Viernes por la mañana. Entra un watsap en mi teléfono firmado por Isak Andic. El dueño de Mango me daba las gracias por haber citado su firma de moda en un artículo sobre el vestuario que Letizia había lucido en la reciente visita de Estado de los Reyes a Italia. Yo estaba en Nápoles en un hotel con vistas al Vesubio y así se lo hice saber al contestar su amable mensaje... el hilo siguió con comentarios sobre la caótica y, al mismo tiempo, atractiva ciudad italiana, y adiós.
Si utilizo ahora esa anécdota personal y este espacio, lo hago para honrar la memoria de un hombre detallista hasta el extremo. Cuántos hombres y mujeres, mucho menos importantes, encargan esas tareas a un propio o simplemente, pasan. Algún domingo, Andic también tenía un momento para hacerme llegar un mensaje si lo aquí escrito le había hecho gracia. A mí, la verdad, me hacía mucha ilusión; no era un lector más, era alguien a quien yo admiraba, pero no solo por su condición de empresario de éxito ni por su posición social y económica, sino fundamentalmente porque era de esas personas que, si te conocían una vez, te reconocían para siempre.
El pasado 18 de marzo, Isak Andic recibió, de manos del Rey, el premio Reino de España a la Trayectoria Empresarial, concedido por el Círculo de Empresarios, el Cercle d’Economia y el Círculo de Empresarios Vascos. La entrega tuvo lugar en el aula magna del IESE Business School de Barcelona, cuya capacidad no pudo albergar a todos los amigos y colaboradores del empresario.
Además de elegir personalmente un vino excelente para servir a los invitados en el cóctel, en vez del que incluía el servicio contratado por los organizadores, Isak Andic se encargó de preparar otra celebración, inmediatamente posterior, en el mismo lugar, para dar cabida a muchos más invitados y, de ese modo, reunir a todos quienes se habían alegrado por la distinción. Montó un festejo de los que hacen época. Él era el protagonista, se le veía realmente contento, pero tuvo tiempo para pensar en todos los demás.
A la ceremonia de entrega del premio habían acudido, desde Madrid, varios corresponsales de la Casa Real que siguen las actividades del Rey. Ya se iban, tras concluir el acto oficial, cuando Andic les rogó personalmente que se quedaran a la celebración, y no lo hizo para quedar bien con ellos, sino porque de verdad, y así lo recordaremos, era una persona agradecida. A los periodistas nos suelen echar de los sitios, pero Andic nos hizo sentir parte de su fiesta. Lo cuento porque su trágica desaparición es especialmente dolorosa para los que tuvimos el honor de haberlo conocido. DEP.