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Carme Forcadell, la ‘presidenta’ del módulo de mujeres

De muy honorable a reclusa

Tras un largo y elocuente silencio en la prisión de Mas Enric, Forcadell carga contra la sentencia, que considera “un escarnio público”

Forcadell pasando revista por última vez a la guardia de los Mossos d’Esquadra en enero del año pasado

Àlex Garcia

Vive en una celda. En el único módulo de mujeres de la prisión de alta seguridad de Mas Enric, en Tarragona. Lejos de Lledoners. Lejos de Puig de les Basses. Lejos, voluntariamente, del foco mediático. Hasta que el Tribunal Supremo dictó sentencia y la condenó a once años y medio de prisión por un delito de sedición. Y Carme Forcadell ha decidido hablar.

Ha calificado la sentencia de “escarnio público”, y atribuye la pena a su condición de presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y no a la de presidenta del Parlament. También ha admitido errores. El discurso de Forcadell se aleja de la épica y la estrategia política al uso. Sus silencios han sido, son, elocuentes. Quienes la conocen destacan la determinación –para otros, la osadía– con la que defiende sus convicciones. También dentro de la prisión, donde no son pocas las reclusas que la llaman presidenta.

Forcadell se ha ganado el respeto del resto de internas de Mas Enric. Son alrededor de cuarenta mujeres. Algunas cumplen pena por tráfico de drogas, otras por estafa y también las hay con delito de sangre. Desde el lunes 14 de octubre –su día número 572 entre rejas–, la ex muy honorable presidenta del Parlament de Catalunya, ahora reclusa Forcadell, cumple por un delito de sedición. Por no impedir tramitaciones parlamentarias desoyendo las “múltiples advertencias y requerimientos personales formulados por el Tribunal Constitucional”. Ni ella, ni su entorno, ni siquiera su abogada imaginaban una pena de tal calibre. Cuatro días después concedía su primera y hasta ahora única entrevista, que Catalunya Ràdio emitió el lunes pasado.

“Se aprende más de los errores que de los aciertos”

Políticos y opinadores no independentistas, entre ellos Pablo Iglesias o Ada Colau, han aplaudido esta semana la “valentía” de Forcadell. Admitió que los políticos independentistas “quizás no tuvimos empatía con la gente que no es independentista y esta gente quizás no se sintió justamente tratada”. Abogó por una “lectura realista” de lo ocurrido aquel otoño. “Se aprende más de los errores que de los aciertos; si hubiéramos hecho una buena lectura, no nos tendríamos que haber impuesto nunca un calendario; lo más importante no es el calendario”.

Pero las largas y monótonas horas de soledad en la prisión han reafirmado sus convicciones. Su defensa de los derechos y libertades democráticas. El libre debate de ideas. El derecho de un país a ejercer el derecho de autodeterminación. Sin violencia. Las marchas por la libertad la emocionaron. “Cuando leí la condena no lloré, pero sí lloré cuando vi las escenas de violencia”, dijo dolida. Fruto de aquellas noches de altercados, cargas y cuestionadas detenciones, agentes de paisano de la Policía Nacional rodearon, arrastraron por el suelo y retuvieron en Tarragona a la joven Laura Solé. Un vídeo que se hizo viral muestra la brutalidad de la escena.

Ha ‘amadrinado’ a Laura Solé, la joven detenida en Tarragona

El Juez decretó el ingreso de Laura a prisión. Y Forcadell la ha amadrinado en Mas Enric. La ha animado a ir a entrenar cada día. A desfogarse y a cansarse en las clases de crosfit y así no les cuesta tanto dormirse. Hasta hace unos meses, Forcadell también jugaba al ping-pong pero se fue la única reclusa a la que no podía ganar y le perdió interés al juego.

También ha convencido a la joven y descolocada Laura a que se apunte a trabajar en el huerto que cultivan las internas. Y lo ha hecho como ella hace las cosas, con esa combinación de convencimiento y persuasión de quien acumula argumentos. Con la convicción que una madre exhibiría a sus hijos y con la certeza que soltará una regañina si así lo considera. Quizás sus años de profesora (se licenció en Ciencias de la Comunicación en la UAB y cursó un máster en filología catalana y tras una época de periodista se pasó a la docencia), le pasa factura. Como aquella vez en Lleida, en una asamblea de la ANC. Tomó la palabra el entonces alcalde socialista Àngel Ros y parte de la concurrencia independentista empezó a silbar, Forcadell se levantó, le cogió el micro al alcalde y espetó: “¿Pero somos demócratas o no somos demócratas?”. Jaleo zanjado.

“Quizás habrá una Carme distinta tras la sentencia”

“Quizás habrá una Carme de antes de la sentencia y otra de después”, opina Irene Martín, amiga, abogada y compañera en el secretariado de la ANC desde su creación en 2012 (Forcadell fue una de las impulsoras) y hasta 2015, cuando dejó la entidad para integrarse en la coalición Junts pel Sí. Aquella mujer, casi una desconocida en los circuitos de poder catalanes, se había convertido en la cabeza visible de las movilizaciones más masivas y pacíficas que se recuerdan en Barcelona y Europa.

“Si la hubieran juzgado por su papel como presidenta del Parlament, su causa estaría en manos del TSJC, sus votos valieron igual que los del resto de miembros de la Mesa, pero a ella le han juzgado por todo lo anterior”, añade Martín. El mandato político de Forcadell fue tan breve como intenso. Marcado por la voluntad de culminarlo con un referéndum de autodeterminación, 13 de las 26 leyes aprobadas fueron totalmente o parcialmente suspendidas por el Tribunal Constitucional.

Su entorno destaca de esta mujer (nacida en 1955 en Xerta) su carácter resolutivo, su claridad, su seguridad y su capacidad. También la generosidad. El feminismo y el activismo vienen de serie. En prisión, donde viste como se vestiría para ir al Parlament, Forcadell ha batallado –y conseguido– que las internas puedan ducharse en las celdas después del gimnasio, secadores de pelo o que puedan trabajar en la cocina y en el bar, como antes sólo podían hacer los internos. La prisión la ha alejado de la familia –escogió Mas Enric sólo para estar más cerca de su madre nonagenaria– de los viajes y de la ópera. En la celda devora novela negra y a todo Camilleri y también responde cartas. No tiene previsto, por ahora, escribir un libro.

Más allá de los barrotes, a las manifestaciones y actos para reclamar la libertad de los presos políticos, se suman las 614 adhesiones (476 de cargos electos y 138 de excargos) al manifiesto Free Forcadell, que también han suscrito 49 cámaras legislativas.

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