Que no decaiga

EL AZAR DE LOS DÍAS

¿Se puede concebir a alguien más aburrido que un político socialdemócrata honesto y sensato? Pues quizás sí: un político conservador tolerante y razonable. La buena política es aburrida. La política que aspira a incrementar las prestaciones del Estado, a incrementar el bienestar de los ciudadanos y a administrar de forma rigurosa los caudales públicos, la que busca acortar las listas de espera de la sanidad, facilitar la integración de los inmigrantes y mejorar el sistema edu­cativo, la que es respetuosa con todo el mundo y que, en vez de echar leña al fuego, intenta reducir las tensiones y hacer más grata la convivencia, provoca bostezos y es imposible de explicar en un tuit.

La mala política, en cambio, la que no se ocupa del bienestar y la prosperidad de todos sino solo de algunos, la que dispone alegremente del dinero público y, para incrementar la cohesión de los seguidores propios, insulta al adversario y fomenta las divisiones sociales, la que no busca integrar posiciones distintas sino encrespar los ánimos, se explica sola y puede ser electrizante.

No logro tomarme en serio las bravatas de Trump sobre el canal de Panamá, México, Canadá y Groenlandia

La política es desde hace muchos años una rama de la industria del entretenimiento. Ahora, con las redes, esta característica se ha agravado hasta extremos vertiginosos. La competencia entre contenidos incentiva el espectáculo y castiga a los políticos que se esfuerzan en tomar medidas sensatas. La prioridad es llenar las pantallas y acumular clics y likes . Lo demás rara vez cuenta.

En estas condiciones, no debe sorprendernos que tengamos cada vez peores políticos y que su lugar esté siendo ocupado por showmen grotescos, ni que los candidatos que se descuelgan con fanfarronadas y proponen medidas irrealizables pero atractivas obtengan cada vez más votos. Todo va tan rápido que pueden prometer lo que les apetezca; el truco es ir monopolizando la atención del personal con nuevos disparates y no dejar espacio para que nadie pueda recordarles las promesas incumplidas.

(FILES) Tesla CEO Elon Musk (R) joins former US President and Republican presidential candidate Donald Trump during a campaign rally at site of his first assassination attempt in Butler, Pennsylvania on October 5, 2024. Donald Trump will be the one taking the presidential oath next week, but in some respects, billionaire Elon Musk might as well place his hand on the Bible too. In an unprecedented relationship for modern US history, Trump will be heading into the White House shadowed by an advisor who is not only the world's richest person but matches the incoming president in terms of wild ambition, hard-right politics, and media influence. (Photo by Jim WATSON / AFP)
JIM WATSON / AFP

Donald Trump regresará hoy a la Casa Blanca. Empieza la segunda temporada. La diversión está garantizada. Sé que estoy frivolizando y comprendo la consternación que flota en los países vecinos y en las capitales de Europa, pero qué quieren que les diga, por mucho que me esfuerzo no consigo tomarme en serio sus bravatas sobre la recuperación del canal de Panamá, sobre una intervención militar en México, sobre la anexión de Canadá o sobre la compra a Dinamarca de Groenlandia; ni los despropósitos de su lugarteniente Elon Musk, que está enredando en Italia y Alemania con el argumento de que la civilización occidental está amenazada y que ha pedido al rey Carlos de Inglaterra que propicie la dimisión del primer ministro británico, el pobre Keir Starmer, un político gris donde los haya.

No negaré que estas machadas y delirios, viniendo de un presidente de los Estados Unidos y de uno de sus colaboradores más directos, dueño por añadidura de X y con gran capacidad de influir en la opinión pública mundial, son graves y preocupantes. Pero me preocupan más por los pobres ciudadanos norteamericanos, que van a tener que sufrir a unos gobernantes capaces de soltar estas barbaridades, que por el futuro de Panamá, México, Canadá o Groenlandia, porque no puedo creer que la nueva administración dé un solo paso para cumplir las amenazas del reelegido presidente y su poderoso acólito.

Trump ganó las elecciones con el ar­gumento de que el gobierno no funciona. Ahora lo demostrará

¿Qué van a hacer? ¿Ocupar el canal? ¿Declarar la guerra a México? ¿Invadir Canadá o Groenlandia? ¿Bombardearles con ejemplares de The art of the deal , la obra maestra de Donald Trump? Venga, hombre.

Eso sí, como boutades para mantener las mentes y los dispositivos ocupados, todas estas insensateces me parecen tan imbatibles como las veinticuatro horas en las que se suponía que Trump iba a acabar la guerra de Ucrania, que hace poco se convirtieron en seis meses, o como las amenazas de deportación de no sé cuántos millones de inmigrantes ilegales, que vamos a ver en qué quedan.

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Carles Casajuana
FILE PHOTO: U.S. President-elect Donald Trump and Elon Musk watch the launch of the sixth test flight of the SpaceX Starship rocket in Brownsville, Texas, U.S., November 19, 2024. Brandon Bell/Pool via REUTERS/File Photo

La gracia del asunto es que si todas estas promesas no se cumplen no ocurre nada. Se hacen otras, de ser posible más descabelladas, y listos. La cuestión es tener al personal entretenido, para que se trague sin rechistar los recortes que desarbolarán los servicios públicos y las bajadas de impuestos que enriquecerán más a los ricos y empobrecerán más a los pobres (entre ellos a muchos votantes de Trump). Y, de paso, poner a aliados y adversarios, todos, a la defensiva, para atornillarles mejor, extraer ventajas y desbaratar las regulaciones que obstaculizan los negocios de los grandes imperios tecnológicos. Bruselas ya se puede poner las pilas. La batalla se anuncia dura.

De momento, las amenazas de Trump han contribuido al alto el fuego en Gaza. No es poco. Vamos a ver si los israelíes y los palestinos consiguen avanzar hacia alguna forma de convivencia estable que respete los derechos y la seguridad de todos­. Después del salvaje ataque terrorista de Hamas y de los más de 45.000 muertos causados por la respuesta cruel y desproporcionada de Israel, no será fácil. Los próximos tres meses serán cruciales.

Trump ganó las elecciones con el ar­gumento de que el gobierno no funciona. Ahora lo demostrará. El mundo puede cambiar mucho. O no, ya lo veremos. O en unos sitios sí y en otros no, como casi siempre. Lo que es seguro es que no nos vamos a aburrir.

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