La villana inocente

La villana inocente

Me decían que lo había hecho y no lo recordaba, que la había acuchillado y no lo recordaba. Rocío era una hija para mí”. Las palabras de Dolores Vázquez, Loli, la mujer condenada en septiembre del 2001 por haber asesinado a Rocío Wanninkhof, resuenan contundentes y llenas de resignación en la serie documental que HBO Max acaba de estrenar sobre uno de los mayores errores judiciales de la historia española. La protagonista principal de Dolores: La verdad sobre el caso Wanninkhof fue sentenciada a quince años y un día de prisión por un asesinato que jamás cometió. La presión para que se resolviera el caso, tanto mediática como por parte de la familia de la víctima, y la falta de pruebas llevaron a las autoridades a celebrar un juicio repleto de irregularidades. Dos años más tarde fue excarcelada tras descubrirse al verdadero asesino: Tony Alexander King. Una irrefutable prueba de ADN ligó este crimen con el de Sonia Carabantes en agosto del 2003. El fatal destino de esta joven salvó a Loli de la cárcel, pero no así del escarnio público al que fue sometida hasta ese momento.

Loli, tras veinte años de silencio, analiza en primera persona su calvario a lo largo de los seis capítulos de esta producción, en la que también se da voz a Alicia Hornos, expareja de la condenada y madre de Rocío, que sigue creyendo en la culpabilidad de Vázquez, y se hace un repaso de la incompleta investigación policial y de cómo la presión social propició que unos jueces poco valientes encerraran a una inocente. Asimismo, se pone el foco en algo clave para entender el porqué de este fallo judicial: la imagen distorsionada que se creó públicamente de Loli, principal señalada a la que los medios vieron como la villana perfecta. La tacharon de mujer fría, calculadora, autoritaria y agresiva, fue criticada por ser lesbiana y “muy masculina”. Básicamente, un monstruo. Todo eso jugó un papel determinante en su condena. La sociedad pedía su cabeza y la justicia se la sirvió en bandeja.

Estoy de acuerdo con Toñi Moreno, productora del documental, cuando afirma que este fue un caso de “lesbofobia”, porque ser lesbiana en aquella época era un tabú y el arma arrojadiza perfecta para ver la maldad donde no la había. Ese “no soy una lesbiana perversa”, que casi grita Loli en un momento de la cinta, me llega al alma. Y más cuando clama a las instituciones un merecido perdón, que todavía no le ha llegado.

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