¿Es inmortal el PSOE?

El cónclave socialista

La supervivencia del centenario socialismo español parece ir más allá de figuras clave como González o Sánchez

Los tres presidentes socialistas de la democracia en la inauguración de una exposición sobre el 40 aniversario de la victoria electoral del 82

Los tres presidentes socialistas de la democracia en la inauguración de una exposición sobre el 40 aniversario de la victoria electoral del 82

EFE/ Eva Ercolanese

"El político hábil trabaja al borde del abismo sin precipitarse por él”. La cita podría aludir a Pedro Sánchez, pero la trayectoria del centenario Partido Socialista Obrero Español va más allá de cualquier líder coyuntural. La formación nacida hace 145 años ha conocido los palacios del poder y, más aún, los sótanos de la clandestinidad, y ha soportado también feroces cruzadas mediáticas contra sus líderes (la primera en la figura de su fundador, con el famoso “gabán de pieles” que nunca vistió). Y pese a todo, el PSOE ha sobrevivido.

Ahora bien, junto a una gestión política que ha contribuido al progreso de España y ha ampliado derechos y libertades, la historia del PSOE carga también con alguna actuación siniestra en la década de los 80 y, sobre todo, con ensoñaciones revolucionarias de consecuencias funestas (en 1934 o 1936). Y, como en todas las familias políticas, el socialismo tampoco ha estado libre de las despiadadas luchas internas o del lastre de la corrupción, el tráfico de influencias y la financiación ilegal.

La estrategia actual ha alterado la percepción territorial e identitaria del partido, con costes electorales inevitables

Pero a pesar de esas azarosas peripecias y como una suerte de ave fénix, el socialismo español siempre logra resurgir de sus cenizas y resarcirse de sus derrotas. Con frecuencia, le ayudan los contumaces errores de la derecha (2004) o la audacia de un liderazgo renovado (1974, 2017). En cualquier caso, el PSOE ha vivido dos momentos críticos en tiempos recientes. El primero, en la segunda década de este siglo, cuando las fuerzas emergentes de la llamada ‘nueva política’ estuvieron a punto de arrollar a un partido atrapado en la rigidez suicida de la vieja guardia. Entre los años 2011 y 2017, el PSOE se situó a un paso de adentrarse en una senda de declive que lo conducía a la irrelevancia, aunque finalmente logró salvaguardar su condición de alternativa de gobierno.

El otro momento crítico es el actual. El poder territorial socialista quedó reducido a cenizas en los comicios locales y autonómicos del 2023, y solo la recuperación de Barcelona y la victoria en Catalunya mitigan una geografía electoral sombría: el PSOE únicamente fue primera fuerza en diez de las 52 provincias en las elecciones generales de hace un año; y hoy solo gobierna cuatro de las 17 autonomías. Paralelamente, su inevitable política de alianzas con los nacionalistas catalanes ha desfigurado su perfil en el imaginario territorial e identitario de los españoles: la amnistía o la financiación singular para Catalunya no son fáciles de digerir en el resto de España, como reflejan crudamente las encuestas.

Y a esos lastres se suman la escabrosa historia de corruptelas que alcanzan a quien fuera número dos del partido, las ineludibles salpicaduras de la catástrofe valenciana o el espectro de un 'estado judicial' distópico. A día de hoy, hasta un 25% de los votantes de izquierda se muestran irritados con Pedro Sánchez (los datos son del propio CIS)

Tres hipótesis después de Sánchez: derrumbe a la francesa, declive a la alemana o alternativa de poder a la británica

En este contexto, la pregunta clave sigue siendo la misma: ¿se sobrepondrá el PSOE a esta etapa crítica? ¿Y después de Sánchez: hecatombe o reencarnación? Es decir, ¿derrumbe a la francesa, declive a la alemana o alternativa de poder a la británica? La respuesta se encuentra simultáneamente en el pasado y en el futuro. El pasado reciente confirma las insólitas capacidades de recuperación socialista. Por ejemplo, tras el bizarro “me cueste lo que me cueste” de Rodríguez Zapatero, el PSOE perdió más de cuatro millones de votos en los comicios del 2011, fue primera fuerza en solo dos de las 52 provincias y retuvo el poder en otras tantas autonomías. Y, además, cedió capitales que gobernaba desde 1979. Es decir un balance incluso peor que el actual.

Ahora bien, cuatro años después, en el 2015, el socialismo ya había reconquistado el poder en cinco autonomías, hasta sumar un total de siete (que se elevaron a nueve en los siguientes comicios). Y en las generales del 2019, el PSOE recuperó dos millones de votos de los casi seis que había extraviado entre el 2008 y el 2016. De hecho, el socialismo fue hace cinco años primera fuerza en 40 de las 52 circunscripciones. O sea, un panorama impensable tras la debacle del 2011 y muy por encima del escenario del 2023, pese a que los socialistas cosecharon hace un año 300.000 sufragios más que en el 2019. Y por eso conservan la atalaya de un atribulado gobierno.

Pauta de permanencia en el 2027: imponer su relato para mantener la dispersión en la derecha y robar voto útil a su izquierda

A partir de ahí, las posibilidades socialistas de recuperación autonómica y local son limitadas, dada la hostilidad territorial que genera su exitosa política de apaciguamiento en Catalunya. Queda, pues, la perla de la corona: el Gobierno central. En apariencia, y tras los ajustados resultados de hace un año (cuando el bloque conservador quedó a apenas cinco escaños de la mayoría absoluta), las expectativas actuales llevan a pensar que PP y Vox tienen al alcance de su mano los 176 diputados que otorgan el Gobierno. Máxime a la vista de la descomposición de la izquierda radical.

Sin embargo, justamente las opciones del PSOE de abandonar el poder como una alternativa sólida o incluso de conservarlo pueden verse favorecidas por esa descomposición de la llamada ‘izquierda transformadora’. Sobre todo si una eventual compactación del voto útil progresista en torno al PSOE coexiste con la actual fragmentación de la derecha. Un cálculo sencillo realizado a partir del resultado del 2023, con el añadido de Alvise por la derecha y el trasvase hacia el PSOE de cuatro puntos en cuota de voto desde una alicaída pero reunificada izquierda radical, ampliaría el cómputo de escaños del denominado bloque de investidura y situaría al socialismo como la fuerza más votada (ver gráfico). La clave reside en qué relato y qué balance se acaben imponiendo. Sánchez parece deshauciado electoralmente pero podría volver a renacer antes del 2027. Feijóo, en cambio, permanece estancado frente a una agresiva e inquietante ultraderecha.

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