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Una ‘primavera árabe’ para el cine

Estrenos Fenómeno insólito: cuatro películas dirigidas por mujeres procedentes de países musulmanes aterrizan en nuestra cartelera en apenas un mes. Más que suficiente para que nos preguntemos por un posible rebrote de la ‘primavera árabe’, por lo menos en el cine

HAIFAA AL-MANSOUR

Hace ya una década que el mundo árabe convulsionó, desde Mauritania hasta Yemen. Parecía que se avecinaban cambios, y en los televisores de Occidente se contemplaba con simpatía aquellos manifestantes, que reclamaban más democracia, alejándose del extremismo islámico. Tenían móviles, usaban las redes sociales, eran como nosotros. Si bien la mayor parte de aquellas esperanzas se vieron truncadas, el estreno casi simultáneo de cuatro películas dirigidas por mujeres de cultura musulmana nos sirve para reexaminar la situación. Antes de abordarlas, un dato nos saca los colores: según el Instituto del Cine de Doha (Qatar), un 25% de las cineastas independientes del mundo musulmán son mujeres. En España, el último informe CIMA señalaba tan sólo un 20% de realizadoras, sean independientes o todo lo contrario, por no mencionar que, entre las cien películas más taquilleras de EE.UU. en el 2019 sólo hubo doce dirigidas por mujeres. Si esto fuese una fábula, ¿podría ser La liebre y la tortuga ? A largo plazo, teniendo en cuenta que damos muestras de involución, quién sabe.

Marruecos y las madres solteras

En el vecino reino de Mohamed VI, la primavera árabe se tradujo en una nueva Constitución, dando un nuevo paso en el proceso de democratización de un país regulado, eso sí, a velocidad de palacio. No olvidemos, por ejemplo, que el sexo fuera del matrimonio sigue penado por la ley y el aborto prohibido, salvo en caso de incesto. Las madres solteras son tratadas como parias, y sus hijos como bastardos. El drama ya se abordó en el documental Madres invisibles (2016), del gaditano Lorenzo Benítez, o en Sofía (2018), puesta de largo de la marroquí Meryem Benm’Barek, y vuelve a la actualidad con Adam , de Maryam Touzani, otra realizadora marroquí que debuta con un filme apoyado por Doha y presentado en Cannes. Aquí es una joven embarazada, que llama a todas las puertas de Casablanca, en busca de techo y comida. Sólo una le abrirá. La de una pastelera viuda y taciturna, que vive con su hija. Será el encuentro de dos soledades, una pequeña corriente de sororidad. Sobria como un cuadro de Vermeer ambientado en la Medina, Adam se convirtió en la primera película marroquí dirigida por una mujer candidata, que no nominada, al Oscar.

Argelia y el decenio negro

Un 25% de los cineastas independientes del mundo musulmán son mujeres; en España, sólo un 20%

En el país que celebró su independencia con una obra maestra – La batalla de Argel (Gillo Pontecorvo, 1966)–, la primavera árabe apenas conmovió al presidente Abdelaziz Buteflika, que ha dimitido hace sólo unos pocos meses. En parte, porque el país arrastraba el trauma del decenio negro , la guerra entre islamistas radicales y los militares que les negaban el poder, que sembró la muerte entre 1992 y el 2002. Es el periodo escogido por Mounia Meddour para su salto a la ficción con Papicha , donde la protagonista, encarnada por la pujante Lyna Khoudri (vista en Especiales , y próximamente en The French Dispatch , de Wes Anderson), idea un desfile de moda entre amigas como medio de resistencia a la barbarie, y lo hace reinventando el tradicional haik, para dejar claro que es posible progresar sin olvidar las raíces. Película luminosa sobre un periodo oscuro –también candidata, que no nominada, al Oscar–, se presentó en Cannes al poco de la caída de Buteflika, reemplazado por un tecnócrata afín, para que nada cambie, mientras las protestas continúan...

Túnez y la resaca primaveral

Al contrario que Argelia, Túnez carece de petróleo. Pero gana en democracia. Fue el único país en el que triunfó plenamente la primavera árabe , aunque también el que más yihadistas generó. A la caída de Ben Ali, siguió un periodo de incertidumbre, dominado por el miedo a que los islamistas exportaran el decenio negro argelino. Aquel caos provocó traumas que Manele Labidi examina en forma de comedia colorista con Arab Blues , su primer largo, sugiriendo que Túnez, tras la marcha del padre, es un país que ha hecho tabla rasa, y ha entrado en terapia. La magnética presencia de Golshifteh Farahani, actriz que lleva una década sin poder pisar su Irán natal, le añade una capa de metasentido, mientras que Majd Mastoura, protagonista de la mayúscula Hedi (Mohamed Ben Attia, 2016), vuelve a ser un hombre atrapado en sus contradicciones, entre la asfixiante tradición y el deseo de libertad. Incluso en el país musulmán más avanzado en materia de libertad para las mujeres, queda mucho trabajo por hacer, como diría nuestra terapeuta.

Arabia Saudí y el reino del niqab

De Túnez a Arabia Saudí, reflejan realidades muy distintas, pero siempre con mujeres protagonistas

En el extremo más radical del mundo islámico, Haifa Al-Mansour se convirtió en la primera mujer realizadora con

Todas estas películas, encantadoras en su sencillez, nos devuelven a un tiempo, tan distinto al nuestro, en el que el cine ocupaba un lugar central, cumplía una función social, y era motor de cambios. Como la mujer.