Europa, sola y resistente
La tempestuosa encerrona pública al presidente Zelenski en la Casa Blanca ha tenido un impacto emocional global, pero también unas consecuencias geoestratégicas que alteran las reglas de juego en las democracias occidentales de los últimos ochenta años. Las negociaciones pueden ser duras y verbalmente violentas. La historia es rica en enfrentamientos a puerta cerrada, que luego se pulen en comunicados oficiales o en ruedas de prensa protocolarias. La magnitud del desaguisado es la gran bronca que el presidente Trump y el vicepresidente Vance infligieron a Zelenski, humillándole ante la televisión global.
Fue invitado a abandonar la Casa Blanca sin firmar un acuerdo de alto el fuego a cambio de las extracciones de minerales raros por parte de Estados Unidos. Un fiasco que puede marcar un cambio de época.
Sánchez y Feijóo deberían pactar una política común de defensa como en el Reino Unido, Francia y Alemania
Zelenski se ha paseado por Europa y ha recibido apoyos y reconocimientos, con promesas de ayuda económica, más armas y en algunos casos incluso soldados, para hacer frente a las necesidades de una guerra que Putin quiere ganar anexionando provincias ocupadas por la fuerza a Ucrania.
Zelenski es considerado un héroe por buena parte de la opinión pública. Pero su futuro político tiene el recorrido que le quieran dar precisamente Donald Trump y su equipo de gobierno. Si no consigue rehacer sus relaciones con Washington, las ambiciones de Putin se verán colmadas en unos meses o años.
Que alguien detenga la maldita guerra en suelo ucraniano es plausible y necesario. Pero si tiene que ser a cambio de dar la razón y las tierras ocupadas al agresor, lo que puede ocurrir es que se encienda la mecha de una nueva guerra mundial en el corazón de Europa. Trump no parece conocer la historia ni las circunstancias que llevaron a Estados Unidos a salvar a Europa de nuestros fantasmas en tres ocasiones en el siglo pasado. Es un presidente que se mueve en el ámbito de los negocios y del patriotismo sentimental sin tener en cuenta que la hegemonía de Estados Unidos no se ha impuesto por la fuerza de las armas sino por un modelo de sociedad próspera y libre, mucho más atractiva que la de los totalitarismos con los que rivalizó en el siglo pasado.
La mayoría de los analistas coinciden en que Europa no tiene capacidad para hacer frente a un ataque de Rusia a un país de la OTAN si no cuenta con el liderazgo militar y político del presidente Trump. Dan a Europa por vencida y muerta si se corta el cordón umbilical de la defensa atlántica. Estados Unidos podría bloquear los F-35 europeos y las armas nucleares británicas necesitan una última decisión de Washington para activarse. Francia tiene la force de frappe nuclear, pero insuficiente para enfrentarse a un hipotético ataque ruso. Las relaciones políticas y militares de Ucrania y de Europa con Estados Unidos son indispensables para frenar otros intentos del Putin imperial.
Pero dar por amortizada la capacidad de resistencia europea me parece precipitado. El lunes vi en directo la intervención de Keir Starmer en la Cámara de los Comunes. Fue una sesión solemne para afirmar la unidad de gobierno y oposición frente a Putin y a favor de Ucrania asegurando la alianza con Estados Unidos. Cuando le preguntaron a Churchill qué es lo que más le gustaría hacer en aquellos dos años de lucha solitaria contra Hitler, respondía que pediría hablar cada día por teléfono con el presidente Roosevelt.
Es sospechoso que Trump no haya criticado en ninguna ocasión a Putin y que se haya ensañado con Zelenski y con todos los que no le siguen sus ocurrencias. El protagonismo de los británicos en estos días es una manera de volver a estar en el puesto de mando europeo tras el fiasco del Brexit. En esta hora que me parece grave es primordial la unidad de las fuerzas políticas centrales para compartir los objetivos de la seguridad de todos. Pedro Sánchez y Núñez Feijóo harían un buen servicio en pactar cuestiones de Estado como la defensa. En Alemania lo van a hacer. También en Francia, con toda la precariedad de su Gobierno. Y en Italia, Polonia, Finlandia, Grecia, Dinamarca, Suecia... Es hora de hacer política unitaria europea en mayúsculas para evitar la guerra y alcanzar una paz justa y duradera.