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“Nos maldijeron, pero no somos lo mismo”

La exhumación

La Moncloa celebra como un éxito la salida de los restos de Franco del Valle de los Caídos y resalta su significado histórico y político

Imagen de la familia Franco trasladando el ataúd con los restos mortales del dictador

POOL New / Reuters

Es la imagen de la democracia expulsando a un dictador de un mausoleo”. En la Moncloa resumen en una sola e impactante imagen, diseñada al milímetro, la operación de exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos, el traslado del féretro en helicóptero y su definitiva reinhumación en el cementerio de Mingorrubio, culminada el pasado jueves tras un largo año de demora sobre el plan inicialmente previsto.

Esa imagen es la de los tres representantes del Estado en lo alto de la escalinata del acceso principal a la basílica del Valle de los Caídos, impertérritos, mientras los familiares del dictador hacían esfuerzos bajando las escaleras con el féretro a hombros. Una imagen poderosa, a la que en la Moncloa dan un potente significado: “No somos lo mismo”.

Los tres representantes del Estado eran la ministra de Justicia, Dolores Delgado, en su función de Notaria Mayor del Reino para dar fe de toda la operación, junto al secretario general de la Presidencia del Gobierno, Félix Bolaños, y el subsecretario del Ministerio de la Presidencia, Antonio Hidalgo. “Nosotros no formábamos parte del cortejo fúnebre –explican–, y por eso siempre estábamos separados de la familia del dictador, a 50 metros por lo menos. Con la imagen en la que aparecemos arriba de la escalinata, quisimos trasladar que el Estado es el dueño de este recinto. Y la familia de Franco se lo lleva lejos”.

Fue el momento culminante de una operación que el propio Bolaños empezó a diseñar, “desde el folio en blanco”, en cuanto Pedro Sánchez llegó a la Moncloa en junio del 2018. “Lo que pasó es exactamente lo que queríamos que pasara, todo estaba planificado al detalle”, admiten. “Pero para lograrlo era necesaria la colaboración, si no entusiasta, sí al menos resignada de la familia”, reconocen. Para ello, una vez que el Tribunal Supremo avaló definitivamente el acuerdo del Consejo de Ministros de exhumar a Franco y puso fin a más de un año de retrasos provocados por los innumerables recursos y obstáculos que interpusieron los nietos –hasta la vicepresidenta Carmen Calvo hubo de lograr el plácet de la Santa Sede–, Bolaños mantuvo varias reuniones en la Moncloa con el abogado de la familia, Luis Felipe Utrera Molina, y el mayor de los nietos, Francis Franco. “Nunca pensamos en una humillación ni en una ceremonia oprobiosa, sino en algo digno para ellos, y así lo entendieron. Hemos tenido una interlocución elegante, aunque hemos discutido mucho”, resaltan.

“Demostramos al país que hay un presidente que toma decisiones valientes y las ejecuta de forma impecable”

Hubo, no obstante, momentos de tensión durante lo que en la Moncloa denominaban “el día D”. Por ejemplo, cuando Francis Franco trató de introducir en la basílica la bandera que cubrió el féretro del dictador en su entierro en 1975, lo que no se le permitió. Y, sobre todo, durante el levantamiento de la lápida y la exhumación del ataúd. Dentro de la carpa que rodeaba la tumba sólo pudieron estar presentes dos de los nietos: Merry y José Cristóbal Martínez-Bordiú. “Merry nos estuvo faltando, nos maldijo, nos llamó profanadores”, lamentan. “¡Qué vergüenza, abuelo!”, decía constantemente. “Estuvo provocándonos, pero no recibió ninguna respuesta”. De nuevo, el argumento: “No somos lo mismo”. “Merry estaba muy nerviosa y con un tono muy incómodo, no así el hermano, José Cristóbal, que se comportó como un señor”.

Los familiares sólo se dirigieron a Bolaños, coordinador de la operación, como si la ministra Delgado no estuviera allí. “Eso también lo pactamos, para evitar momentos tensos”. Así que Bolaños se convirtió en “el clavo del abanico”.

Hubo más momentos de tensión: la familia se quejó del ruido que hacían los operarios con los martillos eléctricos y la radial que utilizaron para levantar la lápida, lo que además provocó que se partieran dos azulejos. Y pese a que el funerario acreditó el mal estado del fondo del féretro, la familia se negó “bajo ningún concepto” a cambiarlo por uno nuevo previsto al efecto. “Aquí no puede haber conflicto, ni vosotros ni nosotros queremos que se rompa el ataúd y el cadáver salga rodando”, intermedió Bolaños. Así que los operarios ingeniaron una solución de urgencia: colocaron un tablón bajo el ataúd, lo aseguraron con correas y se tapó con un cubreataúd. “No estaba para moverlo mucho”, reconocen. “¡Viva España! ¡Viva Franco!”, clamaron los familiares cuando introdujeron el féretro en el coche funerario. Y así salió Franco de la basílica. “El dictador llegó en 1975 bajo palio, con todo el Estado detrás, y salió sólo acompañado por sus familiares”, zanjan.

Sánchez no prevé demoler la cruz ni desacralizar la basílica de Cuelgamuros si gobierna tras el 10-N

En el helicóptero en el que se trasladó el féretro a Mingorrubio, también se evitó toda situación incómoda: Bolaños se sentó entre la ministra Delgado y Francis Franco. Tampoco se produjeron silencios incómodos, porque el ruido del helicóptero era ensordecedor y no invitaba a la charla. “Entonces nos dimos cuenta de que estábamos a punto de cumplir la misión, fuimos conscientes de que la operación iba viento en popa y ya habíamos logrado lo más difícil”, reconocen.

Ya en el panteón familiar de Mingorrubio, en la ceremonia íntima y religiosa que celebraron el prior de la abadía, Santiago Cantera, y el sacerdote Ramón Tejero –hijo del golpista Antonio Tejero, presente en el exterior–, los nietos ya cubrieron el féretro con la bandera que se utilizó en el entierro de 1975. La ministra y Bolaños se quedaron al otro lado de la reja que da acceso a la cripta, sin participar en el oficio religioso. Acto seguido, primero la ministra y después Bolaños, abandonaron el lugar. La operación había concluido. Y ya no estaban presentes cuando varios familiares de Franco forcejearon con los policías a la salida del panteón.

Pedro Sánchez dijo que el Gobierno estudiará si abre un expediente sancionador contra la familia de Franco, por los episodios que podrían ser constitutivos de un delito de enaltecimiento del dictador. Pero en la Moncloa parece que prefieren pasar página: “Eso no es lo importante. Los gritos que hubo no empañan en nada todo el acto. Lo importante es el significado histórico y político de la exhumación”.

¿Y ahora qué? “El Valle de los Caídos ya está resignificado en buena medida, ya no está el dictador”, defienden, en espera de estudiar el futuro de Cuelgamuros tras las elecciones, si Sánchez gobierna. Pero en la Moncloa no tienen previsto demoler la gran cruz que corona el recinto. “No nos gusta destruir nada, no es nuestro estilo”, argumentan. Tampoco desacralizar la basílica: “Nunca lo hemos propuesto, aquello es una basílica como una casa, con su altar, su capilla...”.

Y sobre el efecto que el traslado de Franco tenga el 10-N, en la Moncloa aseguran no tener “ni idea”, ni encuestas aún al respecto. Sólo tienen una cosa clara: “Hemos demostrado al país que hay un presidente que toma decisiones valientes y las ejecuta de manera impecable”.

Y sobre el efecto que el traslado de Franco tenga el 10-N, en la Moncloa aseguran no tener “ni idea”, ni encuestas aún al respecto. Sólo tienen una cosa clara: “Hemos demostrado al país que hay un presidente que toma decisiones valientes y las ejecuta de manera impecable”.

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