En Navidad, se gasta más. Solemos pagar y cobrar mediante una tarjeta de crédito bancario. Pero el dinero en efectivo sigue usándose para muchas de nuestras transacciones. De la pequeña propina, el cupón de los ciegos o la compra del pan, hasta el pago en dinero negro en tantas ocasiones –algunas inconfesables–, y descontado el derecho en general de usar el dinero en efectivo. Pero llegará una Navidad en que el dinero en efectivo habrá desaparecido.
El Banco Central Europeo quiere acabar con el uso de los billetes y las monedas. Y no porque ese material sea un estorbo y un portador de microbios, además de la común falta de cambio en la tienda o de que nos digan: “Le faltan 20 céntimos”. Sino por la fluidez y la eficiencia de la economía de mercado en la que, nos guste más o menos, o nada, estamos todos. El Banco Central Europeo está ya en fase de investigación del paso del dinero en efectivo al dinero electrónico, después de que la Unión Europea diera luz verde al proyecto, en el 2021. Basta ahora que lo apruebe, lo que no se podrá hacer sin la complicidad de los bancos centrales de cada país –temen por la soberanía monetaria y por sus depósitos– y, es de suponer, del Parlamento Europeo. Porque la ciudadanía teme por lo mismo y por un control del banco aún mayor que el actual. Puede que haya más unidad europea, pero también menos privacidad.
Pero a la fuerza ahorcan: el efectivo disminuye drásticamente. Aumenta el uso de la transferencia bancaria, el pago en bizum y el bitcoin. Retrocede el pago en metálico, o en espèce, dicen en Francia, y cash, en Estados Unidos. El euro digital se come al efectivo, lo que se ha notado, después de la recesión capitalista del 2008 y la pandemia de la covid. Muchas compañías europeas ya no aceptan otra transacción que la digital. Y en China se está avanzando en esta línea. La resistencia principal es la de Estados Unidos: no se fían. El dólar digital pondría en juego la rentabilidad del capital y, además, la privacidad.
Es bien visible el gusto en este país con que muchos se sacan los billetes del bolsillo y los cuentan sin remilgos. No suele verse en Europa. Hasta en la homilía del cura o el pastor sale a relucir la palabra dólar, junto con las de pecado y alegría. Pero Europa puede ahora marcar la diferencia, del mismo modo que salió de ella el primer billete emitido por un banco. Fue en Suecia, en el siglo XVII. El último informe Letta es favorable al dinero digital, enunciando sus ventajas. Estemos, pues, vigilantes.