‘Making a murderer’ o cómo sentar la justicia en el banquillo de los acusados
Netflix
Los juicios de Steven Avery han conmocionado el país gracias a una serie documental
El caso de Steven Avery está en todas partes en Estados Unidos y no es simplemente porque dos directoras, Laura Ricciardi y Moira Demos, decidieran rodar un documental y esté muy bien rodado y montado. Sí, afecta que sea adictivo pero lo interesante es ver cómo ha tocado un pilar fundamental de la sociedad americana. ¿El sistema judicial es justo? ¿Y cómo puede ser que la historia de un hombre blanco de familia humilde haya provocado que más de 380.000 personas firmen para que Barack Obama le exonere? La clave está en Making a murderer .
Un precedente que da miedo
Steven Avery estaba de celebraciones con su familia en 1985. Estaban de arriba para abajo con los coches, ahora uno y ahora el otro. Unos quilómetros más lejos, en la orilla del lado Michigan, una mujer fue violada y dejada por muerta. ¿La reacción de la policía? Arrestar a Avery y ni tan siquiera contemplar la posibilidad que un tal Gregory Allen, bajo vigilancia y sospechoso de un crimen similar por las inmediaciones, pudiera haber sido el culpable. Enfocaron de la investigación sólo sobre el joven de 23 años que había tenido algunos problemas con la justicia (había atracado un bar a los 18, había quemado a su perro y se había expuesto desnudo ante su propia prima). ¿El resultado? 18 años en prisión por un crimen que, como se demostró en 2003, no cometió.
El ADN le exoneró y confirmó que Gregory Allen era el culpable mientras cumplía condena por violación e intento de asesinato. Cuando había sido juzgado todavía no se podía determinar la identidad de una persona a través del pelo púbico que habían encontrado en el escenario del crimen. Igualmente ningún miembro del cuerpo de policía fue responsable de una investigación con irregularidades (en 1995 evitaron reabrir el caso e ignoraron advertencias que Allen podía ser el autor del crimen) y el país eligió a Steven Avery como un ejemplo que no podía repetirse. Por esto Demos y Ricciardi se instalaron en el condado de Manitowoc: querían seguir de cerca el caso de Allen, las medidas que tomaban las autoridades y su demanda al Estado para conseguir una indemnización por casi dos décadas entre rejas. Lo inesperado es que, mientras todo esto estaba en proceso, la policía le arrestó por el asesinato de Teresa Halbach, una joven fotógrafa, un crimen por el que ahora está entre rejas junto a su sobrino Brendan Dassey, condenado por cómplice y mutilar el cuerpo.
El huevo o la gallina
No es del todo importante si Steven Avery es el autor del asesinato de Teresa o no. Lo más inquietante es que, sea culpable o inocente, la culpa debería ser del Estado y este no se sentará en el banquillo de los acusados. ¿Cómo puede torcerse la moral de un hombre cuando es injustamente encarcelado durante tantos años y después de haber sido despreciado por las autoridades? Si Steven Avery es el asesino, como indica la condena que cumple, ¿quién es el verdadero responsable del crimen? En esta línea va el título de la serie. ¿Hace referencia a cómo el Estado culpó un hombre inocente o cómo creó un sádico asesino?
La manipulación de datos
Pero posiblemente lo más inquietante es ver la manipulación de las pruebas. Si ya las autoridades de Manitowoc prefirieron fingir no haber escuchado nada cuando les comunicaron a mediados de los noventa que podían haber metido la persona errónea en la cárcel, fascinan detalles de la investigación que implican una clara tergiversación de los hechos y las pruebas. ¿Hasta qué punto debe ser admisible una confesión de Brendan, un joven con un retraso mental de 16 años, tras tres horas y media de interrogatorio y con unos detectives dirigiendo el testimonio, y sin abogado presente? ¿Cómo puede ser que se encuentren nuevas pruebas fundamentales tras analizar el mismo escenario del crimen siete veces? Pero estos no son los únicos giros que se reserva el juicio a Steven Avery. La anécdota de la sangre directamente te hierve la sangre.
La polémica real
Y, si ves Making a murderer, podrás formar parte de la gran comunidad de fans que se ha planteado si Steven y Brendan son culpables, si Steven y Brendan son inocentes o si da igual que Steven y Brendan sean culpables o no porque nunca tuvieron un juicio justo. Este es el gran mérito del documental de diez horas, que obliga a plantearse si existe un sistema judicial justo cuando hay un equipo de policías que solamente investigan un sujeto y un fiscal que quiere encerrarle entre rejas. ¿Cómo defiendes a alguien que tiene todo un Estado en contra? ¿Y no es casualidad que todo esto sucede justo cuando Avery está demandando el Estado de Wisconsin y pide una indemnización por toda una juventud desperdiciada en la cárcel?
380.000 personas pidieron a Barack Obama que le exonerase por las irregularidades del juicio y el presidente alegó que no es competencia suya. La periodista Nancy Grace, mientras, se ha obsesionado con asegurarse que Steven y Brendan no salgan de la cárcel porque considera que el documental es manipulador. Pero, sea o no sea manipulador, muestra unos hechos irrefutables y unas autoridades que, literalmente, dicen que “por qué tendrían que plantar pruebas y culparse injustamente cuando les sería más fácil asesinarle”.
Y no queda otra que pensar que, si hubiera sido Robert Durst- el turbio protagonista de la serie documental The jinx que confesó sus crímenes ante el micrófono-, se hubiera librado de la cárcel. Pero Steven y Brendan eran personas pobres, sin educación, que no brillaban por su inteligencia y sin los recursos necesarios para enfrentarse a un Estado en contra. Y, si se justifica que da igual si es inocente o culpable, es precisamente porque existe el precedente del primer caso. A Steven Avery, sea inocente o culpable, no le queda otra que vivir entre rejas.