El pasado viernes, dos días después de la aprobación definitiva de la ley de Amnistía en el Congreso, este diario abría portada con una fotografía del abrazo de Jordi Turull y Oriol Junqueras, celebrándolo. Desconozco si era un abrazo sincero o una réplica obligada del claramente espontáneo que se dio entre diputados juntaires y republicanos cuando la ley fue aprobada en marzo, justo antes de pasar a ser secuestrada durante dos meses por el PP en el Senado. Los abrazos de hace cuatro días, de compromiso o no, en cualquier caso, sonaban vacíos.
Vacíos de contenido que los dote de un hilo argumental que pueda ilusionar genuinamente al movimiento independentista con la perspectiva de un entendimiento para construir algo nuevo y de relieve que no sea el tradicional espectáculo que les enfrenta desde los hechos de octubre del 2017 y la aplicación del 155. El run-rún de fondo y dos pistas de cara al público apuntan a ello.
Si Junts y ERC ni ahora saben ponerse de acuerdo, deberían ceder el paso a Illa
Por un lado, los mensajes que Marta Rovira emite desde hace unos días fijan un distanciamiento básicamente retórico del PSC. De entrada, marca distancias con la opción de hacer a Salvador Illa president, pero, ya para empezar, con un techo de exigencia bastante bajo, con un par de condiciones para el pacto muy asequibles para los socialistas, expertos en el arte de bordar pactos que sobre el papel se puede leer que dicen algo, pero que después... se hará lo que se pueda.
Y en las filas de Junts también dan en público alguna pista sobre la pobre perspectiva que por ahora hay de un gobierno independentista. Verbalizan demasiado la idea de que el PSOE debe dejar gobernar a los independentistas, con Carles Puigdemont presidiendo. Algo que da mala espina, porque estos negociados no se arreglan con declaraciones en mítines o ante la prensa. Más aún, suena desesperado y denota que, allá donde ese argumento debería funcionar, en discretas mesas de negociación, con o sin mediador, eso no tira.
David Madí, un veterano de la estrategia política, presenta esta semana un importante libro. Para el independentismo, como mínimo. Merecer la victoria, lo ha titulado, con subtítulo marca de la casa: “El procés para adultos”. Sacude por lo que disecciona, pero no se queda parado en lo que describe como “el quinquenio cainita”, y propone avanzar, para (re)empezar la partida, con una “unidad real, estratégica y operativa”. Es decir, no con abrazos vacíos.
La base independentista hace demasiado que lo reclama, incluso esa parte que todavía vota mientras replica mentalmente aquella mítica exhortación de Gemma Nierga en momento duro: “Ustedes que pueden, dialoguen, por favor”. Y se entiende porque, en las respectivas circunstancias decisivas que viven en el presente, si Junts y ERC no saben llegar a un acuerdo para tratar de recomponer no solo sus respectivas casas, sino el movimiento independentista en su conjunto, definitivamente no merecerán gobernar y lo mejor que deberían hacer es ceder el paso a un gobierno de Illa que se encargue de certificar la muerte del procés independentista.