Las raíces de la esperanza
Red de Lectores
Lectores de 'La Vanguardia' relatan y retratan el trabajo de Arrels con las personas víctimas del sinhogarismo
* Los autores forman parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Desde que empezó este año 2023, más de una veintena de personas sin hogar han fallecido en la ciudad de Barcelona. Una de las últimas fue la joven Samira, muerta a principios de agosto al caerle encima una palmera en el barrio del Raval. El siguiente reportaje, elaborado en la Red de Lectores de La Vanguardia, refleja el trabajo de la Fundació Arrels con las víctimas del sinhogarismo.
El refugio
El hogar de la Llar Pere Barnés
Lourdes Fernández (texto crónica y perfil; y fotos); Diego Pastor (texto perfil y fotos); Narcís Serrat (fotos), Eva Atkinson (texto perfil y fotos), Miguel Torres (fotos)
En el número 14 de la calle Puig i Xoriguer de Barcelona nos encontramos con este edificio de tres plantas de Arrels Fundació, cuyas 42 habitaciones acogen a las personas con un alto riesgo de vulnerabilidad que vivían hasta no hace mucho en la calle.
La Llar Pere Barnés fue inaugurada en al año 2007 con 30 plazas entonces y 4 más para situaciones de emergencia. El nuevo hogar de estas personas sin techo les proporciona la estabilidad que necesitan para salir de situaciones altamente complicadas, como las adicciones, enfermedades o circunstancias personales que les hacen perder la vivienda y las conducen al aislamiento social.
Con habitaciones individuales que les aportan privacidad, espacios comunes para ver la televisión o comer e incluso una espectacular terraza con jardineras cedidas por un huerto urbano para hacer sus encuentros al aire libre o cultivar, este HOGAR en mayúsculas es una oportunidad para salir en primera instancia del duro mundo de la calle.
El proyecto de Arrels empezó a gestarse a mediados de los años 80 de la mano de un grupo de personas vinculadas a las parroquias de Sant Pere Claver del Poble Sec y Sant Miquel del Port de la Barceloneta, muy preocupadas por la situación de las personas sin hogar en Barcelona. Con la evolución de los años y la participación de muchas entidades, ha quedado en una fundación totalmente laica.
El número de personas sin techo ha crecido desde hace un par de años, la pandemia ha hecho cambiar el perfil de las personas que acaban por recibir ayudas tras perderlo todo, personas con una profesión y formación han llegado a sufrir la exclusión social que produce quedarse sin nada. Arrels recupera con todos los recursos que puede a las personas que acuden o que se encuentran a fin de que su reinserción se produzca lo antes posible.
La dura vida en la calle deteriora la salud física y mental, muchas personas sufren de enfermedades crónicas, cosa que dificulta su acceso a plazas en centros públicos o privados. El agravamiento con problemas de salud mental o adicciones hace que se precise de un HOGAR como este para personas con alto riesgo de vulnerabilidad.
La dura vida en la calle deteriora la salud física y mental, muchas personas sufren de enfermedades crónicas
Se conocen entre ellos, hay sensación de grupo, pero cada uno mantiene su independencia, unos entran y salen y otros, y esto me llama especialmente la atención, no salen de la zona común, les cuesta salir del edificio.
En silla de ruedas, ciegos, sordos, con dificultades para hablar en castellano o catalán, todos tienen su espacio. Un lugar donde no se les juzga, donde se les ayuda, se les integra, se les proporcionan cuidados, higiene, asesoramiento y sobre todo, un lugar donde más que un techo encuentran una protección, un cobijo.
La Llar es un lugar donde no se les juzga, donde se les ayuda, se les integra, se les cuida, se les da protección y un cobijo
El respeto es una de las máximas de Arrels, todas las personas que han encontrado en la Llar están contentas de estar allí. Muchos confiesan que entrar en la casa les ha salvado, no se les da un tiempo máximo de estancia.
Los casos más avanzados pasan a pisos tutelados, pero nadie les presiona, se les da el espacio temporal necesario para que estén bien física y emocionalmente, con toda la ayuda y asesoramiento que requieren.
En nuestra visita a la Llar Pere Barnés hemos aprendido muchas cosas, pero, sin duda, la más importante es el respeto y la humildad, comprender que cualquier persona bajo las circunstancias equivocadas un día puede estar necesitando también de los demás.
Shanon
"Se ilumina cuando habla de su hijo"
Sharon, mujer y persona vulnerable, reside desde hace unos dos años en el centro de Arrels. De porte elegante y con formación universitaria no recuerda exactamente el tiempo que estuvo en la calle, un tiempo quizá para olvidar. Proviene de una buena familia, los padres se divorciaron y emprendieron vidas separadas, con hermanos y un hijo en su Dublín natal. Su familia no sabe que ha vivido en la calle. No muestro su rostro para mantener su privacidad como así me lo ha pedido, una cara que se ilumina cuando habla de su hijo de 26 años, ajeno a la situación. Malas decisiones, mala suerte, alcoholismo, falta de trabajo, sin duda, no ha tenido una vida fácil esta profesora de inglés que llegó hace diez años para tener una vida mejor, una mujer que en la cincuantena de edad luce un aspecto cansado, con unos increíbles ojos claros que transmiten distinción y unas manos que la dotan de serenidad a pesar de las circunstancias.
Antonio
"Estos ojos han visto muchas cosas"
Antonio, nacido en Barcelona y fan del Barça, pasó casi 10 años viviendo en las calles de Barcelona, principalmente en Las Ramblas. Tras esa dura temporada fue ayudado por la Fundació Arrels y lleva dos años y medio con ellos.
De mirada profunda, me comenta: "Estos ojos han visto muchas cosas, pero eso es el pasado.” Tiene ganas de mirar hacia adelante, gran lección por su parte.
Valentín es otro de los usuarios de la Llar Pere Barnés, mañico de origen y trabajador en el puerto de Barcelona durante 50 años. Las siguientes tres fotografías de perfil nos permiten conocerlo mejor y cómo es su día a día en este centro de Arrels.
- Siempre le gustaron los tatuajes y hace gala de ellos.
- Valentín siempre fue un poco diablillo. Presume de ello.
- Ambiente en la entrada al centro. Espacio para fumar, del que Valentín es asiduo.
Jorge, trabajador de la Llar Pere Barnés
Jorge, de 27 años, es integrador social. Lleva seis años trabajando en la Llar Pere Barnés de Arrels y es un trabajo que le gusta mucho. Sus padres son originarios de Perú, pero él nació en Barcelona.
El taller y la tienda
El hallazgo de La Troballa
Diego Pastor (texto crónica y fotos); Mar Rovira Batlle (texto perfil y fotos), Àngel Sastre (texto entrevista y fotos), Lourdes Fernández (texto perfil y fotos); Narcís Serrat (fotos), Eva Atkinson (fotos), Miguel Torres (fotos)
Había pasado docenas de veces por delante de La Troballa, la que yo creía una tienda más de la calle Ample. Y aun siendo en parte así, lo que nunca había imaginado es el esfuerzo, la dedicación, la ayuda, la rehabilitación y el empeño en salir adelante que impregnan las paredes que compartimentan el local.
Troballa significa hallazgo en castellano, y eso ha sido para mí la visita de hoy, fruto de una iniciativa de La Vanguardia. El centro es un taller de trabajo de la Fundació Arrels, que ocupa la enorme trastienda que el público no ve, aunque nadie se esconde aquí de nada, faltaría más. Han accedido a él hombres y mujeres después de haber dado una enorme zancada hacia adelante en su estabilidad mental y social.
La mayoría de ellos, procedentes de una exclusión sin techo, trastornada por el alcohol, las drogas y las malas experiencias vitales, de la mano de voluntarios y educadoras de Arrels, son la fuente de esperanza de este hallazgo.
En el taller se realizan múltiples trabajos, desde la carpintería al textil, desde la papelería a la cerámica, desde la bisutería hasta cualquier manualidad artesana. Las herramientas, telas y maderas que pueblan las estanterías dan fe de ello.
Esta producción es la que se pone a la venta en la tienda exterior. Cualquier euro puede ayudar si se vende algo, satisfacción aparte.
Lo más importante es que este local se convierte para los asiduos en su lugar de trabajo, de concentración, mental y física, y una rutina diaria para sentirse útil y necesario, en el que se valoran sus habilidades y constancia. Hay quien ya las trae de serie y otros las aprenden aquí.
Pero, en todo caso, la jornada ya tiene sentido, hay una tarea que cumplir en la misma silla que aguarda cada día. La mayoría de estas personas ya no viven y duermen en lugares de acogida, sino que han podido instalarse en pisos conseguidos por Arrels. Su batalla diaria por salir del pozo fue capaz de conseguirlo. Y esa lucha por mantener lo logrado y seguir avanzando continúa adelante, de ahí lo terapéutico de haber encontrado un lugar, un tesoro, una troballa.
Geni
Una lección de superación y humildad
Nos encontramos con Eugenia, Geni para los amigos entre los cuales me honra que me incluya desde nuestra visita a La Troballa. Sociable y dicharachera, llora al recordar a su familia de nueve hermanos, algunos de los cuales ha perdido al igual que a sus padres, mala suerte en la vida por la que ha pagado un precio muy alto. Geni sonríe sin parar cuando nos habla de su hija y sus nietos, a los que ve frecuentemente. Vive en un piso tutelado por Arrels, y se pasa los días enteros en el Taller, colaborando en servicios de lavandería, haciendo tazas o lo que surja. Es una conversadora nata que de inmediato nos enseña las instalaciones y nos hace partícipes de su día a día. Integrada en la sociedad y con sus compañeros, esta sencilla mujer nos muestra el lado esperanzador de la fundación, las oportunidades aprovechadas y el ayudar a los demás tal y como ella es ayudada, sin duda, una lección de superación y humildad.
John Mandala
De la calle a tener un piso y trabajo
Los usuarios de La Troballa elaboran productos. El trabajo manual y creativo salta a la vista. John Mandala, alias Zarza, que llegó a Barcelona desde Costa Marfil, muestra cómo elaboran productos navideños. Explica que estuvo seis años en la calle y, ahora, vive en un piso tutelado.
Peter
"Pinta genial"
Peter, francés, también vivió en la calle. A pesar de que no habla casi nuestro idioma y de que mi francés lo tengo bastante olvidado, hemos podido conversar. Llegó a Barcelona para ir a un concierto de rock de estos grupos icónicos de toda la vida, tipo Rolling o Dire Straits. Me ha dicho que tenía más de 60 años, pero yo le veía más joven. Sobre todo, me pedía mucha atención para enseñarme los preciosos trabajos que hace en la fundación, Peter pinta genial. Por todas partes habían trabajado suyos y firmados. Es muy generoso, todo el rato quería regalarme una pieza de arte de las suyas y, al final, me la ha dedicado. De sus trabajos he elegido uno con amarillo y rojo, los colores catalanes. La he encontrado tan bonita que el Parlament podría utilizarla de anagrama. Peter tiene mucho talento. Guardo su obra ya en casa como un tesoro.
Ana Rodríguez Titos, educadora social en La Troballa
"Es gratificante acompañar a las personas"
¿Cuánto tiempo lleva trabajando como educadora social?
Estoy ejerciendo como educadora social en Arrels Fundació desde el año 2007. De joven fui voluntaria en muchos ámbitos sociales, tanto del tercer mundo como del cuarto, en Barcelona.
¿Qué es lo que más le importa de su trabajo?
Todo, si tuviera que elegir sería lo gratificante que es poder acompañar a las personas. Cada día aprendes una cosa nueva en este trabajo y muchas veces te lo enseñan las propias personas.
¿Qué perfil de personas sin techo acuden al taller ocupacional?
Al taller ocupacional acuden las personas que son de nuestro perfil de Arrels, que son aquellas personas más vulnerables que han estado en la calle o siguen durmiendo en la calle incluso y que tienen una motivación por hacer alguna cosa por colaborar, por ocupar su tiempo, cualquier tipo de ocupación. Nosotros, en el taller ocupacional, vemos cuáles son sus motivaciones, cuáles son sus inquietudes y, a partir de ahí, trabajamos la ocupación con la persona.
¿Nos podría explicar cuáles son sus principales tareas y responsabilidades?
Mi principal tarea consiste en acompañar a las personas que vienen al programa ocupacional o que tienen alguna motivación por venir y, por supuesto, en ese acompañamiento se podrían incluir muchas otras tareas diarias de gestión, organización, pero la principal es acompañar a las personas.
¿Qué tipo de desafíos y recompensas encuentra en este trabajo?
Un desafío sería llegar a motivar a las personas a mejorar su calidad de vida, porque muchas veces te las encuentras en estados depresivos y no tienen esa motivación. A veces es difícil y sobre todo gratificante, cuando lo consigues y ves que realmente tu trabajo tiene sentido y que has conseguido que mejore su calidad de vida.
Es gratificante cuando consigues motivar a las personas y ves que realmente tu trabajo tiene sentido
Para usted, ¿qué es lo que más importante de su trabajo?
Las personas que atendemos. También es importante sensibilizar a la ciudadanía para que conozcan esta realidad y no lo vean como un problema lejano, sino de todos.
¿Qué es lo más gratificante?
Cuando ves a alguien dar un paso para adelante y mejorar su calidad de vida en cualquiera de los ámbitos, aunque sea el más pequeño paso que nos hayamos podido imaginar.
¿Qué le diría a una persona que comienza a trabajar en este ámbito?
Le diría que tratar a las personas de igual a igual, de tú a tú. Y como me dijo hace muchos años una persona atendida por Arrels, "que piense que cualquiera de nosotros está más cerca de caer en la calle que poder obtener un yate". Y sobre todo que disfrute de cada pequeño momento de su trabajo, de cada pequeño logro.
En su dilatada experiencia profesional, habrá tenido numerosas anécdotas, ¿Nos podría explicar alguna?
Hace años, a una persona que estaba durmiendo en la calle, le hice un plan de trabajo, para que fuera al taller ocupacional tres veces al día, para tomarse la medicación, que era muy importante para seguir correctamente el tratamiento, y después de estar explicándoselo 20 minutos me dijo: "Que inocente que sos!". Ahí me di cuenta que mis necesidades no eran sus necesidades, mis prioridades no eran sus prioridades y que debemos siempre de respetar el ritmo y las necesidades de la persona.