Boris y Laura

Opinión

Boris y Laura

Boris Johnson y Laura Borràs. Él, como primer ministro, fue hijo del Brexit. Ella se definió como hija del 1-O. Ambos se han rebelado tanto como han podido contra lo que consideran una injusticia y han protagonizado esta semana momentos de resistencia numantina, con la voluntad explícita de no rendirse. A él no le ha acabado saliendo bien. Ella ha tenido que hacer una declaración institucional para decir que no tiene intención de apartarse.

Muchos los consideran cultos, por encima de la media de políticos del momento. Otros los consideran sobrevalorados, también en ese sentido. En cualquier caso, uno puede declamar durante minutos la Ilíada en griego. La otra puede provocar un revolcón a todo un grupo parlamentario de la oposición, a cuento de El Quijote .

De Johnson, un diplomático británico dijo que tenía una relación algo ambigua con la verdad. A Borràs, el poder judicial quiere desmentirla cuando defiende que no cometió ningún delito. Hasta ahora, ella lo ha alegado firmemente, pese a las filtraciones que han aireado supuestos e-mails suyos incriminatorios.

El alcance de su balance de daños no lo decidirá Junts, sino los jueces

Ella tiene un partido que la avala, aunque algunos de sus ilustres lo hagan arrastrando los pies. Pero el problema lo tiene sobre todo con sus socios de ERC y la CUP, con indisimuladas ganas de enviarla a la papelera de la historia. A él, los suyos lo han aguantado hasta que han visto claro que podían ir arrastrados al pozo junto a su jefe. En el Reino Unido, donde cada diputado debe ganarse el escaño en su demarcación, el estado de gracia del líder es cuestión de vida o muerte a pie de calle. Aquí, no tanto.

Eso sí, aquí y allá, la marca personal del candidato, cuando es potente, lo es casi todo. Los anglosajones llevan décadas diciéndolo, lo recuerdo siempre en clase, lo he escrito aquí y está muy trillado por doquier: “El candidato es el mensaje”. También cuando muta en activo tóxico, y entonces, en qué momento la organización se deshace de él (y cómo) fija una diferencia clara entre partidos y ecosistemas políticos. Pero acaba llegando siempre.

En el Reino Unido, Johnson básicamente tiene alternativa en sus propias filas, no en la oposición. El líder de los laboristas, Keir Starmer, no marca gol ni cuando la portería tory está vacía. Aquí Borràs, internamente, una vez elegida, no ha tenido contrincante en clave de cartel electoral, pero tiene una ERC con la maquinaria bien engrasada de hace tiempo y con un candidato electoral que en las próximas elecciones defenderá el título de presidente.

El candidato es el mensaje, también cuando muta en activo tóxico

Tan cerca, tan lejos. Aunque, desde el principio de sus quebraderos de cabeza, ninguno de los dos casos pintaba bien. Esta semana, Borràs admitía que tiene la sensación de que difícilmente puede acabar bien para ella “una causa judicial que empezó con una investigación prospectiva que decidió investigar a una persona, no a unos hechos”.

La gran diferencia con el caso británico es que en el asunto Borràs, salvo inesperado giro de guion, el alcance de los daños políticos para su partido no lo decidirán sus miembros, sino los jueces.

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