Las Ollas Vacías, la revolución de las mujeres olvidadas
Lectores Corresponsales
Surge en América Latina un nuevo movimiento feminista, bajo lemas como “¿Por qué callar? Si nací gritando”, que visualiza no solo la violencia machista sino del Estado
Una performance —en que mujeres con sus rostros cubiertos de negro que les hacían ver sólo sus ojos, así como del mismo tono su blusa y pantalones— ha representado su indignación frente tanto a los abusos del hombre agresor como del Estado. Son las olvidadas.
Con el representativo color negro, ellas deseaban que se reconociera su duelo, su dolor, su angustia y la muerte de mujeres como consecuencia de la violencia doméstica y, de la otra violencia, el abandono de los sistemas de salud y de justicia, del Estado.
Con carteles confeccionados artesanalmente, denunciaban, entre otras cosas, “¿Por qué callar? si nací gritando”; “# Sueño que el Estado me proteja como protege a los corruptos”.
Era un ejército, acompañado del rítmico toque de ollas que produce al darse con el cucharon, paso firme, sin temor, deciden caminar, con la debida precaución en la distancia social, en una de las emblemáticas avenidas de la Ciudad Panamá.
Ante la mirada atenta de la policía, en su mayoría mujeres, que por instrucciones de sus superiores tenían el compromiso de cuidarlas, de escoltarlas, para evitar que se produjeran incidentes provocadores. Fue tarea fácil, también son mujeres.
Nace allí, a través de una manifestación pacífica, el Movimiento de las Ollas Vacías”
¿Qué son las Ollas Vacías? Para Juana de Dios Camargo, “la marcha de las Ollas Vacías expresa las enormes carencias que viven las mujeres en el país y que se agravan con la pandemia de la Covid-19”, en la que además “denuncia los vacíos de un Estado que vulnera los derechos de las mujeres en Panamá”.
¿Cómo es eso que el Estado vulnera los derechos de las mujeres? Nuestra entrevistada señala que “la ausencia de políticas públicas contundentes contra la violencia hacia las mujeres, son miles de adolescentes y niñas abusadas sexualmente, los femicidios que no se erradican”, expresa lo vulnerable de la mujer frente a ese aparato gubernamental.
“La realidad, las ollas son los vacíos por toda una vida de desigualdades que se hacen evidentes en la irrisoria cantidad de mujeres que están en posiciones de poder, adoptando decisiones, tanto en el ejecutivo, en la Asamblea Legislativa, en las representaciones de corregimiento, alcaldes”.
Con este movimiento salta a la luz, una realidad que no solo concierne a Panamá sino en término generales a las mujeres de América Latina, que bien como dice Juana de Dios es “la enorme cantidad de trabajo no remunerado de las mujeres trabajadoras en el hogar”, así como “las permanentes brechas en el mercado laboral, la precariedad laboral a la que acceden miles de mujeres trabajadoras remuneradas. Es el vacío de las mujeres campesinas sin acceso a tierra donde producir el sustento de para vivir”.
En efecto, como dice Juana de Dios, “las Olla de las mujeres están vacías, y la Covid-19 ha incrementado el trabajo, todo lo que el Estado se niega a resolver, lo asigna a las mujeres en el hogar —educación, salud, personas con discapacidad, adultez mayor— siempre considerando que las mujeres en el hogar no tienen quehacer”.
El imponente Canal de Panamá, que une y separa dos océanos, es la contradicción que se da en el área urbana, en la que la pobreza lacerante, que de acuerdo a Camargo es evidente en la que “miles de mujeres en las áreas urbanas, y en especial de las mujeres indígenas” y de la afro-descendiente no se pueden desplazar para mejores condiciones de vida como consecuencia “de la desigualdad estructural”.
Las olvidadas. La chomba, la indígena”
Esta realidad se ve reflejada en la capital, Panamá. Las mujeres afro-descendientes discriminadas, por una parte, de la sociedad que las miras con menosprecio, a la “chomba” a la multa, la que huela a saos (patas de puerco avinagradas), la que sólo sirve para ser “pescado frito a la antillana”, la del incomprensible dialecto, que combina el patuá y el inglés de la isla del caribe con el español, otro idioma se formó de esta mezcolanza, una forma de comunicarse.
Nadie quiere verlas, “eso será después.”. Chomba y/o Chombo es un término desdeñoso para identificar a una persona de estirpe negra. Estas mujeres, tronco de esclavos, de antillanos que llegaron del caribe como mano de obra barata para la construcción del Canal, de pelo cusco (afro), bemba (labios) engrosados y cuerpos voluminosos, también tocaron las Ollas Vacías.
Entre tanto, la mujer indígena, se desplaza descalza, con rápidos pasos, con la mirada puesta en el camino para estar alerta ante el posible mordisco de una culebra, observa su tierra, su campo destruido por hombres ambiciosos en búsqueda de preciadas maderas.
Sus ríos convertidos en represa, los contaminan. La “Pacha Mama” muere por culpa de estos inescrupulosos comerciantes, que a través de su propia ignorancia lo que intentan es aumentar sus riquezas sin importarle el otro.
Ellas enmudecen, a fuerza quieren que se expresen en español, su idioma no vale nada, no existe. Otro, tipo de violencia contra la mujer indígena, el menosprecio a su lengua”
Hoy, mujeres comprometidas, hablan por ellas. Aprenden su idioma. No dejan que las devoren, que las muerda la culebra, las envenenen y fallezcan en su intento de salvar su única herencia, la tierra, sus ríos, su aire.
Por ellas, también tocaron las Ollas Vacías.
Parafraseando a la filósofa Simone de Beauvoir, hoy la mujer panameña está amando por medio de la fuerza de la voluntad, no se humilla, se afirma.
Aún falta un camino por recorrer, no tiene prisa, pero tiene la vida, y la vida de otras más, la vida de las mujeres que sus Ollas Vacías serán llenadas de justicia para todas, para nunca vaciarse.