Lee Chun-jae, el violador de Hwaseong que escapó de la justicia durante 30 años
Las caras del mal
El ‘Zodiac’ coreano no será condenado por sus crímenes al confesarlos una vez prescritos
Su historia inspiró ‘Crónica de un asesino en serie’ del director de la oscarizada ‘Parásitos’
Eran las dos de la madrugada cuando el agresor irrumpió sigilosamente en la habitación de la pequeña Park Sang-hee, quien no tuvo la oportunidad de defenderse. Cuando se quiso dar cuenta, estaba amordazada y atada de pies y manos a la cama. Durante varias horas, el violador la agredió sexualmente con varios objetos afilados para terminar estrangulándola. Sus padres la encontraron a las siete de la mañana y sin rastro alguno del responsable. El único detenido, Yoon Sung-yeo, fue condenado a veinte años de prisión por un crimen que no cometió. Pese a su falsa confesión, se trataba de un imitador del verdadero ‘monstruo de Hwaseong’ o ‘violador de Hwaseong’, que estaba aterrorizando a esta comarca de Corea del Sur.
Tuvieron que pasar tres décadas para que Lee Chun-jae, el ‘Zodiac’ asiático, admitiese sus crímenes. Pero las autoridades llegaban tarde: era verano de 2020 y los delitos habían prescrito. Ya no puede ser condenado.
Sus inicios
Nacido el 31 de enero de 1963 en Hwaseong (Corea del Sur), Lee Chun-jae tuvo una infancia complicada. La muerte de su hermana por ahogamiento le trastocó psicológicamente: nunca lo superó. Además, su hermano mayor lo agredió sexualmente cuando era un niño, generando en él un sentimiento confuso sobre la sexualidad. Parece ser que este fue el origen de la naturaleza de sus asesinatos.
Tras graduarse en la escuela secundaria, en 1983 Lee se alistó en el ejército de la República de Corea desempeñando funciones como piloto de tanques. Tres años después, concluyó su labor militar y trabajó para sendas empresas de construcción y de repuestos eléctricos, e incluso como conductor. Fue en 1986 cuando este veinteañero inició su carrera criminal. Su primer asesinato: una anciana de 71 años, que regresaba a casa después de visitar a su hija.
Aquel 15 de septiembre de 1986 comenzaron los denominados ‘asesinatos de Hwaseong’. Su responsable, Lee Chun-jae, aterrorizó durante casi siete años a la población femenina de esta localidad surcoreana, que temía salir a la calle por miedo a ser violadas y asesinadas. La primera de sus víctimas, Lee Wan-im, no podía imaginar que aquella mañana perdería violentamente la vida a manos de un joven de veintitrés años. Tras abordarla por la espalda, la estranguló y dejó su cadáver al lado de la carretera.
Un mes después, hizo lo mismo con Park Hyun-sook, de 25 años, pero aquí añadió un delito más, el de violación.
‘Modus operandi’
Con cada asalto, el denominado ‘monstruo de Hwaseong’ fue incrementando su sadismo y brutalidad, hasta el punto de incluir en sus crímenes instrumentos que le servían para multiplicar el dolor. Empleaba cualquier tipo de prenda de vestir de la mujer (medias, bragas, bufandas) para amordazarlas, maniatarlas y estrangularlas; y objetos afilados para insertárselos en los genitales durante la violación. La mutilación se convirtió en una especie de ritual para él.
Además, Lee seguía un mismo modus operandi para evitar ser descubierto: vestía ropas oscuras, prendas con capucha o gorras negras, incluso pasamontañas, y perpetraba los asaltos en lugares apartados y preferiblemente a primera hora de la mañana o a última de la noche. Previamente, las acechaba en la sombra para cerciorarse de que las mujeres estaban completamente solas.
En siete años, violó a una treintena de mujeres y mató a otras diez, una circunstancia que puso en jaque a las autoridades. Durante la monumental investigación se estudiaron a más de veinte mil sospechosos y participaron cerca de dos millones de policías. Las pruebas recabadas en las escenas de los crímenes (muestras de semen, cabello o colillas de cigarrillos) no señalaban a nadie en concreto. Tampoco ayudaban las limitadas herramientas forenses disponibles en la época, por no mencionar que el testimonio de las supervivientes aportaron descripciones vagas sobre el violador.
Tuvo que llegar la declaración de un conductor de autobús para arrojar luz y poder confeccionar así, el primer boceto de Lee.
Ocurrió el 7 de septiembre, poco después de producirse el séptimo asesinato. El chófer detalló a la Policía cómo un joven, de unos veinte años, de complexión delgada, con una altura entre 1.65 a 1.70 metros, cabello corto, sin párpados dobles y nariz afilada, entró en su vehículo en el tramo horario en el que se perpetró el crimen de Ahn Gi-soon, una ama de casa de 54 años.
Aquella descripción unida a la realizada por algunas de las supervivientes dieron como resultado el primer retrato robot del asesino. Pero no impidió que este continuase sembrando el terror en Hwaseong. Hasta tuvo una especie de imitador, Yoon Sung-yeo, que a sus 22 años confesó haber violado y asesinado a la niña Park Sang-hee en su propia casa. Durante el interrogatorio el joven explicó vagamente cómo lo hizo y, aunque los indicios eran confusos respecto a su supuesta participación, las autoridades lo llevaron ante la justicia.
El imitador
No es la primera vez que en la crónica negra de sucesos un individuo confiesa en falso un crimen que no ha cometido, normalmente para captar la atención de los que le rodean y sentirse importante. Algo así le pasó a Yoon que, aquel mes de agosto de 1989, decidió asumir la culpa de algo que no había hecho. Nadie puso en duda su testimonio y fue condenado a veinte años de prisión. Tuvieron que pasar tres décadas para que el verdadero responsable diese la cara y contase la verdad. Ya era tarde, un inocente había pagado por ello.
Un mes después de este séptimo asesinato y de la inculpación de Yoon como el imitador del ‘monstruo de Hwaseong’, Lee efectuó un robo con violencia. Tras irrumpir en el domicilio con guantes y un arma, el propietario lo descubrió y tuvieron un enfrentamiento. Por suerte, este consiguió reducir al asaltante y fue detenido.
Por el delito de robo con violencia, Lee fue condenado a un año y seis meses de prisión pero apeló hasta en dos ocasiones. En el recurso aseguraba que en ningún momento entró en la vivienda para robar sino para escapar de un desconocido que le perseguía. Tras un segundo juicio, el juez finalmente lo dejó en libertad condicional en abril de 1990.
Hasta que contrajo matrimonio en 1992, Lee perpetró otros dos nuevos crímenes: el de una adolescente de 14 años y el de una adulta de 69 años. El perfil de sus víctimas no guardaba similitudes físicas ni de edad, lo único que las unía era que en el momento de las agresiones estaban solas. La última sucedió cuando su mujer lo abandonó. Lee echó la culpa de todo a su cuñada y decidió vengarse.
A prisión
Era el 13 de enero de 1994 cuando Lee se personó en la casa de la cuñada, de 18 años. Tras drogarla, amordazarla y atarla, la violó salvajemente y la estranguló con una media. Para evitar levantar sospechas, escondió el cadáver en el garaje cubierto de nieve de una ferretería. Horas después, el suegro comenzó a buscar a su hija y con la ayuda de Lee (se personó para ayudarle con la búsqueda) concluyeron que la habían secuestrado.
Lo denunciaron ante la Policía pero dos días después encontraron el cuerpo. Pasó desapercibido porque estaba protegido por la nevada, pero tras derretirse descubrieron a la joven envuelta en una lona azul, con la cabeza metida en una bolsa de plástico y las manos atadas con su propia ropa interior.
Los investigadores interrogaron a todos los familiares, incluido a Lee, que inconscientemente se autoinculpó al hacer la siguiente pregunta: “¿Cuántos años se cumple en prisión por violación y asesinato?”. Aquello hizo saltar las alarmas porque los agentes en ningún momento filtraron que la joven fue agredida sexualmente ni asesinada. Esto sucedió horas antes del hallazgo.
Así que cuando localizaron el cadáver y ante la evidencia incriminatoria del testimonio, Lee fue detenido e interrogado nuevamente. Pero negó taxativamente ser el autor del crimen y acusó a los agentes de coaccionarlo. Pese a su negativa, fue llevado ante el tribunal y condenado a muerte en mayo de 1994. Un año después, el Supremo revisó su caso y la pena se redujo a cadena perpetua con posibilidad de libertad condicional después de veinte años.
El ADN
Aquella condena puso fin a los ‘asesinatos de Hwaseong’ y a la imposibilidad de resolverse hasta pasados treinta y tres años. Tal fue el calado en la sociedad surcoreana que lo ocurrido sirvió como inspiración para series de televisión, obras de teatro, e incluso, películas. Una de las más conocidas, Memories of murder ( Crónica de un asesino en serie ), saltó a la gran pantalla en 2003 de la mano de Bong Joon-ho, el mismo cineasta de la oscarizada Parásitos.
La película se llevó la Concha de Plata a la mejor dirección en el Festival de San Sebastián de aquel año y consiguió ser el filme más visto en Corea del Sur, con más de cinco millones de espectadores.
Pese a que los crímenes del ‘monstruo de Hwaseong’ cesaron, no así las investigaciones al respecto. La Policía continuó recabando pruebas y en septiembre de 2019, gracias a las innovadoras herramientas forenses actuales, hicieron un importante descubrimiento: el ADN encontrado en la ropa interior de una de las víctimas coincidía con el perfil genético de Lee. Acababan de encontrar al ‘Zodiac’ coreano. No fue la única evidencia aportada por los investigadores.
Después llegaron cuatro muestras más de ADN que se vincularon al condenado y que lo identificaban como el autor de dichos crímenes. La conclusión era clara pero necesitaban interrogar al condenado. Lee, que se encontraba cumpliendo condena en la prisión de Busan, negó su participación en estos asesinatos seriales, pero unas semana después confesó que era él a quien buscaban y aportó datos y localizaciones precisas sobre cada uno de ellos.
Durante su confesión, Lee relató haber matado a quince mujeres (diez víctimas fueron localizadas e identificadas) y violado a una treintena más entre 1986 y 1992. Aunque según las autoridades, pudieron haber sido más dado que no presentaron denuncia alguna.
En noviembre de 2019, la Policía anunció que había llegado a la conclusión provisional de que Lee era responsable de los diez asesinatos en serie. Pero surgía un nuevo problema: los crímenes habían prescrito y no podían enjuiciarlo. Así es cómo el pasado verano de 2020, el cuerpo policial surcoreano tuvo que cerrar uno de los casos más perseguidos de su historia al no poder subir al estrado a su asesino en serie más atroz. Lee, mientras tanto, podría optar a la libertad condicional en pocos años. Para la ley, solo mató a su cuñada. Del resto de víctimas, nada.