¿Por qué las democracias europeas aceptan aplicar el toque de queda?
El Debate de los Lectores
Los españoles reconocen que no son responsables, estarían dispuestos a restricciones nocturnas, pero piden más libertad por el día, como mantener abiertos los bares
Según el diccionario de la RAE, el ‘toque de queda’ es una “medida gubernativa que, en circunstancias excepcionales, prohíbe el tránsito o permanencia en las calles de una ciudad durante determinadas horas, generalmente nocturnas”.
En España, no trae muy buenos recuerdos. Por ejemplo, en el contexto del intento de Golpe de Estado en de 1981, el teniente general del Ejército de Tierra y capitán general de la III Región Militar, Jaime Milans del Bosch, ordenó la salida de carros de combate a las calles de Valencia y promulgó un bando cuyo sexto artículo establecía “el toque de queda desde las veintiuna a las siete horas, pudiendo circular únicamente dos personas como máximo durante el citado plazo de tiempo por la vía pública y pernoctando todos los grupos familiares en sus respectivos domicilios”.
A mediados de octubre, Francia anunció el toque de queda, entre las 9 de la noche y las 6 de la mañana, durante un mínimo de cuatro semanas –prorrogables a seis–, en la región de París y en las ocho mayores áreas metropolitanas del país (Lyon, Aix-en-Provence-Marsella, Toulouse, Lille, Montpellier, Grenoble, Rouen y Saint-Etienne).
La medida está destinada a frenar la rápida progresión de la pandemia de la Covid-19. En cuatro días, los 12.000 policías y gendarmes que trabajan para que se respete ese toque de queda han realizado 19.300 controles y han impuesto más de 3.000 multas.
En otra democracia consolidada de la Unión Europea, Italia, Lombardía también ha anunciado la imposición del toque de queda a las 11 de la noche para frenar los contagios.
Por su parte, Bélgica vive su primer toque de queda también, a causa del coronavirus, que ha mantenido a la población en casa desde las 12 de la noche a las 5 de la madrugada.
En España, Madrid apuesta por el toque de queda. En Catalunya, Salut lo ve como una posible solución a la propagación de contagios. Y el Gobierno español no descarta aplicarlo para toda España acompañado del estado de alarma.
Es por todo ello que se plantea El Debate de los Lectores de La Vanguardia bajo la pregunta: ¿Por qué las democracias europeas aceptan aplicar el toque de queda?
Si observamos el comportamiento de la opinión mayoritaria de los lectores, vemos que hay una conciencia mayoritaria sobre que la crisis de la Covid está coartando las libertades de la ciudadanía y que lo seguirá haciendo en el futuro.
En cambio, los españoles parecen ser muy conscientes de que, en general, son incapaces de respetar las normas de prevención de la Covid, percepción que aún es más alta entre los jóvenes. Ni siquiera se está respetando la distancia social, según la gran mayoría de las opiniones recogidas hasta el momento.
La pregunta, entonces, es: ¿necesitan los españoles medidas como el estado de alarma, el confinamiento o el toque de queda para que sea la autoridad del Estado quién les obligue a cumplir con las normas de prevención de la Covid?
Pues, hasta el momento, una mayoría está de acuerdo en que se aplique el toque de queda nocturno y en que se multe a los infractores.
Por el contrario, parece como si se demandara más libertad durante el día, sobre todo, a nivel de mantener la economía en marcha, por ejemplo, con el rechazo a las restricciones a bares, restaurantes y comercios.
Y no está muy claro que la población acepte volver al estado de alarma en toda España para contener esta segunda ola. En cambio, aplicarlo en Madrid se ha visto con buenos ojos.
En cualquier caso, El Debate de los Lectores de La Vanguardia está abierto. En su escrito Toque de queda, Marita Basté Moreno, vecina de Barcelona, plantea lo siguiente:
“Ahora cierran bares y restaurantes, y yo me pregunto si sería más efectivo imponer un toque de queda de 23 h a 6 h. Ello permitiría mantener abierto el sector de la restauración que tanto está sufriendo y, sin embargo, se evitarían los terribles botellones y fiestas privadas, que son los que más propagan el virus, y no aportan nada positivo a la economía”.