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La discrepancia de Sánchez e Iglesias por el gobierno enreda la investidura

El escenario postelectoral

La Moncloa intenta no cerrarse puertas para cuadrar el sudoku de la votación

Podemos apremia a Sánchez: “Es tiempo de acuerdo, no de decepcionar”

Las negociaciones para celebrar la investidura de Pedro Sánchez no avanzan

Dani Duch

Están condenados a entenderse, pero cada uno entiende de manera diferente cómo articular dicho entendimiento. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias volvieron a reunirse el pasado lunes en la Moncloa. Y, como ya ocurrió en la cita que ambos mantuvieron la semana pasada en el Congreso, la discrepancia de fondo sigue siendo la misma y no se resuelve. El líder del PSOE quiere manos libres y un gobierno autónomo, en el que sólo incorpore a algunos independientes de la órbita progresista, que fueran bien vistos por la formación morada pero sin carnet. Y el líder de Unidas Podemos reclama que miembros de su formación se sienten en el Consejo de Ministros. Un gobierno de coalición sí o sí.

“Las posiciones están muy alejadas”, certificó ayer la dirección del PSOE tras confirmar la nueva reunión entre Sánchez e Iglesias después de que la desvelara Eldiario.es. El mismo lunes, tanto en la Moncloa como en Ferraz evitaron confirmar oficialmente que la cita se hubiera producido. Y ayer tanto el PSOE como Unidas Podemos se recriminaron mutuamente la filtración de la noticia. Un pequeño aperitivo de lo que podría ser el “gobierno de cooperación” que Sánchez propuso la semana pasada como fórmula semántica para ganar tiempo y que Iglesias acabó aceptando en espera de que el líder del PSOE deshoje la margarita.

La cita del lunes

Ferraz asegura que las posiciones están muy alejadas respecto a su “socio preferente”

En la Moncloa, entre tanto, quieren mantener abiertos todos los posibles escenarios para la investidura de Sánchez. No quieren cerrarse ninguna puerta, para poder cuadrar los números de este complejo sudoku. Aunque esta situación lleva al núcleo duro y los portavoces de Sánchez a decir una cosa y la contraria según se aproxima la fecha prevista de la investidura, en la primera quincena de julio. Ayer, pese al reconocimiento de lo alejadas que siguen las posiciones, el PSOE sí quiso mostrar, no obstante, “la máxima disposición de entendimiento” con Unidas Podemos, formación a la que insistió en definir como “socio preferente”.

Sánchez sigue esperando que surta efecto la presión interna y externa sobre el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Y que finalmente la formación liberal facilite la investidura con su abstención. Pero el PSOE no ahorra ataques contundentes contra Ciudadanos, por sus “pactos inconfesables” con la extrema derecha de Vox. La dirección del PSOE también insiste en que no quieren hacer descansar la investidura ni la gobernabilidad de España en los partidos independentistas catalanes, y anuncian que ni siquiera negociarán nada con ellos, al tiempo que se reúnen con ERC y JxCat para pedirles que no bloqueen la investidura. O buscan una abstención de UPN al tiempo que, tras frenar inicialmente las aspiraciones de la socialista María Chivite, ahora defienden su legitimidad para presentarse a la investidura.

Confianza morada

Podemos mantiene su convencimiento en que al final habrá gobierno de coalición

En Unidas Podemos, por el contrario, prefieren guardar silencio sobre el encuentro del lunes. Fuentes de la formación se ratificaban ayer en lo que Pablo Iglesias manifestó el lunes, horas después del encuentro: que mantienen su apuesta por un gobierno de coalición y que son optimistas respecto al resultado final de la negociación. “Estoy convencido de que Pedro Sánchez no decepcionará a quienes quieren vernos gobernar juntos”, dijo no sin malicia el líder morado.

El esfuerzo del PSOE por evitar nupcias gubernamentales con los de Iglesias en pro del despreocupado vínculo de amigovios –reservándose los socialistas la libertad de eventuales visitas recreativas a alcobas de sábanas naranjas o azules– no parece causar mucho desconcierto en Podemos, cuyo líder ya había predicho que serían estas unas semanas de “titulares tremendos, históricos” pero provisionales. El optimismo de Podemos parece descansar en la experiencia previa respecto al desconcertante estilo negociador del PSOE, inclinado al juego de la gallina [en Teoría de Juegos, técnica de negociación consistente en apurar los plazos, remedando el duelo de dos coches que avanzan uno contra otro a ver quién se aparta], una modalidad que funcionó en la moción de censura porque Marta Pascal, entonces líder del PDECat, e Iglesias movilizaron los apoyos necesarios. Sin embargo, la misma estrategia pasiva –que ya le valió una investidura fallida a Sánchez en el 2016– tuvo magros resultados para el PSOE en la negociación del pacto presupuestario, en la que la premura del último minuto, tras haber apurado el plazo, permitió a Unidas Podemos vender el acuerdo mucho más caro de lo que había soñado. No funcionó mejor para los socialistas en la aprobación presupuestaria, cuando se dejó correr el tiempo y en la última semana hubo que ofrecer un relator y una mesa de partidos con el resultado conocido.

Los precedentes

El PSOE ya optó por apurar los plazos en la negociación de las cuentas y en la censura

Los malos resultados del 26-M no sólo no abaratan el apoyo de los morados al PSOE sino que más bien lo encarecen, pues convierten en perentorio la amortización de los 42 diputados logrados en abril. A diferencia de hace tres años, hoy una abstención de Unidas Podemos daría al traste con la investidura, y el voto han de decidirlo las mismas bases que vetaron el pacto PSOE-Cs en el 2016. Iglesias no tiene incentivos para aceptar la amistad con derecho a roce que ofrece Sánchez. Y permanece, rodilla en tierra, con el anillo en la mano.

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