El asesino de Pioz a su cómplice: “Pensé que me daría asco, pero soy un enfermo”
Sucesos
Los Whatsapps de Patrick con su amigo Marvin incrementan el nivel de atrocidad de uno de los crímenes más terribles de los últimos tiempos
Cuando la semana pasada la policía de Brasil convocó a los medios de comunicación para anunciar que habían detenido allí, en la ciudad de Joao Pessoa, a un “cómplice” de Patrick Nogueira Gouveia en el asesinato de sus tíos y de sus primos, en un chalet de Pioz, aquí en España la información añadió si cabe más horror a uno de los crímenes más terribles de los últimos años. El nivel de monstruosidad ha subido estas últimas horas al conocerse la literalidad de los mensajes de WhatsApp que el asesin intercambió con su amigo durante la carnicería. “Maté primero a la mujer, luego a la mayor de 3 años y luego al enano de un año. Pensé que me daría asco, pero soy un enfermo”, escribió Patrick a Marvin Henriques Correia.
Los mensajes están en el atestado de la Policía de Brasil que se supone que en las próximas horas harán llegar a sus colegas de la Guardia Civil. Antes los consiguió el periodista Mauricio Ferraz, del noticiero G1, de la cadena Globo, en Brasil. Mensajes que si sirven para algo de cara a la investigación son para reafirmar que Patrick, como muy bien ha dicho él en reiteradas ocasiones, no solo no está loco, sino que fue tan consciente de lo que hacía, que fue capaz de escribirlo y retratarlo para compartir el momento con su mujer amigo.
Relato de los asesinatos
A las siete y seis minutos de la tarde en España, cinco menos en el estado de Paraíba, Patrick recibe un primer WhatsApp de su amigo Marvin. Son viejos conocidos del instituto. Les une además la pasión por la lectura de libros relacionados con la maldad. El teléfono móvil del asesino confeso le sitúa en ese momento en la pequeña localidad de Pioz, como recoge el informe técnico de la Guardia Civil. Un mismo informe que confirma que el teléfono del joven hizo uso de la red para intercambiar datos, en más de una decena de ocasiones.
Patrick responde a su amigo.
––Tío, estoy esperando al quinto miembro de la familia.
La conversación prosigue entre ambos.
–– Marvin: Querría imaginar la escena. Tú llegando para matar. Jajajajaja
–– Patrick: Llegué con las pizzas y hablé un poco.
La charla se interrumpe unos segundos. Por las horas y el contenido de la misma hay que suponer que Patrick ya ha asesinado a su tía Janaína y a sus primos de cuatro y un año, y que está esperando la llegada de su tío Marcos, que volverá de su primer día de trabajo en un asador. Tardará. No tiene coche y se desplaza en transporte público.
Marvin a su amigo pide detalles del crimen.
–– ¿A quién le diste el primer navajazo? ¿A la mujer?
–– Patrick: Maté primero a la mujer. Y después a la mayor, de tres años. Luego al enano de un año. Pensé que me daría asco, pero soy un enfermo.
Un enfermo que no está loco, insisten los investigadores. La conversación entre los dos amigos prosiguió. El asesino envió varias imágenes de la carnicería. Algunas fuentes en Brasil aseguran que también compartió un video, pero es un dato no contrastado. Si hay un selfie en el que Patrick aparece sereno, e incluso se insinúa una ligera mueca de sonrisa. De placer, quizás. E incomprensiblemente aparece limpio, sin mancha alguna de sangre pese a la matanza que acaba de protagonizar.
Patrick debió escuchar el ruido de la puerta principal, llegaba por fin su tío Marcos.
–– Marvin: Concéntrate, no falles. Buena suerte.
Patrick recibió a su tío Marcos en la puerta exterior del chalet, en el jardín. Le dejó pasar y quiso mostrarle los cadáveres de su mujer y sus dos hijos asesinados en la cocina. Ese instante coincide con la declaración de un vecino que dice escuchar el grito ahogado y terrible de un hombre. Los dos hombres forcejearon. Patrick debió de cortarse en ese momento, o después cuando después mutiló los cadáveres de los adultos. Su sangre apareció junto a la de Janaína en el cierre de una de las bolsas que guardaban los cuerpos.
–– Patrick: Tío, acabé.
–– Marvin: Jajajajaja Patrick el asesino.
Seguidamente, Patrick comparte alguna de sus dudas más inmediatas con su amigo.
–– Piensa, alguien va a notar la desaparición de los cuerpos. Empezarán a oler. Solo viene el dueño de la casa pero viene el día 10. Yo lo sé. Pero no tengo donde enterrarlos. Y es muy arriesgado llevarlos lejos.
Por eso decidió llevarse el teléfono móvil de su tío. Le sacó la tarjeta y en otro terminal envió un mensaje al propietario del chalet haciéndose pasar por Marcos y avisando de que se retrasaría en el pago del alquiler de agosto.
El corresponsal de El Mundo en Brasil amplia la conversación entre los dos amigos con un última charla entre ambos.
––Patrick: Si voy a la cárcel de aquí, bueno, ni me importa. Estaré en una celda para mi solo.
–– Marvin: Y ahora sal como si nada. Sal (de la casa) por delante. Vete por la mañana, como si fueras a dar un paseo o algo así.
–– Patrick: Al menos lo hice todo con guantes, no he dejado huellas.
Se equivocaba. Dejó muchísimas huellas. Hasta 700 indicios y pruebas recogieron los guardia civiles en la inspección ocular de cinco días que duró el trabajo en el interior del chalet de Pioz, y después en el laboratorio central.
Patrick obedeció a su amigo. Tras terminar el trabajo, se duchó. Buscó ropa limpia en el armario de su tío y se echó a descansar un rato en la cama de matrimonio. En cuanto amaneció abandonó el chalet de los horrores. Salió tranquilo y regresó a Alcalá de Henares en autobús. Esa misma tarde entrenó con su equipo de futbol. Nadie notó nada.
Ayer, el padre de Marvin, Percival Henriques, hizo varias entrevistas en diferentes medios de comunicación pidiendo disculpas y asegurando que su hijo no era consciente de lo que estaba haciendo. “Marvin es un niño muy dulce, amigo de sus amigos y dispuesto a ayudar en todo momento. Están intentando hacer de él un monstruo y no es así”, dijo en El Jornal de Paraíba.
Se da la circunstancia de que Percival Henriques preside una ONG muy prestigiosa en Brasil que además de intentar hacer llegar Internet a los puntos más recónditos del país, aboga por crear un marco legal que castigue a las personas que utilizan las redes para compartir imágenes de tragedias.