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El ‘Sálvame’ más cruel: hundir y humillar a sus propios colaboradores

Análisis

El espacio, que cada vez tiene que llenar más horas, genera contenidos poniendo en situaciones límites a sus trabajadores para crear polémicas y debates

Belén Esteban cuelga en directo a ‘Sálvame’

Anabel Pantoja, avergonzada en ‘Sálvame’ por un vídeo que trató de borrar

El Sálvame más cruel que humilla y hunde a sus colaboradores

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Vaya por delante que trabajar en Sálvame no tiene que ser fácil. Estamos hablando de un programa que, actualmente, copa cinco horas diarias (de 16 a 21), de lunes a viernes. También los sábados con el sucedáneo Sábado Deluxe que se alarga desde las diez de la noche hasta pasadas las dos de la madrugada. Una cuota de pantalla enorme que, como no puede ser de otra manera, también debe implicar un evidente desgaste entre todo el equipo que lo conforma. Y es que llenar cada día cinco horas de televisión generando interés y reuniendo una media de unos tres millones de espectadores cada jornada es un reto mayúsculo.

Y quizás esa sea la principal línea argumental del por qué el programa se ha visto obligado a frecuentar y consolidar una práctica que, en sus primeros años, no asomaba tanto. Se trata de crear y estirar polémicas entre los propios colaboradores del programa que saben perfectamente a qué se exponen cuando firman un contrato para formar parte del espacio. Y no es otra cosa que ver peligrar su intimidad y arriesgarse a que la propia empresa por la que trabajas decida de un día para otro poner patas arriba toda tu vida. Algo que se ha acentuado durante el confinamiento por la falta de material que llegaba desde fuera.

'Sálvame' emite un vídeo de Anabel Pantoja muy perjudicada

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Escrito así suena bastante cruel, la verdad. Uno se imagina en un mundo más o menos ideal que la empresa por la que trabajas será la primera en protegerte y, en el caso de que hayas provocado algún incendio, hablar contigo en privado para tomar las decisiones que mejor convengan a las dos partes. Pero en el caso de Sálvame- más adelante hablaremos de la guionización de las tramas- da la sensación de que el paraguas que te protege puede llegar a convertirse en el tsunami que acabe ahogándote con tus propias penas y problemas.

Como suele pasar en cualquier espacio también es cierto que hay algunos pesos pesados dentro del programa que tienen menos posibilidades de que eso ocurra, ya sea porque se han ganado con el paso de los años ese estatus o porque por contrato hay unos límites que con algunos nombres mejor no traspasar. Hablo de Belén Esteban, Kiko Hernández, Kiko Matamoros o Mila Ximénez, por poner cuatro ejemplos que me parecen representativos. A no ser que ellos mismos se presten a participar en algún reality, la sensación desde fuera, y está claro que pudo estar equivocado, es que tienen muchos menos boletos para participar en el sorteo del ventilador de mugre.

‘Sálvame’: El polígrafo da la razón a Lydia Lozano y desmonta a Antonio Montero

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¿Qué sucede con los demás? Da la sensación que el resto está sometido a las coordenadas de la actualidad: sí hay escándalos fuera se convierten en analistas e opinadores, pero en épocas de escasez de polémicas, saben perfectamente- y da la sensación que lo tienen completamente asumido- que serán ellos y su vida los que pasarán a un primer plano mediático, sin importar que sea su propio programa el que les empuje a pasar por ese túnel del terror.

El último caso en este sentido ha sido el de una Anabel Pantoja que este lunes volvía al programa después de estar confinada con su futuro esposo en Canarias y que como premio a su regreso ha visto como el programa sacaba a la luz unas imágenes suyas después de una cena con amigos, con un estado poco presentable y con bronca de por medio con su novio. Lo más perverso, quizás, no eran las imágenes en sí, sino la forma de presentarlas. “Tenemos una prueba gráfica que podría poner en peligro la boda de Anabel con su novio Omar”, aseguraban desde plató.

‘Sálvame’: Lydia Lozano estalla y termina llorando

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Da la casualidad que la sobrina de Isabel Pantoja ha estado haciendo cada semana una colaboración telemática con el programa, una sección llamada ‘Puesta a Panto’ y en la que hacía algo de ejercicio con los presentes en el plató. El premio por ello ha sido poner en peligro su boda. Sin duda, una crueldad que estas últimas semana también hemos visto repetida en la piel de una Lydia Lozano que ha visto como el propio programa desenterraba su peor experiencia profesional con el caso de Ylenia Carrisi, la hija del cantante Al Bano.

Las estrategias suelen ser siempre las mismas, aunque son variopintas. Desde polígrafos, testimonios que quieren hablar de algo que afecta a alguno de los colaboradores, material inédito que ha llegado a la redacción, enfrentamientos entre otros miembros del programa o, en el caso de participación en algún reality de la cadena, evaluación de su paso por el concurso con cuchillos sustituyendo a las uñas. Gustavo López, Chelo García Cortés, Marta López, Antonio Montero, Antonio Tejado, Raquel Bollo, Terelu Campos o Carmen Borrego han sido algunas de las víctimas recientes de este ejercicio de psicoterapia perversa que ha terminado con varios de ellos fuera del programa.

'Sálvame Okupa': Carmen Borrego amenaza con abandonar la casa debido a los dolores de su última operación estética

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Soy de los que piensa que en televisión nada pasa porque sí y que el gran reto para cualquier programa es hacer ver que todo fluye de manera natural cuando hay una evidente y necesaria preparación detrás. No quiero decir con eso que todo lo que pasa en Sálvame esté prefabricado (el programa cuenta con que las emociones de cada uno pueden explotar de maneras distintas), pero parece más que evidente que todos los allí presentes saben con antelación a qué se van a enfrentar, durante cuántos días y qué consecuencias positivas y negativas puede tener para ellos dar más o menos juego.

La profanación de valores

Espectáculo vs ética

Así que la buena noticia en todo este paisaje de crueldad humana es que, en la mayoría de ocasiones, los colaboradores no hacen más que interpretar un papel, una obra de teatro, un vodevil, que tiene como finalidad entretener a una audiencia que ve que sus problemas no son nada en comparación con las miserias de los demás. Eso sí, cuando se termina el tomate y se apagan las luces todo el mundo a casa a descansar como si nada hubiera pasado. Porque quizás no ha pasado nada.

Y esa, precisamente, sería la mala noticia de todo esto: hacer creer al espectador cosas que no son, induciéndole al engaño permanente. Algo que para un servidor sería más grave ya que, de ser así, a quien se estaría humillando entonces es a los mismos que te están dando de comer y te regalan cada tarde su compañía. Cuidado con eso.