"Cuando como ciudadanos no podemos proteger a nuestras familias porque la ley no nos lo permite, tenemos derecho a iniciar una revuelta contra el mal gobierno. Este es nuestro sentimiento actual como padres de una hija agredida”. Quizás este artículo lo acabe leyendo la ministra de Igualdad, Irene Montero, así que he decidido encabezarlo con el mensaje que he recibido de unos buenos amigos que conviven desde hace unos años con la pesadilla de que su hija fue agredida sexualmente. Su violador, ya condenado, verá redimida su pena gracias a la ineptitud de la ministra y su equipo de colaboradores –la del Gobierno entero, dado que el Ejecutivo actúa colegiadamente– y su absoluto desprecio por el mínimo sentido de la responsabilidad y el trabajo diligente.
Los casos que ya conocemos de excarcelaciones y rebajas de pena para los agresores sexuales gracias al agujero jurídico de la ley del solo sí es sí son ya suficientes para que la señora Montero y los aficionados propagandistas que la acompañan en su menester se marchen a casa con las mejillas encendidas de vergüenza y el rabo –heteropatriarcal o no– entre las piernas. Los avisaron. Les entregaron informes jurídicos que anticipaban lo que acabaría pasando. Y los menospreciaron. ¿Qué diantres vienen a explicarnos a nosotras y a nosotros, que siempre tenemos razón, los “señoros” de la justicia machoibérica y los medios de comunicación como La Vanguardia que dan voz a los cavernícolas?, dijeron. Y siguen diciéndolo ahora que esa nefasta profecía se ha cumplido. Es difícil imaginar mayor desvergüenza.
Su ley es un bodrio jurídico que ha hecho daño a mujeres, niñas y familias concretas
No señora, su ley, la que usted y los suy@s redactaron es un bodrio jurídico que ha hecho daño a mujeres, niñas y familias concretas que están siendo ultrajadas por el gobierno que debería haberlas defendido. Si utilizase para sí misma el baremo que usa con los demás debiera estar dimitida y cesada. Las dos cosas. Vaya a las casas de estas gentes, siéntese en sus mesas y explícales que es culpa de otros y no suya lo que acontece. Y cuando, encendidos de rabia, no puedan evitar abofetearla, piense que ellos lo están pasando mucho peor viendo cómo los que arruinaron sus vidas se van de rositas o cumplen menos condena gracias a su incompetencia. Ahora, ministra, hágase la víctima, que es lo que hace mejor. Defiéndase argumentando que cualquiera que así piensa y opina lo hace porque tiene un cerebro prehistórico y machista o porque participa de una conspiración contra Podemos. Claro, ministra. Nada tiene que ver su falta de preparación para el cargo. A la que suma la soberbia de quien se cree en la cima del mundo y con derecho a todo en compañía de analfabetos jurídicos. Un equipo, el suyo, digno para hacer un buen papel en un concurso universitario de oratoria pero no para participar de la dirección y gobernanza de un país.
Y ahora, la malversación. Alguien deberá explicarles a los ciudadanos que pagamos impuestos la diferencia entre robar bien y robar mal. No es lo mismo llenarse los propios bolsillos que llenar el de los amigos, cierto. No es igual llevarse a casa un maletín repleto de billetes que financiar el partido en el que militas, también es verdad. Pero sí es el mismo el resultado: una estafa al bien común y a los ciudadanos que con mejor o peor cara soportan el peso de mantener en pie con su dinero la Administración y los servicios públicos.
Si como gobierno han llegado a la conclusión de que el delito de malversación se utilizó de manera torticera en los tribunales para acrecentar las penas e incrementar el número de acusados por lo ocurrido en Catalunya en el 2017, atrévanse a buscar mejores soluciones que no pasen por repetir el desaguisado de la ley del solo sí es sí . No queremos corruptos que deben cumplir condena en la calle antes de tiempo. No nos humillen beneficiando a quien nos ha esquilmado. Se llame Griñán, Bárcenas o Perico de los Palotes. No arreglen un problema creando otro. No hagan de España un lugar en el que los artículos del Código Penal son dictados al capricho de la necesidad más perentoria. Sobre todo si ese antojo se traduce en que el delincuente acabe por fumarse un puro a nuestra salud. De nuevo mis amigos, su impotencia y su rebelarse contra el Gobierno. Concluyo que hay demasiados días en los que llevan razón.