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El taxi volador despega

Los nuevos medios de transporte urbano

Boeing pone en el aire por primera vez su nave para el transporte urbano sin piloto

El taxi volador de Boeing durante el vuelo de prueba el pasado martes en Manasas (Virgina), sede de la empresa Aurora Flight Sciences

Handout / Reuters

Algún día, Uber y Cabify pueden no ser la única competencia de los sufridos taxistas. Sobre todo, si todos los proyectos de taxis voladores autónomos que existen y que están en distintos estados de desarrollo –uno incluso impulsado por la propia Uber en colaboración con la NASA– llegan a buen (aero) puerto. Actualmente hay hasta 17 iniciativas que compiten por ser la primera en tener uno de estos vehículos operativos.

Uno de ellos, el que desarrolla el gigante aeronáutico estadounidense Boeing, hizo este martes su primer vuelo de prueba. Aunque el poco tiempo que el artefacto se mantuvo en el aire convirtió el experimento en un visto y no visto, el automóvil volador de Boeing –ideado para evitar las congestiones del tráfico– completó su primer vuelo en lo que puede ser un anticipo del futuro del transporte urbano. La idea es que en el futuro se pueda reservar un trayecto en uno de estos aparatos con una aplicación instalada en nuestro teléfono, igual que ahora se reserva un taxi o un VTC.

Según un comunicado de la empresa hecho público el miércoles, su prototipo –al que ha llamado PAV, que son la siglas en inglés de Passenger Air Vehicle–, y que mide 9,1 metros de largo y 8,5 de ancho y tiene capacidad para transportar a dos pasajeros, “completó un despegue, un vuelo estacionario y un aterrizaje controlados en el transcurso del vuelo que probó las funciones autónomas del vehículo y los sistemas de control en tierra”.

La nave está propulsada por motores eléctricos, y está diseñada para volar de forma totalmente autónoma, con un alcance de hasta 80 kilómetros.

El desarrollo del PAV está a cargo de Boeing NeXt, la división de Boeing que impulsa los esfuerzos en movilidad aérea urbana de la compañía, y cuya ingeniería desarrolla Aurora Flight Sciences, empresa convertida en filial tras su compra por parte de Boeing en el 2017, y que también está detrás del prototipo que desarrolla Uber, si bien Boeing no ha confirmado que el modelo que voló el martes es el que se está desarrollando para Uber.

A pesar de lo poco que demostró el PAV en la prueba, John Langford, presidente y director ejecutivo de Aurora Flight Sciences, no dudó en decir que el hito supone “toda una revolución”, ya que la autonomía de estos aparatos “va a hacer posible la movilidad aérea urbana silenciosa, limpia y segura”. A partir de este momento, Boeing se centrará en probar “el vuelo horizontal y también la fase de transición entre los modos de vuelo vertical y horizontal”, considerado el mayor reto de ingeniería en cualquier avión de despegue y aterrizaje vertical de alta velocidad.

Es imposible hablar de vanguardia tecnológica sin que Silicon Valley esté de por medio. Es el caso de A3, el puesto tecnológico avanzado que Airbus tiene en California, y que desarrolla un concepto diferente, el rotorcraft, una versión más grande de los drones recreativos que ya existen.

El Vahana o CityAirbus, así se llama, completó su primer vuelo de prueba el año pasado y –también este miércoles–, Airbus anunció que las próximas semanas se probará en la planta de helicópteros que el fabricante de aviones tiene en Donauworth (Alemania). Airbus asegura que el avión, también propulsado por motores eléctricos, con capacidad para cuatro pasajeros y que también puede despegar y aterrizar verticalmente, podría entrar en servicio en el 2023.

Las pruebas de vuelo del CityAirbus comenzarán con despegues breves, que paulatinamente se convertirán en misiones más largas, señaló el portavoz de Airbus Helicopter, Guillaume Steuer. En caso de que el proyecto obtenga el visto bueno de las autoridades, volaría con cuatro pasajeros o tres pasajeros y un piloto, dependiendo de la situación legal en ese momento.

Si este es un medio de transporte destinado, en parte, a sustituir al coche en las ciudades, es lógico que los fabricantes de automóviles también estén implicados en su desarrollo. Toyota, Volvo, Porsche y hasta Rolls Royce han anunciado o bien la compra de empresas que trabajan en estos prototipos, o han presentado el suyo propio.

La seguridad y la convivencia con otros aparatos son las grandes incógnitas que debe despejar este sistema

Sea quien sea el que finalmente se lleve el gato al agua, tendrá que convencer a las autoridades de que es posible la convivencia entre naves tripuladas y otras sin piloto y, sobre todo, que es segura. Especialmente después de lo sucedido en el aeropuerto de Gatwick (Reino Unido), cuando unos drones invadieron el espacio aéreo de este aeropuerto y provocaron su cierre.

La congestión y la gestión del espacio aéreo es otro de los puntos que tener en cuenta, y a lo que se dedican gran parte de los esfuerzos en términos de inteligencia artificial en el sector aeronáutico.

Además, en un momento en que aún se debate cómo debe regularse una tecnología que lleva mucho más tiempo desarrollándose como son los coches sin conductor –que de momento no han colonizado las calles de las ciudades–, su trasposición a los cielos urbanos –debajo de los cuales habitan millones de personas que pueden empezar a vivir con el temor de que un aparato sin piloto se desplome sobre sus cabezas–, parece indicar que el cielo sí puede ser el límite, y representar un freno para el desarrollo de los taxis voladores.

Máxime cuando la aviación comercial, que lleva aún más tiempo con sistemas de automatización de las tareas de pilotaje, no se plantea la existencia de aviones de pasajeros sin piloto hasta dentro de, como mínimo 20 años. Y seguro que tampoco nadie quiere correr el riesgo de que se piratee uno de estos aparatos para estrellarlo contra algún edificio, en una reedición de lo que sucedió el 11-S del 2001 con las Torres Gemelas de Nueva York.

Por el contrario, según las estimaciones de las Naciones Unidas, en el 2030, el 60% de la población mundial vivirá en ciudades, y para esa fecha habrán aparecido media docena más de nuevas megaciudades, por lo que los urbanistas se enfrentarán al reto de asegurar que la movilidad en estas megalópolis siga siendo posible. El hecho de que estemos ante vehículos que no usan combustibles fósiles puede jugar a su favor, como algo que ayude a mejorar la contaminación de las grandes ciudades.

Por último, el desarrollo de este tipo de transporte puede ser un buen negocio. Los cálculos más optimistas de los analistas de Morgan Stanley predicen que dicha tecnología podría hacer florecer una industria valorada en 2,5 billones de euros en el 2040, mientras que su visión más pesimista fija su valor alrededor de los 542.000 millones de euros.