Las deudas enfundan el Colt
El éxito de los revólveres de los Rangers fue la mejor publicidad para la marca de Samuel Colt
Muchos historiadores hablan aún hoy de la "tribu" de los comanches. Curiosa forma de referirse a un pueblo que durante un siglo y medio, hasta 1875, fue amo y señor del sudoeste de Estados Unidos. La Comanchería controló 400.000 kilómetros cuadrados, cuatro veces la superficie de Islandia y trece la de Catalunya. Aterrorizaron a los colonos y a sus vecinos, los apaches, osages y utes. España los trató como a una nación soberana en el siglo XVIII. El finlandés Pekka Hämäläinen, que da clases en universidades estadounidenses y tiene lazos afectivos y familiares con Barcelona, sostiene en El imperio comanche (Península) que si EE.UU. pudo anexionarse más de la mitad del territorio de México entre 1838 y 1848 fue por su continua labor de desgaste, que impidió a los mexicanos afianzar sus fronteras.
Un meteorito acabó con los dinosaurios. Un invento de dos kilos acabó con el poder comanche. El Colt. Samuel Colt (1814-1862) revolucionó el mercado de las armas y creó una industria que ha llegado hasta nuestros días. A raíz de las últimas noticias sobre esta compañía, que el domingo instó la suspensión de pagos ante un tribunal de Delaware, algunas agencias han asegurado que sus orígenes se remontan a 1855. En realidad, tiene más historia. En 1855, hace 160 años, se refundó, pero Sam Colt patentó su primer revólver de percusión antes, en 1835.
Desde entonces, Colt Defense LLC, como ahora se llama una empresa mil veces rebautizada y que antes fue Colt's Manufacturing Company, ha tenido casi tantas crisis como nombres. La primera gran fábrica, con sede en Nueva Jersey (algunos modelos se fabricaron antes en Londres), quebró en 1847. La guerra entre EE.UU. y México fue una providencial tabla de salvación para Sam Colt, que abrió otra factoría en Hartford (Connecticut). Muchas de sus armas, que conquistaron a soldados, mineros, jugadores y pistoleros, tenían grabadas en el cilindro escenas de luchas contra indios. No en balde, y muy a su pesar, los indios -y, en especial, los comanches- fueron los principales publicistas de la casa. A lomos de sus caballos, los comanches, que se llamaban a sí mismos nemernuh, la gente, el pueblo, rivalizaron con los cheyenes y los lakota (o sioux, para sus enemigos) como la mejor caballería ligera del mundo. Como antes hicieron los mongoles, otros centauros formidables, redujeron el tamaño de sus arcos para utilizarlos desde sus monturas. Mientras pudieron tratar a sus rivales de igual a igual, no temieron a nadie. Ni siquiera la pólvora o el mosquete de avancarga les inquietaron demasiado al principio.
Pero todo cambió cuando los Rangers, la policía montada de Texas, creada en 1823 para proteger a poblados remotos contra las incursiones indias en lo que todavía era México, descubrieron los Colt. Una partida de estos revólveres, destinada inicialmente a la Marina (eran tan pesados que las fundas se tenían que colgar de la silla del caballo: nada que ver con las cartucheras de las películas), fue a parar a manos de esta milicia.¿Las flechas no eran rivales para un cargador de cinco o seis disparos. La época de oro de Colt se inició con el declive del imperio comanche. Su último gran paraibo o líder fue el mestizo Quanah Parker, hijo de la blanca que inspiró el personaje de la mujer raptada en Centauros del desierto. Parker fracasó el 27 de junio de 1874 al frente de 700 guerreros contra un puesto comercial, defendido sólo por 29 personas, tramperos en su mayoría. Los rifles y revólveres decidieron la batalla de Adobe Walls. Cuando ganaban los blancos se hablaba de batallas y cuando ganaban los indios, de masacres, como la de Little Big Horn. Adobe Walls fue uno de los últimos capítulos de la conquista del Oeste. Las guerras indias, la guerra contra México y la guerra de Secesión, en la que Colt abasteció al bando de la Unión, escribieron la historia de esta empresa, a la que otra guerra hace peligrar ahora su futuro. La guerra comercial de sus competidores.