* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Me he acordado de unas notas que andaban perdidas en mi memoria. Las tomé en su día con la idea de escribir este artículo sobre la Passejada amb Barret (paseo con sombrero) que se celebra desde hace unos años en Barcelona.
¡En mayo! Pues sí, de eso hace ya unos meses, que revivimos ahora en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia. Tras el reportaje fotográfico le di carpetazo al asunto. Digo yo que la reacción olvidadiza por mi parte debió ser proporcional a la sorpresa que tuve cuando me enteré de la existencia del evento.
Yo, que presumo de ser un barcelonés de pro y de estar al tanto de todo lo que se cuece en las calles, no salí de mi asombro al conocer la noticia de que la Rambla de Catalunya se ponía sombrero cada año para acoger una fiesta semejante.
Y el asunto aún tiene más delito, mi ignorancia digo, puesto que he trabajado en esta preciosa calle y en sus adyacentes la mayor parte de mi vida profesional. En fin…
El caso es que desde el año 2005 (los dos últimos de dura pandemia excluidos) se viene sucediendo este peculiar paseo con la cabeza cubierta; y lo expongo en estos términos porque cualquier cosa vale mientras lleves algo puesto por montera, como se verá en las fotos que acompaño.
La ocurrencia fue de las sombrereras barcelonesas Cristina de Prada y Nina Pawlowsky, que además contaron con el beneplácito y entusiasmo de la Asociación de Sombrereros, y que más tarde fue exportada a algunas ciudades extranjeras.
La primera edición se vivió más o menos en familia, pero la fiesta como tal adquirió popularidad rápidamente, siendo mucho más concurrido el paseo año tras año, como este 2022 lo demuestra.
No cuento con cifras oficiales, pero yo diría que entre participantes y fotógrafos nos congregamos allí unos cientos de personas. Me voy a atrever a afinar. Yo diría que unos 300, aproximadamente. La Guardia Urbana no tiene el dato y no he tenido suerte con la asociación. Siento no haber contrastado mi ojo de buen cubero, así que me voy a arriesgar con la cifra.
La fórmula de la fiesta dice estar inspirada en el Easter Parade americano
Qué raro, ¿verdad? ¿Acaso no tenemos ideas propias? Y me pregunto cómo hacer un paseo así de espontáneo y popular, con sombrero, si no es de esa manera. Pero como a todo hay que ponerle etiquetas… No quiero que se me entienda mal, ni pecar de chovinismo, que bastante abunda ya a nuestro alrededor, simplemente lo menciono por aportar un dato más.
Igual que cito ahora que se eligió el mes de mayo para realizar el evento con el fin de dar la bienvenida a la primavera. Con todo, hay que reconocer que el sombrero, por muy elegante y distinguido que resulte, está hoy en desuso en la vida cotidiana. Hace su presencia en algún que otro festejo. Y en esas ocasiones nos gusta ver cómo lucen, cuando se sabe llevar, que esa es otra cuestión. Y sus alas nos hacen volar a épocas pasadas, que tan bien ha reflejado la literatura y el cine. ¿Alguien se imagina a Bogart sin sombrero?
No obstante, para lo poco que se utilizan, existen numerosas sombrererías en el centro de la ciudad, que cuentan además con abundante y fiel clientela, más coleccionista que usuaria si se quiere, pero que cuando los sacan a pasear los lucen con garbo.
Esta historia comenzó sin ínfulas ni pretensiones
La gente interesada que se enteró en 2005 echó mano de su sombrero y salió a la calle para pasearlo, saludarlo y socializarlo, sin más. Podía ser cualquier prenda que cubriera la cabeza, no habían normas al respecto, desde una boina a un bombín, desde un Fedora hasta un Stetson.
El caso era homenajear al sombrero, fuera cual fuese, pero sombrero al fin y al cabo. Y así ocurrió en los primeros años. Por supuesto, de vestimenta nada se había hablado.
Cierto es que uno procuraba ir a tono con lo que llevaba puesto en la cabeza, y quien más quien menos se arreglaba para la ocasión, mas sin alardes.
Sin embargo, fue avanzando el jolgorio y la mala interpretación de la juerga, o buena…, depende de cómo y quién la mire.
El caso es que se ha convertido con los años en un pasacalle que dista bastante de la sencilla concepción original, y se asemeja más ahora a una fiesta de disfraces.
El sombrero manda, pero la ropa no le va a la zaga. Contribuye a ello también, para quien desea dar la nota, el dicho del diseñador italiano Franco Moschino: "Si no puedes ser elegante, al menos sé extravagante".
Y quizá en la actualidad la extravagancia sea la apariencia de la Passejada, y el sombrero su alma. Así lo pienso yo al menos, y no es una crítica, faltaría más, sobre todo viniendo de alguien que no usa esta prenda pero que la admira profundamente: el cine ha contribuido a eso en gran medida en mi caso.
Y bien, yo diría que la Passejada amb Barret de Barcelona, celebrada el pasado 8 de mayo, fue todo un éxito. Los participantes se mostraron radiantes, con recíproca admiración, y gozaban de retratarse por quien fuera, o entre ellos mismos, para luego rogarte que les enviaras las fotos por whatsapp. Eso mismo me sucedió a mí y a otros compañeros, desde el mismo comienzo, en el punto de reunión, la escultura de La Jirafa Coqueta, de Josep Granyer, que preside la Rambla de Catalunya al lado de la Avenida Diagonal.
Y así fue transcurriendo la diversión en un desfile de color improvisado calle abajo, hasta la Gran Vía, donde precisamente se halla instalada otra obra escultórica de relevancia del mismo autor, El Toro Pensador.
Los otros paseantes, los que sin saberlo coincidieron con los protagonistas de la procesión, parecían disfrutar del espectáculo, sorprendidos y expectantes, y es posible que alguno de ellos se quedara con la copla para hacerla sonar en la siguiente edición.
En 2023, si las autoridades, la ocasión y la pandemia lo permiten, asistiré de nuevo a esta fiesta entrañable, eso sí, provisto de un sombrero a la altura de mi galanura.
Pido perdón por no haber escrito antes este artículo, y le doy las gracias a mi gorra de verano, que sin duda habrá ayudado a desempolvar mi recuerdo.
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