Es un día soleado en la playa de Malgrat de Mar y los bañistas disfrutan aún de la playa en un inicio de otoño aún caluroso, rodeados de barcas de madera varadas en la arena. El número siete de sus matrículas las identifica como barcas de recreo y, seguramente, estas que vemos en este reportaje en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia son propiedad de pescadores locales que se lanzan al agua para practicar la pesca deportiva, o en algunos casos, poder ganarse furtivamente la vida en el mar.
Estas, no obstante, más allá de una pieza de atrezo de un día de playa y ocio, son también el símbolo de una forma de vida atávica, que ha vertebrado la existencia y la economía de centenares de localidades costeras catalanas: la pesca tradicional.
En Malgrat, en la comarca del Maresme, ya no es habitual que los pescadores profesionales dejen sus barcos en la playa. Sus barcas son demasiado grandes para dejarlas en la orilla del mar, y además ahora por orden de la Dirección General de Pesca, los barcos pesqueros están radicados en el puerto de Blanes.
A pesar de esto, los pescadores del pueblo aún mantienen su pequeña cofradía para poder tener un local propio donde trabajar, arreglar las redes y, además, estar en contacto con otras cofradías de la zona. "Somos tan pequeños que no tenemos ni lonja de pescado", describe Jordi Gibernau, pescador local de 59 años y secretario de la cofradía.
Gibernau lleva dedicados 43 años de su vida a trabajar en el mar y está especializado en pesca con métodos tradicionales. Los trasmallos, las telarañas o los boleros son las herramientas con los que pesca sardinas, saltones, anchoas, sepias, merluzas o lenguados entre Malgrat, Blanes, Pineda y Lloret.
Comparados con él, pocas personas son las que le superan en veteranía en este oficio en el pueblo. Pero quién seguro lo consigue es el actual presidente de la cofradía Josep Fontrodona, de 97 años: "Empecé cuando tenia trece años y hasta ahora", declara.
Fontrodona hoy en día padece de un alto grado de invalidez, y ello le impide volver al mar. Desgraciadamente para el anciano pescador, el panorama que se encontraría en el caso de hacerse a la mar sería muy diferente al que se encontraron su bisabuelo, su abuelo, su padre o él mismo cuando faenaba. Porque como ya es habitual en el siempre desatendido sector primario, son varias las voces que alertan del riesgo de que este mundo sucumba ante las numerosas trabas que le acechan.
En la cofradía de Malgrat todavía resisten aunque a duras penas: "La cofradía sobrevive gracias a la caridad, pero vamos aguantando", comenta Fontrodona. "Yo creo que el sector está fatal", afirma taxativamente Gibernau; "de pescado hay poquísimo", añade.
Él advierte de que la escasez de capturas era una tendencia que venía de lejos, pero que se ha agravado en los últimos diez años, y declara que la situación se extiende a toda la pesca de la costa catalana.
"La cofradía sobrevive gracias a la caridad, pero vamos aguantando"
Ambos pescadores afirman que los pronósticos de futuro de la pesca no son nada halagüeños para la pesca en general, con la excepción de algunos pesqueros de arrastre. Todo ello es la consecuencia lógica a lo que desde la cofradía consideran años de sobrepesca descontrolada y la aplicación tardía y torpe de políticas medioambientales por parte de la Administración.
Según explican, en época de bonanza se pescaba ocho veces más de lo que se pesca ahora: "Antes cogíamos una cantidad de lenguados y merluzas que pensabas que no se acabarían nunca. Podías pescar 80 kilos y ahora coges solo diez o doce", comenta el secretario de la cofradía.
Antes cogíamos una cantidad de lenguados y merluzas que pensabas que no se acabaría nunca. Podías pescar 80 kg y, ahora, solo 10 o 12
El mayor número de ejemplares y la falta de restricciones, favorecía una alta competitividad entre barcos, para pescar el mayor número de género en la mayor área posible. Así se impuso que numerosas barcas aumentaran el arco de sus redes, para abarcar más espacio y en menos tiempo. "Yo recuerdo hace años que había tanto pescado, que se tiraba al mar porque no había nadie que quisiera comprarlo a ningún precio", confirma Fontrodona.
A su vez, muchos optaron por comprar motores más potentes con tal de desplegar redes más grandes y poder pescar como si no hubiera un mañana. "Yo hace muchos años que siempre he dicho que la gente no pensaba en el futuro de los que vienen detrás", advierte Gibernau.
Limitaciones a la sobrepesca
La conclusión a este frenesí pesquero ha sido la lógica caída de las capturas. Y, según Gibernau, las limitaciones que ha impuesto la Generalitat para impedir la sobrepesca llegan tarde y son poco eficientes. Entre otras cosas las restricciones actuales limitan la potencia de los motores y ello obliga a que muchos pescadores a cambiar de nuevo los mecanismos de sus barcos. "Y esto vale una fortuna, y la Administración no tiene dinero para dar ayudas", se queja el pescador.
Yo hace muchos años que siempre he dicho que la gente no pensaba en el futuro de los que vienen detrás
Además, desde las instituciones también han recortado significativamente en otros aspectos como los días de pesca anuales, para permitir la recuperación de la fauna marina ante el altísimo impacto medioambiental de la pesca de arrastre.
Ahora solo están permitidos por ley 170 días de pesca al año, aunque se espera que estos se sigan recortando a futuro. Los pescadores advierten que el continuo recorte de días para faenar están esquilmando sus beneficios, haciendo cada vez más complicado sacar provecho económico. "Hay barcos que con permisos de pesca de 160 días son impagables", reitera el secretario de la cofradía.
El sector atiende al difícil juego de equilibrios entre negocio y sostenibilidad con desánimo, aunque con algunas ideas para conjugar ambas cosas. Una de ellas es que desde las instituciones se facilite una mayor alternancia entre los diferentes tipos de pez. Por ello desde la cofradía ponen el caso de la pesca del atún y el cupo establecido en 450 kilos.
El atún consume como alimento grandes cantidades de sardinas y boquerones, especies en las que se especializan muchos pescadores artesanales. En caso de poder pescar más atún podrían dedicar más tiempo a su pesca , y a la vez permitir que los peces pequeños se vieran menos afectados por las capturas y estos depredadores.
Gibernau, sin embargo, advierte que además de en el aspecto legislativo, en el aspecto económico, el sector pesquero tiene en tierra otro frente abierto que compromete su futuro: Los hábitos de consumo.
El problema de los precios
Gibernau, además de pescador, durante mucho tiempo regentó una pescadería, que dejó cinco años atrás. Su experiencia detrás del mostrador le ha hecho conocedor de las tendencias del mercado y ha visto que el género marino ha ido perdiendo importancia en la dieta de la sociedad.
Gibernau apunta entre otras cosas que los precios han desincentivado la inclusión del pescado en la dieta, tanto en el consumo doméstico como en el de restauración: "El producto de aquí es carísimo".
Muchos particulares compran en el supermercado porque es más barato que hacerlo en la pescadería, puesto que si los precios ya son altos para una persona que tenga un salario normal, para una familia el producto de aquí es astronómico.
Así mismo, los precios de venta de las capturas salvajes hacen que el sector servicios se decantan por el de piscifactoría o por el pescado de importación procedente del norte: "Una dorada que ha sido subastada a 35 euros, luego es invendible para muchos restaurantes", señala el secretario. "Los restaurantes optan por la piscifactoría porque las doradas salen a diez euros", prosigue.
Yo recuerdo hace años que había tanto pescado, que se tiraba al mar porque no había nadie que quisiera comprarlo
Además, restaurantes y hoteles priorizan la compra de pescados como el dentón, la gamba, el lenguado o el rombos debido a que la demanda en restaurante suele ser más sibarita y no tiene interés en el pescado sencillo.
Más allá de la cuestión del precio, el secretario de la cofradía, también señala como causa de la caída del consumo, el hecho que la gente joven haya dejado de comer pescado como lo hacían antaño sus padres, repercutiendo también en un descenso de las ventas. "La gente joven ya no come pescado", declara el ex-pescadero; "quien yo veía en la tienda era sobre todo gente mayor, de jóvenes habituales podía haber 7 u 8, y todos tenían en torno a 35 años", añade.
Hábitos de consumo
Menos pescado, sobre todo, en los jóvenes
El VI Estudio Salud y Vida, de la aseguradora Aegon, ha analizado los hábitos actuales de salud física y emocional, arrojando nueva información en relación a los hábitos de consumo alimentario. En relación a la ingesta de pescado, esta ha decaído ostensiblemente en todas las franjas de edad. El mayor descenso, sin embargo, se da entre los jóvenes, que si bien el grupo entre 18 a 25 años eran los que más decían consumirlo cada día, también eran el mayor grupo que afirmaba no comerlo nunca o solo hacerlo de manera esporádica. Por su parte, las franjas que más decían consumirlo varias veces a la semana eran los de 56 a 65 y los mayores de 65. El estudio también pone el foco en el impacto de los precios de la compra en la adquisición de ciertos productos y su inclusión en la dieta habitual, situando el pescado como el alimento al que más se renunciaba por su precio, hasta en un 52,5% de los encuestados.
Al decaído interés entre la juventud por el producto marino, Gibernau, quien en los próximos años afirma que se jubila, añade el problema de la falta de relevo generacional: "Yo pienso que dentro de unos cuantos años quedarán cuatro, porque no hay gente joven que quiera esta vida sacrificada, y más viendo cómo está la situación".
Uno de sus hijos empezó en el negocio, pero acabó siendo lampista para tener una vida más cómoda. Aunque él afirma que en un principio le dolió que su hijo lo dejara, también entiende su elección: "A los barcos grandes de arrastre que pescaban peces pequeños les preguntaba, ¿no os da vergüenza hacer esto y que el día de mañana vuestros hijos que quieran seguir, no puedan?".
Por su parte, Fontrodona se muestra más optimista, ya que sus hijos se dedican al mar, aunque ahora no les es posible porque deben ayudarle constantemente a causa de su invalidez. "Las familias que se dedican a esto tienen a sus hijos que aún siguen", explica; "hacen el curso de capacidad marinera en Blanes y siguen adelante", continúa.
A pesar de todo, la pasión por la pesca y el mar sigue y seguirá rigiendo la vida de ambos pescadores de Malgrat, incluso en su jubilación. Para el presidente de la cofradía, si no fuera por sus problemas de movilidad se haría a la mar sin pensarlo dos veces: "Si pudiera caminar aún iría, pero siempre a escondidas porque estoy jubilado".
Y, en el caso de Gibernau, él afirma orgulloso que escogió esta vida a pesar de haber estudiado banca por consejo de su madre. Ahora que se acerca su jubilación declara que es "como si le arrancasen algo". Por ello explica que siempre les dice a sus hijos que aprovechen y que coman el pescado que les lleva: "Piensas que las cosas nunca se acaban y llega un momento en que se terminan", concluye.