‘The walking dead’ o cómo desgastar una marca hasta que está muerta en vida
Opinión
Ya deberíamos estar acostumbrados a las decisiones tomadas en despachos y no en las salas de guionistas
La noticia acerca del final de The walking dead es ridícula. Es difícil de comprender que los productores preparen los últimos episodios y al mismo tiempo un spin-off centrado en Carol y Daryl. La razón es sencilla: el día que Scott Gimple y el canal AMC consideraron conveniente continuar adelante con la serie tras la marcha de Andrew Lincoln, el protagonista indiscutible como Rick Grimes, y con Danai Gurira planeando también abandonar, se daba por hecho que The walking dead sería The walking dead mientras estuvieran Norman Reedus y Melissa McBride en nómina.
Faltan explicaciones. Necesito que me cuenten cómo puede ser que el chiringuito zombie cierra en 2022 y en 2023 abrirá uno idéntico con los mismos protagonistas actuales, unos Reedus y McBride blindados con contratos apetitosos (se acercan al medio millón por episodio), y hasta con la misma mente creativa detrás, una Angela Kang que lleva siendo showrunner de la serie desde la novena temporada. Eso no es una secuela, eso no es ni un spin-off, eso es continuar The walking dead utilizando otro título.
Que alguien me explique cómo un spin-off con Daryl y Carol, los protagonistas actuales, será otra serie y no simplemente la 'The walking dead' actual”
Pero quizá no debería sorprender este movimiento porque desde octubre de 2010, cuando se estrenó The walking dead con el aplauso de una crítica que valoraba la mezcla del terror con un aroma de western, las decisiones siempre se han tomado desde una mirada comercial y empresarial y nunca desde la sala de guionistas.
Su mayor problema fue convertirse poco a poco en un fenómeno sin precedentes en el cable básico de Estados Unidos, una serie que obtenía los mejores datos de audiencia entre el público que buscaban los anunciantes, pasando por delante incluso de las series en abierto, incluyendo The big bang theory y Anatomía de Grey. El valor de AMC crecía pero únicamente porque eran los responsables de la ficción más exitosa de la televisión. Y, claro, los directivos querían sacar una mayor tajada y exprimieron la gallina de los huevos de oro hasta convertirla en el despojo manipulado, cansado y trillado que es hoy en día.
Primero vinieron los bailes de showrunners. Frank Darabont (Cadena perpetua), responsable de arrancar la serie, fue despedido durante la segunda temporada. Entre otras cosas pedía un aumento de presupuesto. No entendía que su serie hubiera superado todas las expectativas de audiencias y el premio hubiera sido una reducción de presupuesto (y su relación con AMC fue cualquier cosa menos apacible).
Le sustituyó Glenn Mazzara, que en la tercera temporada ya abandonaba el barco, y finalmente encontraron un guionista que entendía cuál era su cometido: Scott Gimple, que capitaneó el barco durante cuatro temporadas hasta que pasó a ser director creativo de la franquicia y dejó el trabajo de showrunner a Angela Kang en la novena temporada.
Lo importante era adaptar el cómic de Robert Kirkman sin esperar que las increíbles cifras de audiencia se tradujeran en un mayor presupuesto porque ese dinero tenía que servir para financiar otros proyectos dentro del mismo canal. Esto también tuvieron que entenderlo los actores: podían estar en la serie más vista de Estados Unidos pero, a menos que fueras Andrew Lincoln, cobrabas un sueldo muy normal para los estándares de la televisión americana.
Y Gimple estaba encantado con el trabajo. ¿Que en AMC le decían que debía escribir episodios de 60 minutos para así meter más publicidad? Pues él escribía ladrillos que se vendían como episodios especiales y no aportaban en exceso a la historia. Lo que había comenzado como una serie de prestigio se había pervertido y acabó siendo más la mercenaria del sistema. Anatomía de Grey es arte y ensayo en comparación.
Porque, a ver, The walking dead tiene un spin-off llamado Fear the walking dead que a priori debía rellenar los huecos de los primeros meses de apocalipsis zombie en los que Rick estaba en coma. La realidad es que no aportó nada al universo creativo. Después de esta maniobra, cuesta entender que este otoño llegue otro spin-off más orientado al público adolescente, World beyond, sobre la generación que ya nació entre muertos vivientes. ¿Existe material estimulante al que hincar el diente? Al fin y al cabo, la serie original está creativamente muerta como mínimo desde la séptima temporada. Cuesta creer que una serie cocida en un laboratorio de marketing pueda aportar tramas frescas y originales.
La decadencia de la marca, que conste, no pudo quedar más clara que con la marcha de Andrew Lincoln en la novena temporada. El actor quería pasar página y desde AMC le ofrecieron una salida beneficiosa desde el punto de vista económico: no le matarían en la serie y protagonizaría películas de The walking dead para las salas de cine.
Un buen día Rick desapareció en helicóptero porque querían sacar tajada en las salas de cine”
Cabe esperar que se llevará un buen pellizco, que no tendrá que pasarse tantos meses al año instalado en Estados Unidos, pero esta decisión a nivel creativo era una estafa. The walking dead se había vertebrado alrededor de la figura de Rick y, en cambio, su arco ni tan siquiera concluye o se puede entender desde dentro de la serie. Un buen día desapareció en helicóptero y adiós a la épica de su despedida, adiós al drama de perder el personaje, adiós a la oportunidad de despedirse de forma coherente. Todo por la taquilla.
Y, claro, ahora The walking dead anuncia que finalizará la serie pero que producirá un spin-off centrado en Daryl y Carol y suena a estafa. Primero, que se anuncia la despedida cuando quedan muchos episodios por rodar y emitir: la décima temporada tiene un mínimo de siete episodios pendientes y la undécima será XXL, con un total de 24 episodios. Y, al ver que todo continuará con un chiringuito con un nuevo nombre pero los mismos implicados, sólo queda cuestionarse por qué The walking dead no se despidió con la marcha de Rick (que, además, contribuyó al fuerte declive de audiencia de la serie).
Porque, tras ver esta última decisión corporativa, sólo queda ver la serie desde dos ópticas: o lo que hemos visto desde el abandono de Andrew Lincoln no es The walking dead (y nos han vendido la moto) o la serie que veremos con Norman Reedus y Melissa McBride será The walking dead aunque se llame de otra manera. AMC tenía un universo que conciliaba crítica y público en sus comienzos pero decidieron mutilarla desde los despachos.
La franquicia de 'The walking dead' se ha mutilado siempre desde los despachos”