Un clásico decadente

Opinión

Un clásico decadente

Hay nervios en Telecinco pero siguen desplegando recursos para combatirlos. Tras el éxito de audiencia de la retransmisión del europeo de baloncesto, con la inesperada, eufórica y feliz victoria de la selección española, la cadena se esfuerza por reforzar la mus­culatura malévola de uno de sus clásicos: Sálvame.

LARGA CONVIVENCIA. A veces nos olvidamos de la longevidad del formado. Se estrenó el 19 de marzo del 2009 y Jorge Javier Vázquez ya era su presentador. Trece años y medio después, constato la erosión que han sufrido sus colaboradores y la comparo con la que he sufrido yo: estamos empatados. Hay programas así: viciosos. Lo fue Crónicas marcianas y lo ha sido, con maquillaje de naranja, limón o sandía, Sálvame. Definición de programa vicioso: el que provoca simultáneamente placer y un desgaste aparentemente imperceptible pero notable del equilibrio neuronal y emocional.

MEMORIA DEL MAL. Lo que al principio era un ejercicio recreativo de maldad festiva y chismorreo rabioso (y contagioso), con los años degeneró en episodios de autodestrucción y canibalismo. De un tiempo a esta parte, el espectáculo ha entrado en una fase de envejecimiento y cierta vulgaridad en sus contenidos. Los recursos son menos espontáneos y la capacidad de improvisación se ha vuelto más flácida. El miércoles, sin embargo, los espectadores vivimos un momento fugaz de estímulos inesperados. La noticia (?) del día eran las fotografías de Iñaki (Urdangarin) y Ainhoa (Armendia) en Formentera, publicadas por Lecturas. Como el programa no podía explotar la exclusiva de otro medio, decidió recrearlas con actores y un croma de fondo que reproducía, con una aproximación entre sórdida y precaria, los paisajes isleños. Convenientemente dirigidos, los actores tenían que reproducir las escenas (tórridas, según Jorge Javier Vázquez), en un intento de recuperar el músculo irónico de los viejos tiempos. Sin embargo, probablemente porque hay vicios que castigan más que otros, como fiel consumidor y adicto a Sálvame me sentí como el aficionado al circo que, al llegar a la pista, detecta el aburrimiento y el cansancio en los leones, la artrosis de los payasos y el sobrepeso del domador.

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