Activismo gubernamental

Opinión

Activismo gubernamental

Hace unos días, pasó por Barcelona la socióloga franco-israelí Eva Illouz y, ante el público congregado en el CCCB, lanzó una interesante reflexión sobre las izquierdas, el feminismo y los derechos de las personas LGTBI: se trata de ir muy lejos y quizás hemos ido demasiado deprisa, a la vista de algunas reacciones en sectores sociales que se ponen a la defensiva y buscan refugio en concepciones tradicionales. En el fondo, Illouz se pregunta por la velocidad de las reformas que son pioneras en el campo institucional, aunque provengan de largas luchas activistas. Es una cuestión que ilumina los desencuentros entre el PSOE y Unidas Podemos.

Enric Juliana explicaba ayer en estas páginas que, el pasado martes, “el Gobierno estuvo a un palmo de la ruptura”. La semana del 8-M puso a prueba las costuras de una alianza inédita, nunca vista desde la transición. Nunca, desde 1982, necesitó el PSOE gobernar con los que estaban a su izquierda, eso creó una realidad estructural que ahora se ve impugnada en parte. El feminismo se ha convertido en el terreno donde los socios de Gabinete miden sus fuerzas a cara de perro.

“Tenim pressa” fue el lema del ‘procés’ y parece ser también la consigna de Irene Montero

El problema principal es que Podemos gobierna con la prisa del activista que teme no volver a ocupar ministerios en mucho tiempo. "Tenim pressa" fue el lema del procés y parece ser también la consigna del ministerio de Irene Montero. Prisa por legislar, prisa por exhibir nuevas leyes, prisa por aplicarlas y prisa por transformar desde el poder unos ámbitos sensibles que exigen algo más que el control del BOE. No se entienden los problemas y malentendidos de la ley del solo sí es sí sin considerar la prisa por un cambio normativo que debía convertirse en el emblema –ante su parroquia– de un partido joven. Podemos necesita marcar perfil para legitimar el haber congelado o arrinconado otras propuestas a cambio de sentarse en el Consejo de Ministros. Tampoco se entienden ciertos choques en la ley trans sin el factor prisa.

Yolanda Díaz e Irene Montero, en una imagen reciente

Yolanda Díaz e Irene Montero, en una imagen reciente

EFE/Kiko Huesca

Las guerras culturales propias del activismo chirrían cuando algunos tratan de mantenerlas desde la esfera gubernamental. Porque la realpolitik reformista debe sacrificar, casi siempre, la propaganda para que prospere el mínimo común denominador, lo que permite sumar apoyos y ganar votaciones. Si se confunde la actitud activista y la institucional, la responsabilidad del gobernante se pone en entredicho. Valga como ejemplo a no seguir la manera como desempeña su cargo Ángela Rodríguez, secretaria de Estado de Igualdad y mano derecha de Irene Montero. Sus discursos de activista erosionan sus políticas. Ada Colau no corrigió esta actitud hasta que repitió mandato como alcaldesa.

En un partido con tantos académicos como Podemos, deberían tener en cuenta lo que apunta Michael Ignatieff en sus memorias: “Un intelectual puede estar interesado en las ideas y las políticas en sí mismas, pero el interés de un político reside exclusivamente en saber si el tiempo para una determinada idea ha llegado o no”.

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