Un escándalo sexual

El 53% de los votantes de clase trabajadora en EE.UU. cree que el Partido Demócrata había ido demasiado lejos en la ideología woke: “Había perdido de vista nuestras prioridades” y “a cualquiera que discrepara le hacía sentir mala persona”. Lo recoge The Guardian. El guardián de las esencias woke se hace  ahora eco del cambio de paradigma en un artículo en el que apunta que el fracaso de Kamala Harris estaba cantado ya antes de comenzar la campaña: “Los laboristas tienen que actuar ya si no quieren acabar igual”, avisa.

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Fokusiert / Getty

La izquierda británica despierta de su espejismo mientras en España el PSOE ha decidido quitar la mordaza a sus feministas para que deshagan el entuerto podemita que obliga a la sociedad (la misma que somete a las mujeres por el hecho de serlo) a fingir que no sabe lo que es una mujer.

Pero hay un indicativo más llamativo de que el viento de las identidades de género ha virado: la IA. Justo antes de las elecciones estadounidenses, si se le preguntaba al ChatGPT: ¿qué es el género desde el punto de vista feminista?, el robot soltaba el catecismo queer de principio a fin: el género como identidad sentida. Esa misma cuestión formulada ahora da lugar a otra cosa: “Para el feminismo, el género es una herramienta de análisis para entender cómo las sociedades crean y mantienen desigualdades“, responde la máquina. ”Reconocer que el género es una construcción social permite desafiar las normas, luchar por la igualdad y defender que cada cual pueda desarrollarse plenamente, independientemente de su sexo o –añade, incoherente– su identidad de género”.

El género no es una herramienta de análisis sino la construcción social del patriarcado para someter a las mujeres

Para empezar, el género no es una herramienta de análisis sino la construcción social del patriarcado para someter a las mujeres. Y es cierto que la gente puede preguntarse por qué, entonces, el feminismo lo utiliza hablando de “perspectiva de género” y “violencia de género”. Muy sencillo: porque, cuando hace 30 años se celebraba en Pekín la 4.ª conferencia mundial sobre la Mujer, los gobiernos no estaban preparados para oír hablar de “perspectiva feminista”, y menos aún de “violencia machista”. Usar el sui géneris género permitía luchar por la igualdad sin poner nerviosos a los políticos. Y, efectivamente, el término aludía al género que abolir.

Y el resto es historia. Una historia que se ha servido de los complejos del electorado que, creyéndose progresista, abraza toda ideología sexista que se disfrace de transgresora. Hace 15 años su mayor temor era ser tildado de moralista por no ver liberación sexual en la prostitución. Ahora teme que le llamen tránsfobo o, peor aún, estrecho, por sentir escándalo ante el travestismo, en el sentido freudiano de pulsión sexual: algo que avergüenza y desconcierta a la vez que excita. Y ya se sabe, la progresía aspira sobre todo a estar curada de mal de espanto.

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