El catalán que sedujo a Aznar

Adiós a un hombre dialogante

El catalán que sedujo a Aznar

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levaba tiempo que no se encontraba bien por una de esas malditas enfermedades que te debilitan las defensas por lo que incluso un resfriado se convierte en un problema. Sin embargo, no había bajado su actividad, a pesar de la leucemia crónica. Ya no hacía jogging, pero intentaba mantenerse en forma, sin forzar, con los aparatos de gimnasia de su piso de Madrid. En noviembre se desplazó a Japón por cuestiones profesionales y regresó muy desmejorado. Pero, de nuevo se recuperó. Coincidí en un par de ocasiones con él desde entonces: la última hace tres semanas, en la reunión del consejo asesor del grupo Godó, y aunque estaba casi sin voz, forzó sus cuerdas vocales para darnos una brillante lección de geopolítica, aunque más prudente estuvo con la realidad española. Quizás porque Alberto Núñez Feijóo lo había recuperado para su think tank y quería conocer mejor sus planes. Se conocían bien con el expresidente de la Xunta, pero además el hotelero Amancio López –un gallego asentado en Barcelona– los sentaba siempre que tenía ocasión a la mesa porque era amigo íntimo de ambos y sabía que se necesitaban.

Para Piqué, la política fue una buena inversión, pero un mal negocio

Conocí a Josep Piqué hace cuarenta años, cuando ocupaba una dirección general en el Departament d’Indústria de la Generalitat. Luego tuvimos ocasión de entablar una amistad, pues coincidimos en una pequeña urbanización en Urús (Cerdanya) donde pasábamos los veranos ya antes de que fuera ministro. Habíamos compartido momentos únicos en el Pirineo, como el día del bombardeo del cuartel general de Arafat en Ramala durante el puente de la Constitución del 2001, tras una ola de atentados en Israel. El matrimonio Piqué cenaba en nuestra casa y el teléfono fijo no dejó de sonar tan pronto llegó el primer plato. Yo respondía la llamada del ministerio y le pasaba el auricular al ministro, que despachaba con Kofi Annan, secretario general de Naciones Unidas o con Georges Papandreu, cuando Grecia presidía el Consejo de la unión Europea. Aquel día no pude ejercer de periodista, pues el off the record de la amistad me lo impedía, pero constituyó toda una lección de política exterior. En los años que compartimos vacaciones en las montañas con nuestras familias, tuve ocasión de conocer muy de cerca a Piqué, que es uno de los personajes más interesantes que he tratado, no siempre comprendido. Ni por los propios, ni por los rivales. De su talla intelectual dan fe quienes le conocieron en el mundo político y financiero. Una de las anécdotas que hemos recordado más de una vez fue el día que quiso que nos fumáramos unos Cohibas que le había regalado Fidel Castro. No fumo, y menos puros, pero me pareció que hay cosas que vale la pena intentar en esta vida aunque solo sea para que no sea dicho: cogí un globo descomunal. No pude acompañar a los comensales a la cena. Amarillo y mareado tuve que acostarme en la cama, mientras todo giraba a mi alrededor como le ocurría al profesor Tornasol en Las 7 bolas de cristal .

También tuve ocasión de realizar más de un viaje de Estado con Josep Piqué. Con José Maria Aznar estuvo al frente de tres ministerios e incluso compaginó el cargo con la portavocía del Gobierno. Creo que es el mejor portavoz que ha tenido ningún Gobierno de España. Serio, riguroso y veraz, pocas veces quien ha ocupado este cargo ha conseguido el respeto generalizado de los medios de comunicación. Sin embargo, su pasión era la política exterior. Él quiso modernizar las embajadas, convirtiéndolas en plataformas para el desarrollo económico, y puso en marcha el plan Asia, en un intento de poner el acento del mundo empresarial español en un continente entonces emergente.

De Piqué se ha dicho que había militado en el PSUC, pero juraría que nunca llegó a tener carnet, aunque tuviera buenos amigos en este mundo y simpatizara con este universo. Pero Piqué era sobre todo un liberal, quizás el último de este país, al que no le dejaron cambiar como un calcetín el PP catalán cuando Aznar le envió en la arriesgada misión de presidir este partido. Fue un error que los nacionalistas no buscaran su complicidad en la aprobación del Estatut y eso se pagó caro. Demasiado, visto con la distancia del tiempo.

Josep Piqué era, además, un gran seductor. En un par de almuerzos con Aznar, siendo presidente del Cercle d’Economia, el líder popular entendió que lo necesitaba a su lado. Y no solo le hizo ministro de Industria, sino que además le pidió que le diera un máster acelerado de economía en la Moncloa, donde en más de una ocasión se incorporaba a la sesión Ana Botella. El presidente Aznar tenía una confianza ciega en Piqué y de este modo pasó a ser un personaje clave en la política española.

Lo que no consiguió fue cambiar la deriva del PP. A él le hubiera gustado llegar a acuerdos con Unió Democràtica, para hacer el gran partido de la derecha catalana. Pero, a pesar de la excelente relación con Josep Antoni Duran i Lleida, los populares no eran todos como su nuevo líder y eso, entre otras razones, imposibilitó un pacto como el de UPN en Navarra.

Para Piqué, la política fue una buena inversión, pero un mal negocio. Para ser ministro en 1996, tuvo que dejar la presidencia de Ercros, donde ganaba doce veces más que como miembro del Gobierno. Sin embargo, fue un buen negocio porque consiguió tener una de las mejores agendas empresariales y políticas, con contactos en medio mundo. Cuando finalmente abandonó el PP catalán, volvió al mundo económico donde ha sido presidente de Vueling o consejero delegado de OHL, y donde los últimos años ha sido consejero de grandes empresas como Seat, Abengoa, Amadeus o de Mapfre para el negocio internacional.

Por lo demás, ha escrito numerosos libros en los que ha plasmado su visión de la política internacional. En uno de ellos, El mundo que viene , publicado hace cinco años, adelanta algunos de los problemas que agitan el planeta. Especialmente interesante es el capítulo dedicado a Rusia, donde recuerda la cita pronunciada en 1939, al inicio de la II Guerra Mundial: “Rusia es como un acertijo envuelto en un misterio que está dentro de un enigma”. Y avanza la crisis actual con Ucrania, advirtiendo que Putin siempre ha defendido que la revuelta popular del Maidán fue un golpe de Estado auspiciado por la UE, que Rusia jamás va a volver a ceder Crimea y que para Occidente es una cuestión estratégica evitar que Ucrania vuelva a la órbita rusa. Para concluir que para los rusos, San Petersburgo es la cabeza y Moscú el corazón del país, pero Kyiv es el alma, no en vano los rusy , población histórica de la Rus de Kiev, proceden de ella. Así que nos enfrentamos al más difícil de los sudokus.

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