Mauritania declara la guerra al plástico
Lectores Corresponsales
El país africano supera a muchos europeos y, por decreto, prohíbe las bolsas no ecológicas bajo la amenaza de penas de prisión y multas de hasta 2.500 euros
Regreso a Mauritania por trabajo. Esta vez me quedo dos semanas. Vuelvo al hotel donde estuve la vez pasada, sencillo, pequeño, acogedor. Saleck, quien se ocupa de (y lo sabe) todo, me recibe con su sonrisa afable y tranquila, su rostro prematuramente arrugado y envuelto por su turban bereber.
Veo que se acuerda de mi. Intercambiamos los saludos de rigor en árabe y, mientras me acompaña a mi habitación, me dice que me ha reservado la número 7, en el piso de arriba, “que es más grande”. Agradezco esta amabilidad que me transporta a la serenidad del desierto cercano y a una cierta paz.
En Nuakchot, entre jornadas largas de trabajo, comidas y cenas con compañeros e invitaciones que no puedo rechazar, busco algún sitio por la calle donde comprar fruta y comer algo ligero.
Empiezo a andar unas calles más abajo de mi hotel, observando esta ciudad tranquila, más pueblo que capital, con su arena fina como acera, entre molesta y con encanto.
El paseo me trae al recuerdo las islas Canarias y más concretamente, Fuerteventura. En esta mezcla de culturas, lenguas y orígenes, me siento acogida.
Después de andar unos metros encuentro un primer supermercado. Es bastante grande, así que entro a echar una ojeada. Veo muchos productos españoles, también franceses. Compro algunas cosas y algo de fruta. Me dirijo a la caja y mientras estoy pagando, la cajera mete mis cosas en unas bolsas color verde que no son de plástico. Me llama sumamente la atención y le pregunto por estas bolsas.
Me dice que las bolsas de plástico están prohibidas desde ya hace tiempo, ante lo que me sorprendo muy gratamente. Observo las bolsas, finas, hechas a base de papel, suficientemente resistentes y agradables al tacto. A la mañana siguiente, pregunto a mis colegas sobre las bolsas e intento saber más.
La normativa
Prohibición absoluta
Desde el 1 de enero de 2013, la fabricación, comercialización y uso de las bolsas de plástico están prohibidos por un decreto que prevé penas de prisión que pueden ir hasta un año. Y hay fuertes multas, de hasta el equivalente a 2.500 euros, para los fabricantes, importadores y aquellos que sigan usando y comercializando bolsas de plástico.
El gobierno mauritano quiso así empezar a actuar para preservar el medio ambiente. Generosamente distribuidas incluso por la compra de un simple paquete de cigarrillos, las bolsas de plástico se tiraban y no se recogían nunca.
En Mauritania se decía que incluso si no compras nada, te dan al menos un “zazou”, una bolsa de plástico en árabe hassanía, o un “caoutchouc”, el “plástico que desciende del árbol”. Hasta tal punto la bolsa de plástico era omnipresente.
Las bolsas servían para llevar todo lo que se vendía al detalle, desde la sémola para el cuscús hasta el aceite vendido a granel. Decidió así Mauritania reaccionar contra este flagelo, presente en todas partes en las ciudades y que, impulsado por los vientos, colonizaba cada vez más el desierto. Un fenómeno que amenazaba directamente al ganado de este país famoso por su cría.
Efectos nocivos
El plástico afectaba al ganado y a la pesca
Según un estudio realizado en los mataderos de Nuakchot, y hecho público por el Ministro del Medio Ambiente, el 80% del ganado llevaba bolsas de plástico en el vientre. Mohammed Yahya Ould Lafbal, un alto funcionario del Ministerio del Medio Ambiente, declaró que “según datos del sector veterinario, el 70% de los rumiantes mueren a causa de las bolsas de polietileno”. De igual modo, las bolsas se mezclaban con los peces en las redes, y cuando los pescadores levantaban los motores de su canoa, docenas de bolsas aparecían envueltas alrededor de la hélice.
Los desechos plásticos (la mayoría de los cuales consistían en bolsas) constituían del 20 al 25% del peso de los residuos y del 70 al 80% de su volumen, no pudiendo ser reciclados ni reutilizados debido al elevado costo de su recogida.
Así pues, sólo había una solución: declarar la guerra a las bolsas de plástico.