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Nueva York, en el ojo de la tormenta

Lectores Corresponsales

Propuestas de ocio para pasar una semana entre la vorágine cosmopolita de la ciudad de los rascacielos si eres amante del arte, de la gastronomía y de la buena música

Nueva York, ciudad de rascacielos emblemáticos.

Alejandro Destuet / AD

El avión inicia el descenso al JFK, el aeropuerto internacional de Nueva York. Una bruma gris se extiende sobre el Atlántico. Se divisan algunos barcos y vemos Long Island recortada sobre el océano. Llegamos con lluvia.

En el sector de informaciones creo ver un cartel que promociona un chárter gratuito hacia la ciudad. Consulto. La empleada me sonríe y me dice: es solo para hoteles vecinos al aeropuerto. ¡Nada es gratis en Nueva York!

Busco señal de wifi para pedir un coche a Lyft o Uber, pero no logro conectar. Nos decidimos por el tren aéreo: cuesta sólo 5 us$ por pasajero, contra 70 o más de un taxi a Times Square. Atravesamos Queens en el tren sobre elevado y en cinco minutos llegamos a la estación Jamaica del subterráneo. Sacamos la metrocard semanal, una excelente opción para siete días: 27 us$ sin límite de viajes. Todo lleva unos 40 minutos, más rápido que ir en coche.

Times Square.

Alejandro Destuet / AD

Nos alojamos en el Element Times Square, una muy buena opción para dos personas. El día está horrible, llueve mucho y hace frío. Mi esposa se refugia en la entrada de un negocio. Un cliente le comenta “¡qué mal día para llegar!”. Cuando le nombra el hotel, se pone a buscarlo en su celular. Estamos a pocos metros.

Llegamos, dejamos las valijas mientras preparan la habitación y nos vamos a almorzar al Prêt a Manger de la esquina: sopa de lentejas y sándwiches. El diluvio no nos amilana y por la tarde vamos al MoMa. Los viernes algunos museos tienen entrada libre a la tarde. Hay una planta dedicado al diseño. Nos fascinan una chaisse longue y las sillas de los años 50. En el medio del salón hay un Fiat 500 de 1957. Un comercial en blanco y negro lo promociona como el coche ideal para la mujer.

Pasamos luego a la exposición de Miró. Son obras de sus primeros tiempos, muy diferentes al característico estilo posterior. Nos recuerdan a Paul Klee y a Xul Solar. Subimos a la planta de la exposición permanente, que incluye ‘La persistencia de la memoria’ de Dalí, ‘La noche estrellada’ de Van Gogh’, ‘La danza de Matisse’, ‘Las señoritas de Avignon’ de Picasso y muchas otras pinturas célebres.

Tulipanes en Park Avenue.

Alejandro Destuet / AD

Este viaje nos permite encontrarnos varias veces con mi hermano, que vive allí desde hace 25 años. Nos invita a cenar al restaurante de Armani, en la esquina de la Quinta avenida y 56. El lugar es de primera, con muy buenos tragos y un excelente menú.

Al día siguiente, el tiempo mejora un poco; vamos al Central Park. Cerca de la fuente de Bethesda están tocando música clásica. En una esquina un saxofonista descansa mientras bebe algo. Más adelante un dúo de percusionistas levanta la temperatura.

La Biblioteca Morgan.

Alejandro Destuet / AD

La estatua de Alicia en el país de las maravillas está atiborrada de chicos que se cuelgan de los distintos personajes. Hace frío y compramos crepes con chocolate. Seguimos hasta el Guggenheim donde se exponen las obras del fotógrafo Robert Mattlethorpe, provocativas y de gran calidad. La cantante Pattie Smith fue su pareja y relató sus años con él en Éramos tan niños.

El domingo vuelve la lluvia. No vinimos preparados para este clima: pasamos por Macy´s para comprar camperas impermeables. Almorzamos en el SoHo con mi hermano y su pareja en un lugar imperdible: Il Corallo. Ofrecen sopa y pastas caseras exquisitas en un menú de 11 us$.

La Quinta Avenida de noche.

Alejandro Destuet / AD

El lunes vamos a la bellísima iglesia episcopal de San Juan el Divino. Está cantando un coro de California. La iglesia tiene unos vitraux hermosos. Es muy grande, tiene una exhibición de trabajos de artistas contemporáneos y de fotos sobre la xenofobia y las persecuciones en la frontera. Un mapa muestra el límite sur de los EEUU en 1849.

Me emociona ver el piano donde ensayaba Duke Ellington. Afuera hay una plaza llena de estatuas donde la gente se sienta a descansar o a comer algo. Una ardilla desinhibida se acerca a pedir comida.

Una ardilla en San Juan el Divino, en Nueva York.

Alejandro Destuet / AD

Tras pasar por Marshalls la tienda de ofertas, volvemos al Central Park. Caminamos por Strawberry Fields. Nos cuesta ubicar el Dakota, donde aún vive Yoko Ono, Lo encontramos. Su frente, que recordábamos oscuro, luce ahora un color crema amarillento. Bono, Judy Garland y Leonard Bernstein son algunos de los famosos que lo habitaron.

Pasamos delante del Zoo. Intentamos almorzar en The Tavern on the Green, pero ya es tarde. Pasamos por el Lincoln Center. La función está por comenzar y la gente, con vestimenta elegante, se apresura para ingresar a la Opera. Franco Zefirelli fue su regisseur hasta su reciente fallecimiento.

El martes lo dedicamos a Greenwich Village. El barrio es muy bonito y con mucha historia. Pasamos delante del edificio donde vivió Edgar Allan Poe y el dispensario donde se atendía. También por la casa de Bedford St donde transcurre la serie Friends. Descansamos un rato en Washington Square. Un trío de jazz sigue tocando a pesar del frío.

El Café Wha?

Alejandro Destuet / AD

Este fue el barrio bohemio en los 50 y 60. Hay varios bares icónicos del Jazz: Blue Note (esta semana con The Manhattan Transfer y el excelente guitarrista Bill Frisell), Club 55. En Wha? tocaron Clapton, Dylan, Springsteen y Billy Joel. Fue allí donde Chas Chandler, el bajista de The Animals, descubrió a Jimi Hendrix y se lo llevó a Londres, la ciudad donde saltó a la fama.

Iconos

Christopher Park

En Christopher Park están las estatuas de George Segal que homenajean la lucha del movimiento gay. Allí está el bar donde se produjo la feroz represión hace cincuenta años. También The Lion, donde debutó Barbra Streisand en los 60.

Tenemos tickets para ver el musical de Carole King y el de Jersey Boys, ambos excelentes. Conviene sacar las entradas más económicas en mezzanine ya que los teatros no son muy grandes y las entradas son mucho más baratas que en platea.

Musical en Nueva York.

Alejandro Destuet / AD

Algunos espectáculos están agotados por varios meses como el de Harry Potter. Hay muchos más: El fantasma de la ópera, The Temptations, Pretty Baby, Aladin. En el Lincoln Center hay una puesta de My fair Lady. En teatro Glenda Jackson hace King Lear y Jeff Daniels Matar a un ruiseñor.

Comemos hot dog en Gray’s Papaya en la octava avenida y 39 St. Hay un combo que ofrece dos por cinco dólares e incluye bebida. Otra buena opción económica es Pizza Famiglia, sobre la misma avenida.

El jueves es un día de pleno sol. Vamos al mercado de Chelsea, que fuera antiguamente la fábrica de Nabisco. Subimos al Highline, una hermosa pasarela verde que se eleva en el Midtown, donde antes circulaba el tren. Paramos en la plaza Madison Square, y admiramos la belleza del Flatiron, un edificio de forma prismática que parece una plancha de ropa.

Hudson Yards

Rascacielos

Vamos a cambiarnos la ropa al hotel y salimos hacia Hudson Yards, un complejo inmobiliario que costó 25.000 millones de dólares. Incluye seis rascacielos, centro comercial, otro de artes y The Vessel una escalera en espiral (con reminiscencias de las escaleras tridimensionales de Escher) de 45 metros de alto en forma de vasija. Su diseño es muy bello y desde sus diferentes niveles se ve el río Hudson y los edificios.

The Shed es el centro de Artes donde hay exposiciones permanentes y performances de vanguardia. Ya son las seis de la tarde cuando llegamos a la JP Morgan Library. Tienen una colección impresionante de arte, bibliotecas gigantes que incluyen primeras ediciones de la biblia de Gutenberg y del Quijote, así como partituras originales de Schumann, Fauré y Offenbach y una exposición temporaria sobre Tolkien.

Cerramos la noche cenando con mi hermano en Serafina, un bonito restaurante italiano frente al célebre Pierre, el clásico hotel de la quinta avenida que aparece en la serie Madmen.

Nueva York, ciudad de rascacielos emblemáticos.

Alejandro Destuet / AD

El viernes vuelve la lluvia. Tomamos el Big Bus y recorremos la ciudad desde a Times Square hacia el Sur por su columna vertebral, la avenida Broadway. Pasamos frente a Wall Street, el Ground 0, antiguo World Trade Center y bajamos en South Port para combinar con el bus de Brooklyn. Por la noche realizamos el recorrido otra vez y vemos la ciudad iluminada en medio de la tormenta.

Nos queda un día completo antes de viajar. Mi hermano reserva en el restaurante de Bergdorf-Goodman, la elegante tienda de principios del siglo XX. Almorzamos los cuatro en el séptimo piso, con una hermosa vista al Central Park.

En femenino

Voz de mujer

Por la noche vamos al histórico Teatro Apollo en Harlem. Allí se presenta Alicia Olatuja, una soprano que se hizo conocida por cantar en la inauguración del mandato de Obama en 2008. El show está dedicado a canciones de mujeres. Escuchamos temas de Tracy Chapman, Joni Mitchell y la propia cantante. En un español impecable canta “Gracias a la vida”, la célebre canción de Violeta Parra, es hermosa. La banda es excelente y el público participa con entusiasmo del show.

El domingo es nuestro último día: llueve en forma torrencial. Nos despedimos de Nueva York almorzando un Big Mac en el aeropuerto JFK.

Pese al mal tiempo la ciudad nos deja el recuerdo de su ritmo vertiginoso, sus calles con tulipanes, parques y museos y la música. Una vorágine cosmopolita, el ojo de una tormenta que vale la pena atravesar.