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El legadode ‘Late motiv’

La etapa final de Late motiv (Movistar, que acabará el 23) no devalúa los tres ingredientes que lo han definido: orgullo, talento y una conexión con la actualidad que no solo utiliza el humor como terapia de evasión sino también como un estímulo para una visión crítica del presente. Consciente de que acaba por razones que solo entienden los que manosean presupuestos, voluntades y equilibrios intangibles, Andreu Buenafuente ha mantenido el espíritu del programa hasta el final. El lunes, cuando la comparecencia del expresidente Mariano Rajoy en el Congreso animaba tertulias discordantes y certificaba el bajísimo nivel parlamentario (el papel de la oposición fue escandalosamente frívolo y desinformado) al que hemos llegado, Buenafuente definió el panorama con precisión. Sin perder el buen humor, explicó que a los miembros de la comisión no les importaba que Rajoy estuviera implicado o no en el caso Kitchen y que en realidad lo citaban “para pasar un rato” (pausa) “porque es gracioso verlo”. La legitimidad empresarial de los que han decidido prescindir de Late motiv es compatible con la legitimidad de quienes lamentamos que la televisión de pago pierda una referencia de calidad no solo por la implaca-ble justicia de los presupuestos sino porque Buenafuente, sus grandes colaboradores y su equipo nunca han renunciado a opinar sobre el presente, aunque sea con los terapéuticos instrumentos de la comedia.

ASPERSORES DE DISCORDIA. Las sesiones de control de los miércoles son el espejo del nivel de los políticos y por extensión, de quienes les votamos. En Madrid o en Barcelona, y gracias a las retransmisiones de las cadenas pública, constatamos que predomina la urgencia del titular y la gestualidad de la discordia. Es una gestualidad que perpetúa las lecciones morales y las contrarréplicas venenosas. La intención de servicio público, que seguro que existe, queda enterrada bajo toneladas de egolatría sensacio-nalista. Parece que a los portavoces, sobre todo a los que intentan abrirse camino desde la oposición, solo les interese convertirse en proveedores de titulares para la industria adosada, a menudo parasitaria, de la amplificación. Se les nota demasiado que solo trabajan para sus equipos de comunicación y para recibir la inmediata adhesión, acrítica y aduladora, de su séquito.