partos, públicos y privados. La pandemia ha hecho retroceder en general los derechos de los pacientes en su acceso al sistema sanitario –a la visita presencial con su médico de familia, a las pruebas diagnósticas, a la prevención, a las listas de espera donde ni siquiera están aún. Pero hay una queja muy concreta de mujeres en las redes por ese retroceso en la atención a ese momento tan especial y único como es traer al mundo a un hijo o una hija.
Porque además de verse obligadas, en la mayoría de centros y sobre todo al comienzo de la pandemia, a llevar la mascarilla puesta en las horas de mayor esfuerzo físico en el nacimiento de sus hijos, los embarazos han visto suprimidas todas las atenciones compartidas: a la ecografía se va sola.
“Eso supone que si algo va mal te lo tragas sola”, explica Cristina S. Su pareja no pudo estar con ella durante un embarazo que coincidió con los peores meses de la pandemia y que acabó yendo mal. “A todo, sola. Fue bastante duro. Cuando me dieron la noticia de que el embrión no había tirado adelante y seguramente mi cuerpo empezaría a abortar, estaba sola”.
“Esa sensación de soledad pesa mucho”, añade Elena S. desde Málaga. “¡Su padre no pudo participar en nada! y también es hijo suyo. Nunca pudo estar en las ecografías y parecía un contrasentido. Mientras la gente viajaba en aviones llenos. El hospital lo había decidido y punto. Ninguna explicación”.
“No puedes respirar como te habías preparado para reducir el dolor de las contracciones”
Ese veto a las parejas y a cualquier compañía le supuso, en su caso, sentirse absolutamente sola a la hora de decidir si seguían intentando un parto vaginal o bien optaban por la cesárea que le aconsejaban los médicos. “Estaba hecha un lío y no podía hablar con él, que estaba esperando afuera. ¡Suerte del WhatsApp! Porque ni siquiera se molestaron en salir a hablar con él y hacerle participar en la decisión. Mira, todo es mucho más duro. Una eco no es algo superfluo en un embarazo, tampoco tomar decisiones como optar por la cesárea ante una situación con posibles problemas. No se entiende. Teníamos PCR hechas los dos. La verdad, ha sido innecesariamente mucho más duro”.
“Había mucho miedo entre los profesionales, de enfermar y sobre todo a llevárselo a casa. Y al principio, muy pocos medios de protección. Pero después, cuando ya nos podíamos proteger, tampoco conseguimos que se cambiara la limitación del acompañamiento en las ecografías”, explica Beatriz Lorente obstetra del hospital Germans Trias de Badalona y quien lidera el observatorio de violencia obstétrica en el centro.
En su hospital, en el de Vall d’Hebron o en el de Sant Pau, aseguran que no han dejado a las mujeres solas en ningún momento, ni en el parto, ni luego en la habitación. Esa compañía se preservó, aseguran, también en los peores días de la pandemia.
4.698 positivos en 87.501 embarazos
Entre enero de 2020 y el pasado septiembre se registraron en Catalunya 87.501 embarazos y 4.698 casos fueron positivos a covid. Las pruebas que detectan la presencia del coronavirus tardaron unos meses en ser masivamente accesibles, pero desde entonces, tanto en las revisiones de los distintos momentos del embarazo, como antes de ingresar para el parto, o la cesárea en su caso, todas las embarazadas y sus acompañantes –si les dejaban pasar– tenían que hacerse una PCR o a veces test de antígenos. Por eso desde Salut se considera que la detección de casos positivos entre las embarazadas es muy superior que en cualquier otro grupo. De esas 4.698 gestantes infectadas, 777 tuvieron que ingresar en el hospital. Muchos de esos 777 ingresos realmente fueron por el propio parto, pero al dar positivo a covid se registraron como ingresos por esta enfermedad. De esas infecciones que necesitaron hospitalización, 52 tuvieron que pasar un tiempo en cuidados intensivos. Todas han sobrevivido. No se ha registrado ninguna defunción, aunque sí pérdidas del feto. El riesgo de enfermar si se contagian es 5,4 veces mayor en embarazadas. Por eso se reforzó este verano la vacunación de embarazadas, durante mucho tiempo bajo dudas. En Catalunya llevan la primera dosis casi el 60% y con pauta completa el 53,2%.
Algunos equipos defienden que lucharon para que se permitiera bajarse la mascarilla durante el trabajo de parto, porque es evidente que se necesita la boca sin obstáculos cuando se hace un esfuerzo del calibre de parir. La rigidez de las normas se relajó algo desde que fue fácil conseguir reactivos para asegurarse de que no tenían covid. Pero no se consiguió que a las ecografías pudieran ir acompañadas.
“Los profesionales se sentían en un gran riesgo de infectarse y trasladar ese peligro a los suyos. Por eso en Sant Pau optamos por individualizar: pensamos que eran imposibles los pujos, resoplar o gritar con la boca tapada. Así que nos protegemos nosotras para atenderles como si las pacientes tuvieran covid. Durante los ratos tranquilos, mientras esperan con una epidural y van dilatando y la mamá está relajada, se la vuelven a poner. Pero en el trabajo de parto activo, la mujer necesita moverse, jadear. Nos protegemos nosotras”, explica Anna Ramos, comadrona del equipo de partos del hospital de Sant Pau.
“Cuando me dieron la noticia de que mi cuerpo empezaría a abortar, estaba sola; no dejaban acompañante”.
“Me toca en noviembre y en Sant Joan de Déu me exigen PCR semanal desde la semana 35 hasta el momento de parir. El día que me ponga de parto me tengo que hacer antígenos. Y el padre, al que dejarán entrar entonces, también antígenos. Los dos, con mascarilla todo el rato a pesar de que demos negativo y a pesar de tener los dos la pauta completa de vacunación. Resulta incongruente que no puedas entrar a la consulta acompañada y luego te puedas ir a un restaurante a comer en grupo ¿no?”. reflexiona Cristina S.
En mensajes en las redes procedentes de mujeres embarazadas abunda quien califica esta situación de violencia obstétrica ¿Se podría considerar así este endurecimiento del parto y el embarazo en el sistema sanitario a cuenta de la covid?
El término violencia obstétrica chirría en los oídos de obstetras y comadronas. Pero la crisis que ha supuesto la covid en la organización sanitaria “ha destapado puntos flacos que estaban ocultos en situaciones de normalidad”, reconoce Beatriz Lorente. Para empezar, la necesidad de recurrir a profesionales de todos los ámbitos para atender la emergencia covid dejó bajo mínimos las demás áreas. También los partos, que naturalmente siguieron llegando ignorando la pandemia. Y ante las necesidades de la sala de partos, volvieron a oírse expresiones como “pero paren solas ¿no?”
“Es evidente que son capaces de parir, pero necesitan un acompañamiento. Habíamos empezado un cambio importante en los últimos cuatro años. En Can Ruti nos sentimos muy orgullosos de haber abierto en plena pandemia un centro de nacimientos adosado al hospital”. Se puedan parir como en casa, pero con toda la seguridad de estar asistidos por profesionales y pegados a un hospital si hay que correr. Un cambio de cultura que avanzaba poco a poco. Y llegó la covid y arrasó con todo.
“Pasaron a un segundo plano”, reconoce Lorente. Eso llevaba, por ejemplo, a que cuando se pedía un anestesista para reforzar la epidural porque estaba aumentando el dolor, tardaban en acudir, agobiados por pacientes más graves. Al fin y al cabo, tampoco es nada grave el dolor en el parto ¿no? O a rechazar la entrada del acompañante al quirófano en una cesárea. Había quien decidía que no, que no se la jugaba. Ni con PCR, ni epis ni nada. “Estamos en covid”, se repetía.
Los hospitales fluctúan entre la prevención estricta y permitir un respiro, pero detectan un retroceso
“Perdió valor ese momento único y hasta entonces tan valioso”, resume Beatriz Lorente. “Estamos tomando conciencia muy lentamente, pero seguimos. Falta mucha formación. Este año haremos las primeras clases sobre violencia obstétrica a médicos y comadronas residentes”.