Igual como estos últimos días hay frenesí de movimientos bajo la superficie de la política catalana, de los que deben ser así y no a ojos de todo el mundo, en sectores dinámicos de nuestra sociedad ya hace tiempo que se practica, sin demasiado ruido en los medios, el salto hacia delante que ahora se reclama ya con urgencia a los políticos. En esa dirección fue la presentación del Plan Estratégico 2025-30 de CriteriaCaixa que ayer su presidente, Isidro Fainé, hizo en tándem con un consejero delegado del holding, Ángel Simón, que quiso que el acto tuviera lugar en Barcelona.
Y es que, si bien es evidente que en los últimos años el poder económico no ha contemporizado con las dinámicas de la política catalana, existe (y se mueve) una voluntad de actores clave del sector para devolver a Barcelona (y, por tanto, a Catalunya) la potencia impulsora que le ha sido seña de identidad. Y eso, a la espera de tener un Govern de Catalunya con rumbo, va tomando cuerpo.
Quien se retrate como freno, independentistas o socialistas, lo pagará caro
El pasado domingo, Miquel Molina explicaba con detalle en este diario cómo una serie de gestores culturales público-privados trabajan para posicionar Barcelona como un referente del arte tecnológico y científico, con el Sónar+D como uno de los ejemplos más sólidos de esta colaboración. Ámbitos de impulso sectorial y colectivo que reclaman de las instituciones catalanas que no reproduzcan aquello con lo que Henry Kissinger ironizaba respecto de Europa: “Cuando llamas, ¿quién se pone al teléfono?”.
Este martes, el presidente del Parlament, Josep Rull, abre consultas para ver quién tiene más apoyos de cara a una hipotética investidura a la presidencia de la Generalitat. Se estrecha el cerco. Urge decidir hacia dónde va nuestra política y, con ella, el futuro del conjunto de una sociedad y de un sector productivo que, mientras espera, desespera.
Es por eso que el independentismo y el socialismo se juegan tanto las próximas semanas (que deberían ser eso y no meses). Porque más allá de la fórmula de gobierno que desenlacen, y del estar ahí o no, el momento proyecta mucha iniciativa productiva que está pidiendo tanda para rebrotar con fuerza, y quien lidere desde el Govern tendrá relato y recorrido para años. Por el contrario, quien se retrate como sinónimo de freno o de fracaso lo pagará caro, no solo con su base electoral tradicional. Algo se tiene que mover, pero hacia delante, como pasa en sectores punteros.
El independentismo se juega mucho, porque si ya el mal llamado procesismo ha sido estigmatizado como culpable de casi todos los males, no saber superar esa fase ni proyectar otra lo suficientemente resolutiva en clave política y de país podría condenarlo a una subalternidad respecto del PSC, que los socialistas no querrían corta. Estos, por su parte, o aportan con credibilidad propuestas concretas que no solo tiren de una retórica demasiado magreada por ejemplo sobre un sistema de financiación “de justicia”, o volverán a perder, de nuevo y quién sabe si otra vez por mucho tiempo, una presidencia que no pocos les daban por cantada.