* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Una vez más vuelvo a Roma, la ciudad de Rómulo, la Ciudad Eterna, es como un viaje al pasado y conocer las reliquias heredadas de sus diferentes épocas. Como capital de la República y del Imperio romano, llegó a ser la primera gran metrópoli de la historia.
En la Galería Villa Borghese se exponen las bellas esculturas de Bernini El rapto de Proserpina (1621) y Dafne y Apolo, San Jerónimo escribiendo, (1605) de Caravaggio. En sus bellos jardines saludaré a Asclepio, el dios de la curación, y me despediré delante de la Fontana de Trevi.
Roma posee 13 lugares reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Su historia comienza cuando Rómulo, descendiente del legendario Eneas, fundó la urbe a orillas del río Tiber. Capital de un vasto imperio durante cinco siglos, la ciudad se considera la cuna de Occidente.
El periodo más fecundo de su historia, fue su desarrollo en la antigüedad. Fue cabeza de un gran Estado imperial y difundirá por todas las provincias la cultura latina mezclada con la griega. Influyó en la sociedad, la cultura, la música, el arte, la arquitectura, la filosofía, la política, la religión, el derecho y la moral de los siglos sucesivos.
La Piazza dei Fiori
Caminando hacia la Roma medieval llego hasta la Piazza dei Fiori. En esta plaza se encontraba en época antigua un templo dedicado a Venus, diosa del amor y formaba parte del teatro de Pompeyo. Cuando aquellos viejos edificios quedaron en ruinas, su lugar fue ocupado por una ladera cubierta de flores que descendía suavemente hacia el Tíber, que da nombre a la plaza. "campo de las flores".
Es una plaza alegre y concurrida que está presidida por la sombría estatua de Giordano Bruno, el filósofo y matemático renacentista que fue quemado vivo en la hoguera por sus ideas "heréticas" en el año 1600.
Los bajorrelieves del pedestal muestran imágenes vividas del proceso: un altivo e inteligente Bruno se niega a acatar los dictados del presidente del tribunal.
Giordano Bruno (1548, Nola - 1600, Roma) fue mártir de las ideas heliocéntricas. Era un pensador independiente, astrónomo, filósofo, teólogo, matemático y poeta.
A los 24 años fue ordenado sacerdote y a los 28 obtuvo su licenciatura como lector de teología en su convento napolitano. Se interesó por la emergente literatura científica de su época desde los alquimistas hasta la nueva astronomía de Copérnico, que rechazaba que la Tierra fuera el centro del cosmos.
Viajó a París, Wittenberg, Praga, Helmstedt, Franfort y Zurich. Conoció a pensadores, filósofos y poetas que se convirtieron en verdaderos amigos. Tras volver a Italia es encarcelado y juzgado como hereje y condenado a muerte "sin derramamiento de sangre", es decir, a la hoguera.
Sus libros fueron quemados en la plaza de San Pedro e incluidos en el índice de libros prohibidos. Bruno dijo: "El miedo que sentís al imponerme esta sentencia tal vez sea mayor que el que siento yo al aceptarla. Morir así es la vida; vuestro vivir, la muerte. Por eso habrá quien triunfe, y no es Roma. ¡Soy yo!. Decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño, decidle que a la muerte me entrego como un sueño, porque es la muerte un sueño que nos conduce a Dios". Cumplida la sentencia sus cenizas fueron arrojadas al Tíber.
Sigo mi paseo por las calles de Roma porque pasear no es solo recorrer una antigua ciudad repleta de restos arqueológicos; Roma es el recuerdo de los gladiadores luchando a vida o muerte en el Coliseo, las cuádrigas emprendiendo veloces carreras en el Circo Máximo, y también la visión de los sabios romanos paseando por el foro mientras conversaban sobre la democracia.
Podría decirse que Roma inventó un tipo de belleza única: la de la magnitud y el poder, la decadencia, lo antiguo e histórico, la belleza de los colores cálidos de sus paredes, los fríos de sus piedras y estatuas, las paletas de sus numerosos cuadros repartidos entre sus museos, sus jardines como Villa Borghese donde detenerse y rendir homenaje a Esculapio, el dios de la medicina en un pequeño templo rodeado de un lago.
Los jardines de Villa Borghese se diseñaron conforme a las normas del jardín inglés: frondosas arboledas que simulan una naturaleza silvestre; estanques con embarcaderos y puentecillos, edificios cuyas fachadas se reflejan en el agua; delicadas rosaledas… todo en él responde al gusto romántico. Entre los senderos del parque nos acompañan interesantes esculturas de Goethe, Víctor Hugo y el poeta romántico Lord Byron.
Galería Borguese y Bernini
A la entrada de la Galería me sorprende El David de Bernini, su propio autorretrato quizás... Representa al futuro rey David, uno de los personajes del Antiguo Testamento en la escena en que derrota al Gigante Goliat lanzando una piedra con una honda. En comparación con otras versiones del tema, como la famosa estatua El David, de Miguel Ángel, se muestran cualidades de la escultura del Barroco. Sobre la placidez clásica y renacentista, Bernini introduce emoción y dinamismo.
El rapto de Proserpina es un grupo escultórico (1621-1622), basado en un relato de la mitología griega. Considerada la escultura más dramática y realista de Bernini, fue encargada por el cardenal Scipione Borghese. El mito da origen a las cuatro estaciones. Gira en torno al secuestro de Proserpina, la hija de Júpiter y Ceres, por Plutón el dios del inframundo, que conducía un carruaje tirado por cuatro caballos negros. Proserpina se vio obligada a vivir entre la tierra y el inframundo.
Dafne y Apolo (1622-1625) es otro conjunto escultórico realizado por Gian Lorenzo Bernini, una de las figuras más importantes de la escultura barroca italiana. El tema que desarrolla en esta escultura tiene origen en el poeta romano Ovidio, en un pasaje de su obra La Metamorfosis.
El dramatismo, la expresividad y dinamismo, típicas del barroco, son una constante en esta obra. Bernini escoge el preciso momento en que Apolo da alcance a Dafne y ésta comienza a convertirse en laurel. El dramatismo del momento se aprecia en los rostros de los personajes: Dafne horrorizada ante lo que le está pasando y Apolo, atónito, no puede creer lo que ven sus ojos.
Bernini consiguió hacer con el cuerpo de Dafne algo que parecía estar fuera del alcance del mármol. Su figura parece estar flotando en el aire.
La obra adquiere un importante tratamiento volumétrico con distintos puntos de vista que permiten al espectador observar diferentes detalles a medida que rodea la escultura. Así vista la escultura desde la espalda de Apolo, la figura de Dafne parece casi oculta y tan sólo se aprecia el incipiente árbol. Este recurso también es desarrollado en otras obras de Bernini como por ejemplo El rapto de Proserpina.
Gian Lorenzo Bernini (1598, Nápoles - 1680, Roma), fue un creador polifacético, pintor, escultor y arquitecto, que poseía la habilidad de crear en sus esculturas escenas narrativas muy dramáticas, captar intensos estados psicológicos y componer conjuntos escultóricos que trasmiten una magnifica grandeza. La larga vida de Bernini le permitió imponer una auténtica "dictadura" artística.
Caravaggio
San Jerónimo escribiendo es uno de los últimos cuadros de la etapa romana de Caravaggio, que guarda relación con San Jerónimo en meditación del magnífico Museu de Montserrat.
Este santo era bastante representado entre los artistas de la Contrarreforma, porque propagó el culto a la Virgen María, que era signo de catolicismo. Aquí no está representado el león, que es uno de sus atributos y proviene de una leyenda medieval. Vivía en un entorno austero con sus libros estudiando como erudito. Tradujo al latín la Biblia, conocida como Vulgata.
Como es propio de la pintura de Caravaggio, la representación del santo se ha reducido a lo esencial: el escritorio, los libros y un cráneo como "memento mori", recuerdo de la fugacidad de la vida y del inexorable fin de todo lo terrenal.
La representación del santo se ha reducido a lo esencial: el escritorio, los libros y un cráneo como "memento mori"
Caravaggio pinta a un San Jerónimo nada idealizado, envejecido, demuestra que los años pasan, hasta para un santo divino. El único rastro de divinidad apenas un halo fino, habitual en Caravaggio.
En una actitud de absoluta concentración y dedicación San Jerónimo consulta un gigantesco libro, y se prepara para escribir con su otra mano. El espacio de la pintura es negro. El único mueble de la estancia es un escritorio de madera, austero que acumula pesados volúmenes y un cráneo, es el objeto que más llama la atención en toda la composición.
En 1984 el cuadro fue robado y afortunadamente dos años después se recuperó.
Caravaggio (1571, Milán - 1610, Porto Ercole) fue un pintor italiano de vida atormentada y controvertida. Muy pocos autores han gritado tan fuerte con sus pinceles su propio conflicto interior.
Aunque no haya dejado más de una cuarentena de pinturas, cada una de ellas revela una visión personal del arte, una lucha interior, un debate entre la luz y oscuridad y un espíritu innovador capaz de mezclar en una misma escena santidad divina y miseria humana.
Atraído por el joven pintor, el cardenal Francesco María del Monte, experto músico, alquimista, astrólogo, científico y promotor de las artes, acogió en su palacio a Caravaggio.
La gran cantidad de templos que se erigen en Roma como efecto de la contrarreforma supuso una oportunidad para los pintores. Frente a la sobriedad protestante, las iglesias barrocas propusieron mostrar la humanidad de la fe y la verdadera doctrina cristiana.
Caravaggio, frente al idealismo de los personajes bíblicos, los representa, sin idealizarlos, con sus deformaciones físicas. Los representa tal cual ancianos, mugrientos, se centra en la fuerza psicológica de esos personajes, resaltando sus rostros con luces a veces imposibles y envolviendo en las tinieblas los decorados del fondo. Estas luces y sombras contribuían a resaltar el dramatismo de las composiciones. Tras una vida tumultuosa se vio obligado a huir a Malta. Después de varios años falleció en Porto Ercole.
Antes de abandonar Roma me despido en la Fontana de Trevi. El lugar está solitario, oigo el murmullo de la caída del agua entre los acantilados de travertino, los tritones, las conchas marinas, los caballitos de mar y la representación del océano en la magnífica figura central.
A ambos lados están dos estatuas que representan la Abundancia y la Salubridad. En el frontón, las figuras representativas de las cuatro estaciones. En la parte superior, dos ángeles custodian el escudo de armas del Papa Clemente XII, impulsor de la fuente.
Inmersa en la contemplación de las rocas no puedo dejar de evocar la inolvidable escena de La dolce vita de Fellini que, como en un sueño Anita Ekberg, en una especie de baño ritual, se adentra de noche en las aguas de la Fontana, como una Venus de Botticelli en versión lunar.