El diseñador y el productor

El diseñador y el productor

Quien no sepa nada de Roy Halston, el hombre que contribuyó a popularizar la moda de Estados Unidos por todo el mundo en los años setenta, es posible que acabe la miniserie Halston de Netflix sin acabar de entender al diseñador y las pretensiones de la adaptación. En teoría los cinco episodios tienen los elementos propios de cualquier biopic. Se muestra la inauguración de John F. Kennedy donde Jackie llevó el mítico sombrero pillbox que colocó a Halston en la primera línea de la industria. Se deja entrever una infancia traumática. Están las colaboraciones profesionales con el ilustrador de moda Joe Eula, un Joel Schumacher que se convirtió en director de cine o la modelo y musa Elsa Peretti. Sale la amistad con Liza Minnelli y la relación sentimental tormentosa con Victor Hugo, prostituto, artista y mala pieza. Pero la serie no tiene ninguna determinación a la hora construir el mito para después deconstruirlo: ni siquiera queda claro cuál era el talento de Halston más allá de decir de él mismo que redefinía la moda y que era mejor que Óscar de la Renta o Calvin Klein. El director Daniel Minahan tampoco ayuda a disimular la superficialidad de la propuesta: ni Minnelli cantando el clásico Liza with a z o el ambiente de la discoteca Studio 54 tienen una sola idea imaginativa. Solo brilla la actriz Rebecca Dayan, que permite entender que el Halston de Ewan McGregor se inspirara con la presencia y la belleza de Elsa Peretti.

Lo que sí hace Halston, sin embargo, es enseñar que el todopoderoso Ryan Murphy va desnudo. No es el creador (este papel lo tiene Sharr White) pero sí firma guiones y es productor ejecutivo. Los críticos americanos se lo pasan fenomenal estableciendo paralelismos entre Murphy y el diseñador: si Halston se fue diluyendo después de vender la marca a Norton Simon Inc y diversificar el negocio, Murphy no estrena ni una serie destacada desde que firmó un acuerdo con Netflix valorado en 300 millones de dólares ( Ratched , The Politician o Hollywood son la evidencia). La asociación entre vender el alma por un cheque y perder el talento puede ser tentadora pero no acaba de ser fiel a la realidad. Por ejemplo, si hacemos caso a la ficción, el problema de Halston no era ofrecerse al mejor postor sino desatender las obligaciones y esnifar incluso el polvo de los rincones del estudio. Y el declive de Murphy parece tener otra razón de ser: el exceso de libertad. Desde que no cuenta con el asesoramiento y las notas de John Landgraf, el presidente del canal FX, para quien desarrolló American horror story, American crime story, Feud o Pose , no presenta una ficción estimulante. Hay talentos que necesitan que de vez en cuando alguien les pare los pies y los centre para sacar lo mejor de ellos mismos.

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