'Los Bridgerton': Hay vida más allá del duque de Hastings

Crítica

Simone Ashley y Jonathan Bailey tienen química, lo que era imprescindible.

Simone Ashley y Jonathan Bailey tienen química, lo que era imprescindible.

LIAM DANIEL/NETFLIX

Netflix esperaba que Los Bridgerton entusiasmara a los abonados de la plataforma. No inviertes más de 100 millones de dólares en fichar a una mujer como Shonda Rhimes sin esperar resultados. Lo que no podían prever era que la conversación de los ocho primeros episodios se centrara sobre todo en la voz y el porte de Regé-Jean Page, quien interpretaba a duque de Hastings, tan apuesto como inaccesible en lo emocional.

Cuando se descubrió que el actor solamente había firmado por una temporada y que no tenía intención de dejarse convencer para participar en los nuevos episodios, el público se llevó un chasco. ¿Hasta qué punto la Regencia antirracista dependía del carisma del actor que incluso había sido nominado al Emmy por su papel? La segunda temporada, que desembarca en Netflix este viernes, prueba que el universo de ficción puede sobrevivir tan tranquilamente sin Page.

El principal interrogante de la nueva etapa era hasta qué punto la Regencia antirracista dependía del carisma de Regé-Jean Page

Phoebe Dynevor vuelve como Daphne Bridgerton, si bien asumiendo que ahora tiene un papel secundario.

Phoebe Dynevor vuelve como Daphne Bridgerton, si bien asumiendo que ahora tiene un papel secundario.

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Esta vez los episodios se centran en el vizconde de Bridgerton, Anthony (Jonathan Bailey), el hermano mayor de Daphne, que quiere entrar en la nueva temporada social con un objetivo claro: encontrar una esposa con quien compartir el título. Pero él no quiere enamorarse, no, sino que busca una mujer educada con quien compartir la vida sin pasión.

Cuando las hermanas Sharma aparecen en Inglaterra tras haber sido criadas en la India, Jonathan encuentra en Edwina (Charithra Chandran) a la candidata ideal aunque será incapaz de no sentirse atraído por Kate (Simone Ashley), la mayor, que llega al Viejo Continente sin ninguna intención de contraer matrimonio.

Kate Sharma quiere hacer todo lo posible para que Anthony no se case con su hermana Edwina.

Kate Sharma quiere hacer todo lo posible para que Anthony no se case con su hermana Edwina.

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En tramas paralelas están los entresijos cada vez más turbios de los Featherington, la presentación en sociedad de Eloise Bridgerton (Claudia Jessie), que prefiere quedarse en casa leyendo y formándose, o la desesperación de Penelope (Nicola Coughlan) para continuar informando de los cotilleos de la corte con los artículos de Lady Whitsledown sin que nadie pueda descubrir su identidad.

Lo inteligente de Chris Van Dusen, que adapta las novelas de Julia Quinn, es que es consciente que el duque de Hastings no se puede sustituir y Jonathan Bailey, como ya se había podido ver en la primera temporada, transmite una presencia distinta: tiene una actitud más nerviosa, un comportamiento a ratos despreciable con sus seres queridos y no es un caballero intachable, dispuesto a utilizar a una mujer de educación impecable para quedar bien en las fiestas de sociedad.

Lo inteligente de Chris Van Dusen, que adapta las novelas de Julia Quinn, es que es consciente que el duque de Hastings no se puede sustituir

Nicola Coughlan como Penelope Featherington, que tiene problemas para mantener en el anonimato su identidad como Lady Whistledown.

Nicola Coughlan como Penelope Featherington, que tiene problemas para mantener en el anonimato su identidad como Lady Whistledown.

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Los Bridgerton, además, cumple donde toca. Bailey y Ashley tienen una química solvente, las distintas tramas se intercalan dando espíritu de comedia de enredos al conjunto, se desarrollan en un segundo plano los hermanos Bridgerton que deberán llevar la batuta romántica en las próximas temporadas (de momento, la producción tiene garantizadas dos temporadas más y un spin-off), y los valores de producción son exquisitos. Cuánto lucen el vestuario, los peinados, los espacios.

Donde la serie flaquea es en el desarrollo de la historia: el creador Chris Van Dusen no tiene el mismo buen olfato narrativo como en la primera temporada. El hecho de que el duque y Daphne se casaran antes de terminar la temporada no solamente descolocó al espectador sino que permitió que la tensión romántica no se alargara en exceso. Los conflictos emocionales se tuvieron que resolver dentro del matrimonio, regalando al espectador unas escenas tórridas con las que Los Bridgerton pudo desmarcarse de obras de referencia como el Orgullo y prejuicio de Jane Austen.

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Pero aquí el arco dramático es más convencional y en consecuencia la atracción entre Anthony Bridgerton y Kate Sharma se vuelve frustrante en los últimos episodios. Ojalá la temporada tuviera un par de episodios menos. Y ojalá que Van Dusen y la productora Shonda Rhimes no hubieran optado por inventarse una Inglaterra de la Regencia antirracista, sobre todo con un planteamiento tan absurdo y tratado de forma tan superficial y estética. De no ser por esta elección que se justificaba de forma muy pobre en la primera temporada, Los Bridgerton podría elevarse del terreno del placer culpable.

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