Tras la victoria de Donald Trump proliferaron las críticas a la incapacidad de la izquierda de conectar con el electorado. Cuando los asombrosos nombramientos del presidente electo y la radicalización de su nuevo compinche, Elon Musk, dispararon las alarmas, se culpó a los demócratas de no haber ofrecido recetas para paliar la angustia vital de un votante que reclama, más que nada, seguridad a todos los niveles.
Este argumento tiene una base de razón, pero a menudo se orilla el fondo de la cuestión: que Trump logró su proclamación como candidato republicano por la dimisión en bloque de la derecha moderada americana, incapaz de frenar el ascenso de su líder más fanático. El punto de inflexión habría que buscarlo en el 18 de julio de 2024, cuando los republicanos ungieron a Trump renegando de sus principios democráticos.
De ahí estos lodos, sin justificación. Como escribe Timothy Snyder en Sobre la libertad (Galaxia Gutenberg), “algunos conservadores proclaman que desean libertad, pero que por desgracia hay que sacrificarla en aras de la seguridad”. “Eso –añade– casi nunca es verdad. En general, necesitamos libertad para tener seguridad , y seguridad para tener libertad”.
Donald Trump y Giorgia Meloni en Palm Beach, el sábado
Se extiende la crisis de la derecha moderada y, por ende, la de la sana alternancia entre formaciones de diferente signo que aceptan las reglas del juego. En Italia, la voladura de la Democracia Cristiana alentó fenómenos como los de Silvio Berlusconi y, ahora, Giorgia Meloni. El gaullismo ya es en Francia residual, mientras que los conservadores austríacos se han visto descabalgados por los ultras de la FPÖ y ahora aspiran a pactar con ellos.
Es urgente que la derecha civilizada recobre el pulso, pero no resultará fácil
Pero la CDU alemana, aunque más escorada a la derecha, está en condiciones de recuperar el poder. Y, en España, un PP desairado por Vox encara el año con intención de consolidar un espacio de centro-derecha en el que tengan cabida PNV y Junts.
Es urgente que la derecha civilizada recobre el pulso, pero no será fácil. Igual que la izquierda, el conservadurismo sufre un colapso ideológico y moral. Le intimida la desenvoltura que exhiben a su derecha unos extremistas que pueden tener diferentes estándares democráticos, pero que van de la mano para crear una temible red de intereses. Con cobertura tecnológica y satelital.
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