Se le ve al final de la calle Eras. Allí, a lo lejos, empujando un bulto sobre una carretilla. Hay que fijarse y ampliar mucho la imagen, porque Google Maps solo nos lo ofrece en un solo instante si alargamos la vista desde la calle Campos. Otra foto de poco después es más clara: en otra travesía se le ve encorvado y escondiendo el cadáver descuartizado y envuelto en el maletero del coche. La policía ahora sí tiene la solución de un asesinato que hacía un año que coleaba.
El pueblo es Tajueco, en la provincia de Soria, con una cincuentena de habitantes. Ya tiene mala suerte el asesino porque las imágenes son de octubre de este año, pero el coche del Street View no pasaba por la localidad desde noviembre del 2009.
El caso es serio, hay un cadáver de por medio. Pero ante un Deus ex machina de manual, que nadie intente detener el choteo. “No hay intimidad ni en la España vaciada”, dice @ValeronYaguinho. @JuanCarlosCerv8 prefiere ironizar sobre los ciberanzuelos en forma de tuits buleros y patrocinados que llenan nuestros timelines: “[Es] el verdadero ‘No sabía que la cámara seguía grabando. ¿Será el final de su carrera?’”.
Pero cabe decirlo: una búsqueda en Google sobre la noticia no vierte clickbaits. Los titulares son claros y responden a un patrón similar: que una imagen de Google Maps permite a la policía resolver un caso de asesinato. Cierto es que no hay mejor gancho que la descripción para atraer la lectura y explotar la brecha de la curiosidad. El tema, por sí solo, es atractivo. Aquí, este tipo de gancho está de más. Lo que cuenta es la habilidad del periodista a la hora de narrar los hechos.
No ha sucedió los mismo con el tratamiento periodístico de la muerte de Marisa Paredes. Los primeros titulares iban al grano: que muere la actriz a los 78 años. Poca cosa más.
Luego, a medida que el día va pasando, la cosa cambia. Falta azúcar. Hay que explotar la noticia y entonces, sí, el gancho del ciberanzuelo –un modelo que practicamos todos, eh–. Ejemplos: “El viudo de Marisa Paredes cuenta la causa de su muerte: ‘Ha sido muy repentino'”; “Revelada la causa de la muerte de Marisa Paredes”; “El viudo de Marisa Paredes revela emocionado la causa de su muerte: ‘Estoy muy afectado’”.
Murió de un paro cardiaco. Hay que entrar a la noticia para saberlo. En alguna, incluso, bucear. Es algo que no pasa con el asesino del Google Maps. ¿No son hechos comparables? En el mundo del periodismo sí. Y si no sirve, sí lo hará el tratamiento de otro hecho que sucedió el martes por la noche. Raphael enfermó durante la grabación del programa La revuelta. Aquí los titulares evitan esconder la causa, esquivan el clickbait. Se lee “accidente cardiovascular”, “accidente cerebrovascular”, también. Al día siguiente por la mañana, la familia lo rebaja a “episodio transitorio”, pero el caso es que desde la misma cabecera se va de cara con la causa.
Con la actriz, en cambio, hemos explotado su muerte de la manera más fea. Y así, no. Así, mal.