Mal de muchos

"Vivienda digna por un Pirineo vivo. Techo. Tierra. Vida”. La pancarta fue empujada el viernes por el centro de La Seu d’Urgell. Unas 1.500 personas detrás, muchas para una localidad con poco más de 12.000 habitantes censados. Censados que no necesariamente residentes. Lo denuncian los organizadores: la vivienda está secuestrada por especuladores y pisos turísticos, y es imposible para los trabajadores poder vivir en las comarcas pirenaicas. Además de organizaciones y entidades de la zona, también desfilaron gente llegada de Val d’Aran, el Berguedà, la Cerdanya o Andorra.

Capçalera de la manifestació a la Seu d'Urgell per un habitatge digne al Pirineu

  

Oriol Bosch / ACN

Lo que denuncian no es una rareza, es un clamor que cruza Europa, con especial virulencia en España, uno de los países con menos vivienda pública del continente. Pero en La Seu saben lo frágil que es su ecosistema social. Cómo los empleos en la ganadería y la agricultura han dejado paso a trabajos estacionales en el turismo, con sueldos bajos e inestabilidad mientras iban desapareciendo, víctimas de la globalización y la dejadez, las pequeñas empresas locales. El cáncer de los más jóvenes.

El derecho a la vivienda, convertido en moneda de cambio y especulación

Ellos son los brazos tras la postal de altas montañas, aire puro y nieve que buscan los que allí tiene su segunda o tercera residencia. Muchos de los que hoy leerán esta columna ayer pudieron ver las imágenes y la noticia de la manifestación y pudieron sentir empatía o indiferencia, mientras disfrutaban de una cena en una borda quejándose porque este puente no se ha podido esquiar. Quizá también son los que, de vuelta a la gran área metropolitana, se lamentan porque no hay manera de poder cambiar de piso sin que tenga sobreprecio o de que los hijos puedan alquilar a un precio decente cuando quieren arrancar el vuelo.

Somos víctimas y verdugos, todos atrapados en un sistema que ha convertido en moneda de cambio y especulación un derecho, el de la vivienda, que está reconocido en muchas constituciones, como la española, o por el Tribunal de Justicia de la UE. No sirve de nada. Hemos decidido que la avaricia de especuladores y fondos de inversión esté más protegida que nuestros derechos. La economía mercenaria por encima de la real, la de los nuestros, los que desfilaban el viernes por La Seu d’Urgell.

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