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Tanques para Zelenski, riesgos para los europeos

Ni los presupuestos de la Generalitat, ni la propuesta de Núñez Feijóo de alumbrar con fórceps una nueva España bipartidista, tampoco el empeño de la Fiscalía por mantener las inhabilitaciones a los líderes del procés y todavía menos Ayuso y la pelea en el fango con la chica prodigio de verbo cortito de la Complutense. Con perdón y con el debido respeto: morralla. Entretenimiento autárquico.

No me malinterpreten, cada una de estas cuestiones tiene su importancia –algunas mucha– e influyen en nuestro vivir colectivo. Solo que por comparación con lo que acontece algunos días fuera de hobbitlandia , estos asuntos se vuelven de golpe extremadamente menudos.

Hay que iluminar con más intensidad los riesgos aparejados a la apuesta belicista

Que Alemania haya dado su brazo a torcer y autorizado el envío de carros de combate a Ucrania es lo más importante que ha pasado en nuestro mundo en muchos meses. Un anuncio dramático y sin letra pequeña sobre los nuevos riesgos que los europeos vamos a tener que asumir. La variable bélica sigue ganando protagonismo a la hora de influir y dibujar el futuro de nuestras vidas. Solo que nuestra limitada capacidad para prestar atención continuada a un asunto tan complejo y la natural tendencia a confundir el universo con los metros que alcanzamos a caminar con nuestros zapatos nos alejen de tal consideración.

Incluso la derivada puramente española de lo sucedido se torna enana. Que si el Gobierno español ya no tiene excusas para no hacer lo propio y mandar también tanques y munición, que si lo que regalaremos en nombre de la rojigualda es chatarra que no sirve ni para el desguace, que a ver qué dicen Podemos y los demás socios de Sánchez –incluida ERC–, aferrados como siguen a la idea de que a Vladímir Putin se le puede parar con discos de poemas de Miquel Martí i Pol musicados por Lluís Llach. Menudencias para autoconsumo frugal. Al fin y al cabo en esta obra España es un personaje de segunda e interpreta perfectamente su papel de actor de reparto. EE.UU. exige, Alemania remuga pero transige y los demás vamos en fila a donde nos digan, que donde hay patrón no manda marinero.

Volodímir Zelenski

UKRAINIAN PRESIDENTIAL PRESS SER / Reuters

Se manda un poderoso mensaje a Putin, coinciden los analistas. Equilibrar el campo de batalla con carros blindados de última generación para hacer frente a la nueva gran ofensiva rusa que los expertos de nuestro bando pronostican para primavera. Tanques para alargar la guerra e incrementar los costes que debe pagar Rusia por haberla iniciado, con independencia de cuál vaya a ser el resultado final del conflicto. Porque lo cierto es que la solemne frasecita de que solo puede ganar Ucrania no es más que la expresión de un deseo. Tiene lo mismo de verdad que de mentira.

Más guerra, más larga y probablemente más cruenta. Más costes durante más tiempo. Y después de los tanques, ¿tocará abrir el debate sobre la aviación? ¿Qué vamos a hacer cuando la remesa de blindados que tan contento pone a Zelenski demande también cobertura aérea para defenderse de aviones plateados rozando los tejados?

El argumento utilizado para justificar la escalada que dicta la voz en off, que estamos ante un loco al que hay que pararle los pies al precio que sea, expulsa de la discusión cualquier posicionamiento que no coincida a pies juntillas con la apuesta belicista. Pero con independencia de lo justo de nuestra posición, hay que iluminar con más intensidad los riesgos que van aparejados a esta. Básicamente para que en una cuestión tan relevante –jugarse la paz– la ciudadanía pueda sentirse en la partida al menos como un jugador informado. Y eso pasa por ir actualizando el balance de costes y amenazas a las que nos exponemos por decisiones propias –los gobiernos que elegimos– o ajenas pero que no tenemos más remedio que compartir. Por cierto, duele ver a Europa sin capacidad para manejar, en paralelo al envío de tanques, algo que se asemeje a una propuesta diplomática por la paz. Ni que fuese tan solo para quedar bien y aplacar conciencias. Pero Europa pesa lo que pesa. Y España un poquito menos.