El único objetivo de la primera reunión es asegurar una segunda reunión”. Es uno de los mensajes que se lanzan en
Tratar de entender a las dos partes contrarias (“¿Qué causa el miedo que se interpone en el camino de la paz”?, pregunta Ann-Mari a sus colaboradores mientras preparan la primera mesa de negociación), moverse con mucho tacto y sobre todo no ofender son algunos de los aspectos que se irán recalcando a lo largo del primer episodio de los diez que componen la serie. Y por supuesto también aparecerán piedras inesperadas en el camino que pondrán en peligro la negociación a las primeras de cambio, como será en este caso el descubrimiento de unas fosas comunes.
Basada en hechos y personas reales que han inspirado la historia, Peacemaker ofrece un interesante retrato de las fuerzas de paz, del comercio internacional de armas y de su estrecha relación con los que están en el poder. Un ejercicio didáctico, rodado con sobriedad, que satisfará a los amantes de los thrillers políticos aunque, evidentemente por producción y estética, se encuentre en las antípodas de Homeland. También ofrecerá seguramente una visión más realista de lo que son unas mediaciones.
Rodada principalmente en Gran Canaria pero también en la España peninsular, Estambul, Berlín y Nueva York, la mayor parte de la fuerza de la serie reside en el personaje de Ann-Mari, una mujer en la cincuentena, de pelo canoso y con dominio para pautar los tempos y adelantarse (y sobreponerse) a los escollos que surgen en la negociación.
Una mujer idealista en definitiva que afirma sentirse “avergonzada de ser europea y finlandesa” a causa de las decepciones que desde sus puestos de responsabilidad ha ido descubriendo y que buscará ahora reencontrarse con “la dignidad humana” que en su opinión han perdido los políticos europeos.